Un acercamiento al gran cineasta italiano.
Bernardo Bertolucci, el gran cineasta italiano, dueño de una de las cinematografías más reputadas en la industria (si bien dispareja, para mi gusto) y que hace casi un mes fue el centro de un escándalo de esos que se inventan las redes sociales por su film “Ultimo Tango a Parigi”: toda una avalancha surgida de una mala traducción y el refrito de dos entrevistas distintas de hace ya varios años.
Pero centrémonos en lo que importa: su cine; hablaremos in extenso de tres filmes, y lo haremos de pasada sobre otros de menor relevancia.
IL CONFORMISTA
‘Il Conformista’ (1970), basada en la novela de Alberto Moravia, lo catapultó a la élite del cine mundial. Aclamado casi de inmediato como uno de los más brillantes e inteligentes thrillers políticos, esta cinta nos permite una introspección en el mundo del fascismo italiano y su predominio durante la guerra; nos transporta a un mundo de pasión, sexo e ideología que se volverán el sello de la casa.
En Bertolucci el poder y el sexo (máxime si ambos son extremos y transgresores) son la herramienta para dilucidar las pulsiones humanas más primarias y, en el proceso, encontrar claves para entender nuestra naturaleza y límites. Es impresionante cómo inclusive, casi en obra negra, reconocemos los tópicos de sus grandes obras posteriores: El fascismo vs el comunismo; París (hasta un tango lésbico maravilloso), sexo, libertad, crimen e infidelidad.
Bellamente filmada, en ‘Il Conformista’ ya se atisba al genio de los alardes visuales y los elegantes movimientos de cámara (sus campos/contracampos en movimiento y sus travellings y dollies espectaculares y extasiantes), en un contrapunto sintáctico innovador y osado.
El filme corona una década realmente espectacular de experimentación y búsqueda, rica en artistas y tendencias detonadoras de nuevas estéticas (Antonioni, Bergman, Godard, Polanski, el Buñuel y el Welles más maduros) que deslumbraron al mundo con complejas construcciones narrativas y formales. Bertolucci forma parte de esa ‘década prodigiosa’ (parafraseando otro clásico, je je je).
NOVECENTO
‘Novecento’ (1976), es la gran épica histórica llevada al cine, como no se hacía desde los viejos años fundacionales de Gance, Eiseinstein y Griffith. Bertolucci crea algo que sólo hizo contemporáneamente Kurosawa y Lean, y que a su manera fundó un género: el trazo histórico de gran envergadura. Esa ruta luego seguida por grandes continuadores de una muy cara tradición (‘Once upon a time in America’, ‘Siberiada’, ‘Gandhi’, etc.).
En ‘Novecento’, Bertolucci nos lleva por la historia de Italia en el siglo XX, sus pasiones políticas, la lucha entre el comunismo y el fascismo en el marco de la guerra mundial, y el cierre con la liberación de Italia. Para ello seguimos la vida de un terrateniente, de su amigo campesino y de un vecino oportunista, desde su tierna infancia hasta su enfrentamiento maduro final.
Ligeramente demagógica en el tono, pero sobresaliente y espectacular, De Niro, Depardieu y Sutherland nos electrizan con un trabajo demoledor. Aquella escena en la despedida de la estación del tren es un buen ejemplo del filme: Comienza en un plano cerrado sobre un pequeño teatrito guiñol mientras vemos una obrita que enaltece el socialismo; la toma se abre y vemos a los niños que se preparan para viajar en tren, obligados por la huelga general, divirtiéndose con la función. En la escena guiñol aparece la policía y los reciben a palos: al mismo tiempo hemos visto en breves tomas a los ricos del pueblo cerrar puertas y ventanas indignados.
En ese momento junto a los policías guiñol aparecen los policías reales que tiran el teatrito a sablazos (van a caballo): los niños y sus madres disgustados empiezan a increparles y se trasladan hacia la estación. En ese momento suena el silbato del tren, es la hora de la partida y los niños corren al andén y comienzan a subirse mientras se despiden de sus madres, la mayoría carga banderas y estandartes rojos que le dan un colorido rojinegro a toda la escena restante, nunca en reposo, siempre trazando movimientos de enorme elegancia.
Llega corriendo la madre de Olmo (Depardieu) que ha olvidado su ropa y comida. El tren comienza a partir, el ruido es ensordecedor. Las madres gritan su adiós, los niños responden y algunos lloran. Toda la escena se ha tomado de frente al tren y al andén; aquel, al avanzar empieza a llenar la imagen. Ahora la escena se ve desde atrás (contracampo): el tren parte y ya sale de la estación mientras el ruido comienza a disminuir.
