martes 26 noviembre, 2024
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BORIS BERENZON GORN COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RIZANDO EL RIZO» SIDA y VIH: retos de salud pública atravesados por el estigma social

Por. Boris Berenzon Gorn

“Nuestros prejuicios nos encierran, nos achican la cabeza, nos idiotizan;
y cuando estos prejuicios coinciden, como suele suceder, con la
convención mayoritaria, nos convierten en cómplices del abuso y la
injusticia, como en el caso de Wilde.”
Rosa Montero

 

El 1º de diciembre se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. A pesar de que se trata de una de las enfermedades más graves del mundo y de que constituye un verdadero reto para la salud sexual en el ámbito público, cuyas consecuencias impactan la vida cotidiana; aún queda mucho por hacer para enfrentar el estigma social que marca la vida de los afectados por el VIH ante la falta de prevención y conocimientos en torno a las posibilidades de contagio.

Desde los años ochenta, el SIDA se convirtió en un fantasma discursivo asociado a la promiscuidad y las minorías sexuales, a las trabajadoras sexuales y a ciertas prácticas de arte corporal. Desgraciadamente, tal asociación ha contribuido a la exclusión y la falta de oportunidades para las personas que viven con VIH, al crecimiento de la ignorancia y a la propagación de prejuicios que lejos de ayudar a los afectados refuerzan los discursos de odio e impactan en el desarrollo sano de la vida sexual.

Parte del fantasma se lo debemos a los medios de comunicación masiva, a las películas y ficciones que lejos de representar la realidad de las personas afectadas encontraron en la enfermedad un nicho de entretenimiento que, en vez de promover un estilo de vida saludable, opta por infundir temor y favorecer el contagio, pero de noticias falsas. Parece increíble que tengamos que repetir esto, pero el VIH o Virus de Inmunodeficiencia Humana no se contagia por saliva, lágrimas o sudor, a través de actividades sexuales que no involucren intercambio de fluidos corporales, si el afectado es picado por algún insecto que luego pica a alguien más, y mucho menos por dar a mano o compartir objetos como asientos, platos o cepillos, al dar besos sin fluidos o abrazos.

El VIH tampoco es exclusivo de un tipo de población sexual, no es un virus reservado para homosexuales, transexuales u otras minorías, nadie está exento de adquirirlo y es bueno saber que gran parte de los contagios se dan entre personas heterosexuales siendo las relaciones sexuales sin protección el mayor factor de transmisión. Otro factor, aunque menos frecuente, es realizase tatuajes o perforaciones en lugares sin autorización ni higiene que reutilizan el equipo médico, por lo que es preciso cerciorarse de que material que se emplea al contratar un servicio sea nuevo. Es casi imposible contagiarse al recibir una transfusión sanguínea en un lugar autorizado, pues la sangre pasa por diversas pruebas antes de llegar al paciente de destino y los procedimientos son llevados a cabo por profesionales. Lo que sí constituye un factor de riesgo es compartir jeringas al consumir ciertos estupefacientes. 

La promiscuidad tampoco es el único factor de riesgo sexual para adquirir VIH. Tenemos un número alarmante de contagios entre mujeres que mantienen relaciones monógamas y son contagiadas por sus parejas. Muchas son madres y amas de casa y han adquirido el virus a consecuencia de la infidelidad y no protegerse. Se trata de un problema asociado a la desigualdad de género y constituye un verdadero acto de violencia sexual. Aunque el virus también se transmite de madres a hijos, llevar un embarazo controlado donde se proporcione el tratamiento adecuado puede evitar que esto suceda, así como evitar amamantar.

Ahora bien, VIH y SIDA no son lo mismo. Es común que las personas confundan ambos términos y desgraciadamente persiste la creencia de que al adquirir el virus se adquiere una sentencia de muerte. Nada más alejado de la verdad. El VIH o Virus de Inmunodeficiencia Humana es el virus que destruye las células del sistema inmunitario, por lo que, tras la infección, el cuerpo queda desprotegido y vulnerable a cualquier enfermedad. Una persona con VIH puede ser asintomática durante largo tiempo y contagiar a otras personas, por lo que llevar a cabo controles recurrentes es indispensable cuando se tiene una vida sexual activa. 

