Estamos en nuestro derecho de conocer el estado de las emisiones de sustancias químicas.
Como si no fueran suficientes las calamidades naturales en la Ciudad de México, como han sido las lluvias torrenciales, las inundaciones, y en particular los sismos, terremotos del pasado mes de septiembre, lamentablemente, nos aqueja un mal mayor que está poniendo en alto riesgo la viabilidad y habitabilidad de la Ciudad de México, la corrupción desmedida de los últimos gobiernos locales y delegacionales que han sido tan laxos con la industria, las empresas y los comercios en todos los sentidos, que hemos pasado de ser: “La región más transparente del aire” como lo expresaba Carlos Fuentes, en su novela de 1958, para referirse al Valle de Anáhuac y a la Ciudad de México, a ser una de las ciudades más contaminadas del mundo, tan sólo en medio siglo.
Esto nos lleva a pensar que el destino ya nos alcanzó y el panorama luce sin duda poco favorable para los habitantes de la capital del país; en la película estadounidense protagonizada por Charlton Heston titulada “Cuando el destino nos alcance” o “Soylent Green” título original en inglés, que dirigió Richard Fleischer en 1973, basada en la novela “¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio!” (1966), de Harry Harrison, desarrolla una trama en la ciudad de Nueva York.
“En donde la industrialización del siglo XX llevó al hacinamiento, la contaminación y al calentamiento global debido al efecto invernadero. En el año 2022, en este futuro distópico (indeseable) la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, físicamente separadas en una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y dos variedades de un producto comestible: Soylent rojo y Soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación, ya que los alimentos naturales son un privilegio para los sectores dominantes”.
La corrupción y la ausencia de regulación a la industria, a las empresas y al comercio en la Ciudad de México han dado paso a una ciudad en donde el aire de la calle permanentemente huele a plomo, el agua se cobra a precio de oro y está altamente contaminada y la autoridad se dedica a obligar a las ciudadanos, a los particulares a medidas estrictas de verificación de vehículos automotores, pero da manga ancha a la industria, por ejemplo a la de la construcción. ¿Cuántos camiones materialistas circulan a diario por toda la ciudad como nubes negras ambulantes sin que autoridad alguna les diga absolutamente nada? ¿Quién pone un alto a los concesionarios de transporte de pasajeros, las llamadas combis y microbuses o hasta autobuses que son pestilentes a gas y gasolina por dentro y por fuera, y que circulan dejando una estela negra a su paso? Al igual que los propios transportes del gobierno local y sus unidades de recolección de basura.
¿Quién les pone un hasta aquí a las fábricas que emiten diversos contaminantes y que operan con la mayor impunidad al amparo y bajo la protección de las autoridades? ¿Quién y cómo las regulan?
Hace casi una década ya leíamos en los titulares de la prensa que las industrias depositaban en drenaje del aún DF más de ocho toneladas de plomo al año.
Ya en 2009 Greenpeace se refería al informe RETC (Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes ) del Distrito Federal, en donde la secretaría del Medio Ambiente local, consignaba. “El drenaje y alcantarillado de la ciudad recibe al año poco más de ocho mil kilogramos de plomo y otros contaminantes como níquel y etanol, que son desechados por establecimientos industriales, de comercio y de servicios”. Pero hoy poco o nada se sabe ya de esto y cómo ha avanzado.
El RETC es una base de datos nacional con información de sustancias contaminantes emitidas al ambiente, que son transferidas en el agua residual y/o en los residuos peligrosos.
El plomo es el contaminante descargado en mayor cantidad al agua, seguido del níquel y el cadmio. De la emisión de contaminantes al aire, indica que el principal es el dióxido de carbono (CO2), con más de 800 mil toneladas anuales; los emisores principales son las industrias de bebidas y tabaco, y la alimentaria, debido a sus altos consumos de combustible.
Con base a los estudios sus residuos que contaminan nuestra agua contienen manganeso, cromo, plomo e incluso arsénico, que de acuerdo con análisis elaborados por el área de Control Analítico de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, los rangos de estos materiales en el agua rebasan lo permitido por la Norma Oficial Mexicana en materia “ambiental de salud”.
Pero hace años que no se da la difusión que debiera a los mentados imecas, a los índices de contaminación y a los llamados RETC cuando es una obligación del gobierno de la Ciudad de México con la sociedad, cuidar el medio ambiente, estamos en nuestro derecho de conocer el estado de las emisiones y transferencias de sustancias químicas que podrían presentar un peligro para la salud o para el medio ambiente, y qué decir de la aparición y recurrencia de enfermedades de todo tipo, respiratorias y diversos tipos de cáncer, principalmente el de pulmón y de piel.
¿Seguiremos sin darle la importancia debida a un tema que afecta silenciosamente a nuestra salud, continuaremos sin decir nada, aun cuando la Ciudad de México, es una que de manera permanente apesta a contaminantes?
CARTELERA SEMANAL:
De tapados… ya muy destapados y muy auto promovidos
De atrápame si puedes a “bulleame” si puedes.
Por un puñado de dólares a la negociación del TLC.
De no hagan bullying a El Imperio contraataca.
De busco mi destino a busco me des tu firma.
Paloma Ruiz. Comunicóloga por la UNAM, con especialidad en Marketing por la Universidad de Berkeley. Ha combinado a lo largo de su vida profesional el análisis político en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, con el diseño de estrategias de comunicación y las relaciones públicas. Amante del mar y el buceo.