Volvemos a la toma de frente, el tren ya no lo vemos, las madres hacen un postrer adiós hacia el cuadro; al disminuir el ruido oímos un acordeón, las madres voltean a sus espaldas y de entre ellas vemos surgir a un viejo bellísimo, cadavérico, que toca “La Internacional” en su desvencijado acordeón, al tiempo que camina hacia nosotros. Ahora la escena es a espaldas del viejo del acordeón, lo vemos alejarse como si acompañase al tren mientras sigue tocando y la escena se desvanece.
ULTIMO TANGO A PARIGI
‘Parigi’ es una enorme pieza de introspección sobre el amor y el placer. Es un film más emparentado con las indagaciones crudas y radicales de complejas relaciones de pareja en situaciones límite, frecuentes en esos años, antes de la dictadura de lo políticamente correcto.
Por ejemplo, ‘Night porter’ (un improbable y repelente romance entre un oficial de un campo de concentración nazi y una de sus prisioneras) o ‘Swept away’ (una violenta y descarnada historia de una burguesa y su empleado lanchero comunista que la odia, atrapados por semanas en una isla desierta); ambas dirigidas por mujeres valerosas (Liliana Cavani y Lina Wertmüller, respectivamente) que no se conformaban con reproducir los roles establecidos.
‘Parigi’ fue popular entre el gran público por su soft porn (atrevido entonces, risible hoy), pero su trascendencia es mucho mayor. Bertolucci se cuestiona con la seriedad de su arrebatador arte, sobre los límites del amor y el deseo; la plausibilidad de la felicidad, el misterio de la pareja amorosa y la fidelidad.
Generalmente, el observador superficial se va con la historia de Paul y Jeanne, y sus exploraciones levemente bondage en el departamento furtivo conjetural. Pero en paralelo presenciamos la historia de Rosa y Paul (el film comienza con el suicidio de ella, en el hotelucho que es su hogar)… Y la de Jeanne y Tom (su novio formal, cineasta en acción).
Todas esas historias dialogan entre sí, se interpelan, nos cuestionan y desafían nuestros prejuicios sobre el tema, a cada paso. De ahí nuestro ligero estado de incertidumbre y malestar moral con que transitamos todo el film, el cual acaba mal, muy mal para todos los involucrados (nosotros incluidos).
—”Even if the husband lives 200 fucking years, he’s never going to be able to discover his wife’s real nature”, se dice Brando en la escena cumbre del film (cuando dialogó con el cadáver de Rosa), devastadora y enternecedora. ‘Parigi’ es una enormísima película… Reducirla a materia prima de un escandalito de ocasión de “redenautas” ociosos que se creen jueces, es una gran injusticia.
En los años 80, cuando compré un VHS original de “The Last tango in Paris”, descubrí que hay una versión para el mercado estadounidense, más light: Brando y Schneider escogen mobiliario para el departamento (lo que rompe con una de las premisas de ese ‘refugio’ sexual y emocional), y la mayor parte del soft porn es suavizada… Para nuestra fortuna, nosotros vimos en México, en su momento, la versión europea.
OTROS FILMES
‘Last emperor’ (el trazo histórico al servicio de la Revolución China), ‘Stealing beauty’ (drama erótico que hizo prácticamente la carrera de Liv Tyler), ‘Luna’ (incesto entre madre e hijo en el marco de una severa adicción a la heroína), ‘L’assedio’ (romance a cambio de libertad del marido), ‘The Sheltering sky’ (no tan lograda traslación de la novela de Paul Bowles), son todas interesantes, pero definitivamente menores.
‘The Dreamers’, sin embargo, es muy interesante: El 68 francés, la protesta por el cese en la Cinémathèque y un triángulo erótico parisino… ¿Qué más se puede pedir? Sin alcanzar las cumbres de su ‘Parigi’ pero superior a la ligeramente malograda ‘Sheltering sky’, ‘The dreamers’ es un muy recomendable platillo cinematográfico, en especial para sesentaiocheros y cinéflos.
Como es usual en el gran maestro italiano, el drama erótico nunca es sólo sexo y transgresión (pese al fuerte aroma del incesto); nuestros héroes, además, se descubren a sí mismos y sufren por dicho reconocimiento, una profunda transformación que aquí casi resulta fatal.
Bertolucci usa como marco el 68 francés, en particular las protestas por el cese de Henri Langlois de la Cinémathèque française, para mostrarnos a un estadounidense y dos gemelos franceses (hombre y mujer), estudiantes radicales y rijosos, amantes y cinéfilos.
Y todo pasa en el marco de un delicioso ejercicio de rememoración cinematográfica, no sólo el juego erótico de adivinanzas entre los 3 jóvenes, sino el recorrido visual y auditivo de citas y referencias que Bertolucci nos regala durante el film. Agreguen al guiso una sensacional banda sonora (68 everywhere!), actuaciones convincentes y una decente producción.
Alberto Monroy / @iskramex
Citando a un clásico: “Estudió cómo cogen las ballenas en la Universidad del Congo; cumplirá 96 años el próximo verano”.