sábado 23 noviembre, 2024
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«ABREVADERO DE LETRAS» “Somos una cultura de sufrimiento”: Mónica Domínguez Landwehr

  • El suicidio entre los jóvenes o la generación de cristal

Por: Cut Domínguez

Mónica Domínguez Landwehr es Licenciada en Desarrollo Humano, con Maestría en Estrategias Reeducacionales y Especialidad en Tanatología, desde hace 18 años. En su juventud, estudió leyes en la Escuela Libre de Derecho, no sin cierto desencanto porque entonces trató de seguir una suerte de tradición familiar. Su padre era abogado y deseaba que ella siguiera sus mismos pasos. Pero un buen día, Víctor Manuel Del Río, profesor de ese plantel, la animó cursar algo diferente. “Caí en cuenta que había avanzado en el saber, sí, pero me había estancado en el conocimiento de mi propio yo. El Licenciado Del Río me marcó un poco la vida”, asegura gustosa.

Siempre optimista, con ojos alegres y aspecto jovial, la suya es una charla que parece apasionarla. Señala gustarle mucho la terapia y la tanatología, aunque, aclara, ésta es una disciplina complicada de entender, porque a la gente no le agrada hablar sobre la muerte y la plenitud de la vida. “Me alegran, también, mis pláticas en público, los cursos de oratoria, la capacitación de personas para empresas y hasta vender inmuebles; que es la cereza en el pastel”, expresa divertida.

Está convencida que el desarrollo humano es la existencia, la vida misma. Y que puede cambiar el mundo, como cambió el suyo. Cuenta: “Mi vida estaba hecha un caos, entonces supe que debía aportar algo diferente a Ricardo Alfredo y María Susana, mis dos hijos”. Luego defendió la idea de enseñarles lo entendible, esa parte de funcionar, de conocerse y desarrollar las habilidades. ¿El propósito? “Ser mejores personas”, destaca.

Evoca su andar en el vagón del tiempo y su inclinación a la disciplina que hoy la ocupa. Las pérdidas cercanas y la muerte de su padre, “fue impactante, me marcó mucho”, recuerda. “La gente me veía bien y se sorprendía. Comencé a cuestionarme ¿Cómo me quieren ver? De ahí empezó mi interés por el estudio de la tanatología”, relata. Del saber más sobre la muerte, entenderla y comprenderla.

Con una dulzura desarmante, como acostumbrada a que en su rostro las lágrimas convivan con una sonrisa, afirma tajante: “Somos una cultura de sufrimiento y con esa parte del dolor parece que nos tapamos”.

Su blusa amarillo canario, con bordados mexicanos, destacan los dichos que salen de su boca. Sigue: “Muere el perro, el papá, la mamá, el hijo y hay que llorarles 18 años ¿No? Y aún así se encuentra el sentido de vida. Entonces ¿Qué pasa? Como nos enseñan a sufrir, hay que sufrir; no salimos del duelo. El dolor hace más ruido”. Sin perder su buen genio, apoya la idea de recordar a nuestros seres queridos con lo bonito, porque recordarlo en las malas es egoísmo. Refiriéndose a su propia muerte sentencia jocosa que ya dejó organizada la fiesta, para que los demás la disfruten. “Porque es una fiesta al fin y al cabo. La muerte es parte de la vida”, explica.

La especialista apunta que el encierro durante la pandemia ha detonado fenómenos en las familias como la falta de convivencia. “A pesar de estar todos reunidos, no hubo comunicación. Los padres trabajando, los hijos en la escuela y cada quien en su rollo. Apuesto más por comunicarse desde el amor”, propone y destaca, de igual manera, la pérdida de sentido de vida, de que no hay nada que hacer, “como un vacío existencial”, y el divorcio, como problemas del aislamiento involuntario.

Hay ingenios evidentes que todos celebramos. El de Mónica Domínguez es uno de ellos. No obstante lidiar con temas y casos truculentos -que en realidad no lo son-, es una mujer de carne y hueso. Seguidora de la buena música, desde baladas hasta Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, que disfruta en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM. Es un poco bruja: le encantan las escobas, apenas se le acaba una le dice al barrendero se la reponga y éste le pregunta: “¿Qué va a salir a pasear?”, ríe.

Admite trabajar con jóvenes entre 20 y 30 años, debido al aprendizaje y la asimilación rápida del todo el proceso. A propósito de éstos, indica que el suicidio va en aumento desde chicos de primaria hasta estudiantes de nivel superior. La que llama “Generación de Cristal”, tiene como principales causas de su aparición la falta de trabajo, la ausencia de espacio propio, la presión existente en su ambiente, incluso poca atención y compañía de parte de los padres. Luego sugiere: “Jalarles la rienda tampoco está demás, porque si no eres el mejor no vales nada, se piensa”.

Reitera que vivimos en una cultura harto negativa en muchos ámbitos, aunque exalta la parte positiva que tenemos. Siempre leal con familiares y amig@s desea con esta virtud ser correspondida. “Y cuando ya no esté en esta etapa, me gustaría que me recordaran feliz. Ante la pérdida de un ser querido es el dolor, no sufrimiento. Y ese dolor transformarlo en tu compañía, en tu felicidad”, concluye.

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