lunes 25 noviembre, 2024
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RODRIGO LLANES COLUMNAS BLOGS

«PUEBLO DEL SOL» El edén de Macuspana

 

Queridas lectoras y lectores de Mujeresmás, me disculpo por la prolongada ausencia de la columna Pueblo del sol. En los últimos meses tuve compromisos académicos a los que debí dedicar gran parte de mi energía. Y debo de confesarles que durante la Jornada de Sana Distancia mi pluma no ha estado muy suelta que digamos. Mi estado de ánimo lo describo con la siguiente reflexión de una amiga, quien explica en FB que durante esta contingencia, el tiempo del que disponemos no es lúdico y creativo, sino como las horas que pasamos en un hospital en la sala de espera hojeando una revista durante la operación de algún ser querido. O como un primo que hizo un video muy divertido y que concluye “!es pandemia, no curso de verano!”

Dentro de mis hojeadas de revista en las redes sociales me encuentro en TW las declaraciones recogidas en el diario Reforma del Presidente López Obrador hablando del programa “Sembrando vida” y la creación de empleos. Y la réplica que hizo la siempre estimada Denise Dresser con los siguientes argumentos: “¿Por qué al presidente no parece importarle la movilidad social? ¿Por qué se centra en paliar pobreza pero no crea condiciones para salir de ella? ¿Por qué quiere un país de sembradores y no de innovadores/ingenieros/programadores? ¿Por qué su visión no va más allá de Macuspana?”

Si bien la discusión amplia se centra en la confrontación de dos modelos de desarrollo, entre uno promovido desde el Estado con un programa social, frente a otro en el que el Estado debería de favorecer el clima de negocios para la iniciativa privada, yo me voy a referir en estas líneas a mi experiencia en las tierras de Tabasco y las comunidades de indígenas campesinos.

Para mi la crítica dura está en la pregunta: “¿Por qué su visión no va más allá de Macuspana?” Y me recuerda el reproche que el entonces presidente Zedillo tenía con AMLO cuando era dirigente nacional del PRD: “usted es presidente de un partido nacional, no el presidente municipal de Nacajuca”. Pues a Zedillo también le molestaba el estilo de hacer política del tabasqueño y suponemos, también del presidente municipal de Nacajuca.

Hace ya 15 años fui productor del Laboratorio de teatro campesino e indígena que dirigía María Alicia Martínez Medrano (†). El LTCI trabajaba con comunidades campesinas en varios estados del país y especialmente en Tabasco, donde nació hace muchos años con el apoyo del entonces gobernador Enrique González Pedrero.

Mi historia personal con el edén de Tabasco comenzó con el viaje que debí realizar para ver y filmar con un par de colaboradores, el ensayo de la obra “Bodas de sangre,” de Federico García Lorca que íbamos a montar en la Ciudad de México.

Uno que es hombre blanco, barbado y con privilegios, acostumbrado a la capital del país, pasa por una iniciación fuerte al llegar al paraíso tropical y pedir un taxi para trasladarse en Villa Hermosa. Pues uno hace la parada y el auto se detiene y el conductor pregunta: “¿A dónde va?” Y dependiendo del destino de uno el taxista accede o se niega a dar el servicio, pues él tiene su ruta. Y además uno comparte el taxi con cuatro desconocidos que son entregados cada uno en su domicilio. Es como el Uber Pool de hoy en día pero de fijo en Villa Hermosa. Para pedir un taxi personal, era necesario acudir a un sitio en la entrada de un centro comercial moderno. Y uno quizás piensa: “qué forma más atrasada de solucionar el transporte público. Mira que compartir el asiento con desconocidos ¡Chale!”
Pero la convivencia comunitaria no solo abarca el taxi. Cuando llegamos al lugar del ensayo, nos esperaban en la casa comunitaria del teatro en Nacajuca. Ahí compartimos el desayuno que prepararon con los ingredientes que llevaron las mujeres del pueblo: naranjas, plátanos, huevos de rancho, chorizo del carnicero del pueblo, pan del panadero de ahí mismo. Todos cobraron a la producción del teatro los insumos y entre todas las actrices cocinaron. Y a la hora de comer, debías compartir las mesas y bancas con todo el elenco que eran más de 100 personas. ¡Uf!

El ensayo se llevó a cabo en una tierra de cultivo que estaba descansando y que prestó un compañero. Todos llevaron sus ropas de fiesta, algunos también a sus caballos. Y la producción debió pagar el vestuario para el estreno en la Ciudad de México, que les quedó a todos como nueva ropa de fiesta.

Al cabo de varias semanas el equipo de producción técnica, que eran de las mismas comunidades de Tabasco, se trasladaron a la Ciudad de México para comenzar a trabajar en la escenografía de la obra. Y transformaron, con ayuda de gente de Malinalco, la mitad del tendido de sol de la Monumental Plaza de Toros México en un pueblo tabasqueño con su milpa, su río y sus pequeñas casas. Y armaron un tablado gigante en el ruedo. Luego llegaron el resto de las personas de las comunidades desde Tabasco, Yucatán, Sinaloa y también de la misma Ciudad de México e hicieron su ensayo general ya en la plaza.

El espectáculo fue hermoso: más de 200 personas bailando con música en vivo y dando vida al drama de Lorca. Tuvimos dos únicas funciones. En una el público fue cómplice de los amantes furtivos, en la otra fueron los mismos abucheados por su traición. Pero todo mundo se quedó callado cuando la muerte entró en el ruedo a caballo, ataviada de un gran listón negro, para llevarse a los hombres de la tragedia. Y es en base a mi experiencia que les acabo de contar que me pregunto: ¿Es necesario e indispensable ver más allá de Macuspana? ¿No hay lecciones fuertes y contundentes que nosotros los privilegiados podemos recibir de esas comunidades que cuando se organizan son capaces de dar belleza y arte? Yo creo que sí. Pues compartir comunitariamente un transporte particular que nos deje a todos en la puerta de nuestro destino, ahorra gasolina y desgaste del taxi, pero también nos obliga a pensarnos como iguales con los otros pasajeros. ¿No es eso importante en nuestro México clasista y sexista? ¿Está mal que las comunidades campesinas mantengan vitales las redes de comercio local con sus productos de rancho? ¿No se les antoja el desayuno que tuve aunque no fuera del Green corner? ¿Preferimos que ya no sean sembradores y si operarios de una armadora de autos? ¿Eso es mejor para el país y para el planeta? ¿Es preferible que las comunidades se conviertan en consumidores culturales de otros bienes? ¿O es válido que defiendan su capacidad creativa? ¿Se vale invertir en producciones de este tipo? ¿O preferible solo ir a ver el Cirque du Soleil y ver Roma en Netflix?

Me parece que negarle la posibilidad de formar parte del entramado nacional a esos sembradores del sureste, a Macuspana, y pensar que deberían ser “innovadores/ingenieros/programadores” es incorrecto. La diversidad cultural y política de nuestro país nos incluye a todos, hasta los benditos habitantes de Macuspana y Nacajuca.

Y los invito: ¡Vamos a Tabasco, que Tabasco es un edén!

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