Pero el virus jamás desaparece del cuerpo, se queda por siempre, y todavía no existe una cura. Sin embargo, una persona con tratamiento puede mantenerse sana e incluso disminuir tanto la cantidad del virus en su cuerpo que podría ser incapaz de contagiar. Asimismo, puede ser que una persona con VIH jamás desarrolle SIDA, que es el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, la fase grave del virus que destruye las células CD4, debilitando el sistema inmunitario por lo que la persona contrae enfermedades que el cuerpo no puede combatir. También existe el riesgo de una sobreinfección por VIH, es decir, puede adquirirse una cepa diferente del virus que podría aumentar el riesgo, por lo que una vez que se está diagnosticado es importante tener tratamiento y tomar precauciones.

Con motivo del Día Mundial del SIDA que se conmemora desde 1988, se busca concientizar a la población sobre la gravedad del virus, eliminar el estigma social que pesa sobre los afectados, recordando que la discriminación debe ser erradicada y que es momento de que las personas que viven con VIH tengan su propia voz, que sus problemas y necesidades sean expresados, que cuenten con los servicios básicos de salud y el respeto absoluto a sus derechos humanos sin ser excluidas ni violentadas. Es importante saber que el virus no se contagia por medio de una sana convivencia social y que no existe justificación para tratar de manera sesgada o violenta a un afectado.

Esta fecha también nos invita a concientizar sobre la educación sexual, no sólo la que estamos dando a los menores tanto en los ámbitos educativos como familiares, sino también con la que contamos los adultos que seguimos propagando prejuicios y nos relacionamos desde la información incompleta o errónea con otras personas. Concientizar sobre las acciones de gobiernos, empresas y sociedad civil es importante para garantizar derechos y mejorar la calidad de vida de las personas que viven con VIH.

En 2022, el Día Mundial del SIDA se denomina “Igualdad Ya”, que a decir de la ONU “…es una llamada a la acción, cuyo objetivo último es promover que todos nos pongamos a trabajar en todas aquellas medidas prácticas que se ha demostrado que son necesarias para tratar las disparidades y ayudarán a acabar con el sida”, y esto es así porque las desigualdades estructurales impactan la manera en que los afectados enfrentan la enfermedad. Los recursos son cada vez menores, pero además, como es de inferirse, el VIH y SIDA afectan de manera más aguda a las personas que viven en pobreza, que tienen alguna discapacidad o pertenecen a un grupo vulnerable.

La investigación científica no se ha detenido, y el objetivo, a mediano y largo plazo es encontrar una cura que sea viable y eficaz para todas las personas. OMSIDA informa que “hasta el momento tres personas se han curado de VIH (2022). La primera persona que se curó de VIH fue el denominado «paciente de Berlín», Timothy Brown en el año 2008; la segunda Adam Castillejo en el año 2020 el llamado «Paciente inglés», y la tercera persona ha sido una mujer este mismo año 2022”. Sin embargo, el camino aún es largo, y faltará tiempo y esfuerzo para que la humanidad venza esta amenaza. De momento, nos toca a todas las personas prevenir y transmitir información veraz, pero, sobre todo, eliminar el estigma social que afecta la vida de quienes viven con VIH, de tal suerte que construyamos sociedades de apoyo y bienestar.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

En su intento por sorprender, las narrativas posmodernas exageran y desinforman contra el VIH y SIDA. Se convierten en un circo, adquieren sus ansiedades, como en el microrrelato inédito de Ana María Shua publicado por El Mundo:

SORPRENDER

Los artistas de circo nos preguntamos con desesperación cómo sorprender a los espectadores. Ser perfectos en la tradición no basta. Intentamos, entonces, el exceso en las suertes conocidas: un salto mortal con cinco vueltas en el aire, hacer malabarismos con diez yunques y diez plumas, tragarnos un paraguas, o un poste de alumbrado, sostener una pirámide humana en la cuerda floja, entrar a una jaula con trescientos cincuenta leones y dos tigres, hacer desaparecer para siempre a los enemigos de una persona del público elegida al azar. ¿Cómo sorprender a los espectadores? En los nuevos circos, adornados los viejos trucos con el vestuario, con la coreografía, con las luces, con la cantidad de personas en escena. A medida que envejecemos, el exceso nos cuesta demasiado y ya no somos lo bastante bellos, lo bastante elásticos, lo bastante ingeniosos para formar parte de los nuevos circos. ¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo han visto todo? En un intento de obtener el espectáculo supremo, nos dejamos morir entre aplausos sobre la arena y no es suficiente, no es suficiente, eso lo hace cualquiera.

Narciso el obsceno

No quería que lo besara, que lo abrazara, que lo mirara. Le daba miedo contagiarse de su mal gusto para vestir.

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