jueves 21 noviembre, 2024
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«TENGO ALGO QUE DECIRTE» Vacaciones

 

Decidimos aventarnos un viaje con los amigos por el sureste del país y descubrir las maravillas que regala todos los días. Conseguimos donde quedarnos y rentamos una camioneta para explorar en el plan más tranquilo las zonas arqueológicas y cenotes. Cinco de nosotros nos fuimos a la playa y de regreso, nos hacen la parada en un retén.

Obedeciendo instrucciones me hice a un lado y en cuestión de minutos, esos policías, guardias o lo que sean, grandes, pelones y tatuados, nos piden bajar de la camioneta con palabras altisonantes. Eran la 4:00 de la tarde y nosotros con chanclas, trajes de baño y lo que te pones por arriba mientras que llegas a casa a bañarte. Mi novia, cuando podía, se acercaba a mí para pedirme calma y hacer caso a las indicaciones. En ese momento, pude enviar un mensaje al chat de amigos con la ubicación diciendo: “nos pararon en un retén, estamos bien”. Pasan las horas y los guardias siguen buscando en nuestras personas, maletas y en cada rincón oculto de la camioneta algo, lo que sea… llegaron a meterse arena que había en los tapetes de la camioneta en la nariz tratando de probar que era coca.

“Ya nos los chingamos, ¡miren!”

“Es solo una pipa”. Mi amigo había comprado una de esas pipas labradas en madera como recuerdo.

“¡Pero tiene indicios de que fumaron mariguana!”

Sonreí de los nervios y la tontería que escuchaba…

“¡Cállate güerito, de mi nadie se burla! ¿Qué te pasa? ¿Qué? ¿Qué quieres que haga’”; poniendo su mano en la pistola que llevaba en la cadera.

Mi amigo pide ir al baño y le indican que puede hacerlo en una caseta a unos cuantos metros. Empieza a caminar y veo cómo al que le dicen capitán le hace una señal a otro. Cuando regresa con nosotros, no tardaron en meterse al baño para revisar.

Nosotros susurrando:

“¿Por qué entra ese tipo al baño?”

“No mames.. van a decir que te metiste algo por el culo!”

Sale un cadete gritando: “¡ahora si mi capitán, mire lo que encontré!” y le enseña una bolsa que alcanzamos a ver a lo lejos en la que dicen que hay mariguana, LSD y heroína. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue enviar otro mensaje al chat: “Avisen a nuestros papas, ¡YA!”

La reacción inicial de nosotros tres fue defendernos diciendo que no era cierto, que eso no podía ser y conforme nuestras voces se fueron alzando, en cuestión de segundos, estábamos rodeados por cinco sujetos, las dos mujeres separadas con otro a punta de pistola.

Seguíamos a la orilla de la carretera y llovía. Llega más personal del ejército y patrullas. Parecía que habían atrapado a “El Chapo”. Mi novia solo pedía que por favor nos dejaran, que no era cierto, que le permitieran hacer una llamada a su papá para decirle que no estaba desaparecida.

Ahora sabemos que un amigo del alma llamó a mi papá en el momento que recibió el mensaje solicitando ayuda y que de inmediato se empezó a mover llamando a los otros y buscando personas conocidas para mover lo que fuera necesario. Pudieron hablar con un diputado, con directores de la policía y lo único que recibían de respuesta es que no estábamos en ningún retén, no sabían de nosotros.

A las 10 de la noche, aún con chanclas y de pie, sin comer ni beber agua, esposan a mis dos amigos, meten a las dos mujeres en una patrulla con una mujer policía, y a nosotros tres nos suben en la parte de atrás de una pick-up. Me da escalofríos contarte que cuando le dijeron que a mi novia que se subiera a la patrulla, nos volteamos a ver dándonos un abrazo distante lleno de desesperación. La adrenalina de miedo y la impotencia te llena el alma, y es entonces cuando te permite sencillamente obedecer y ahogarte en las lágrimas.

“¿A dónde las llevan? ¿A dónde nos llevan?”

“Despreocúpate niñito, no les va a pasar nada. Vamos a la MP (Ministerio Público) a que los fichen”.

Años de estudio de derecho y sabía que todo, TODO lo que nos sucedía era totalmente ilegal y no podíamos hacer nada más que desear que eso fuera cierto.

Mi novia en la patrulla le pedía a la policía mujer buena onda (que en verdad era la menos peor y no buena onda) que por favor le dijera que estarían bien. Mi amigo acusado por ir al baño y tener bolsas de droga dentro de su cuerpo, sólo pedía que no nos desaparecieran. Sus respuestas eran gritos para que guardáramos silencio. Continuamente sentía vibrar mi celular en mi pantalón y no podía contestar. Pude pocas veces, deslizar mi dedo sin que se dieran cuenta para que quien estuviera del otro lado del teléfono escuchara las conversaciones.

Se apiadaron de nosotros y nos metieron en la camioneta pues la lluvia era más pesada.

Llegamos al MP y sentí alivio al ver a mi novia ahí aun cuando no podíamos tocarnos ni hablarnos. Nos desnudaron, sacaron foto, quitaron todo lo que llevábamos, nos dieron una botella que llenaron con agua del grifo, a las dos mujeres las metieron en una celda y a nosotros nos separaron en tres distintas. Escuché a alguien decirme que cuidara mi agua porque no nos darían nada más. Me metieron en la que consideran están los personajes más peligrosos. Al entrar dije ”buenas noches” sin pensarlo a lo que me respondieron todos con enojo que qué tenían de buenas. Me senté abrazando la botella y en unos minutos le ofrecí el agua, la cual se repartieron entre todos. El que estaba a mi lado me preguntó por qué estaba ahí y después de contarles, estaban de acuerdo que “no se valía” y que “qué poca madre”. Le pregunté por qué estaba ahí y me contestó: “por asesinato”.

No puedes preguntar la hora porque los policías juegan a volverte loco. Te repiten que es la misma hora o te la cambian para atrás aun cuando sientes que pasan los minutos y horas. De repente, llamaron mi nombre para cambiarme a otra celda con gente borracha diciéndome “fresita”. Sabía que estar ahí fichado podía hacer más fácil nuestro rescate, pero, aun así, mantienes en tu cabeza que algo más malo puede suceder.

A las 2:00 de la mañana, escucho que llaman los nombres los otros y minutos después, el mío, abriendo las puertas de la celda para caminar por un pasillo largo. A lo lejos, alcancé a ver a un abogado que estaba haciendo todos los papeles necesarios y el amparo para salir de ahí.

Finalmente, pudimos hablar con nuestros padres. El mío preguntaba continuamente que si estaba bien, que si no me habían golpeado. Las historias que les hicieron llegar fueron desde que “habíamos chocado con un tráiler y no sabían cómo estábamos”, hasta que “habíamos golpeado policías”. En el retén negaban que estábamos ahí. No tenían manera alguna de saber de nosotros ni qué estaba sucediendo. No puedo imaginar su angustia. El sólo escuchar su voz desencadenó en el llanto todas las emociones reprimidas durante 12 horas de pesadilla. Regresamos a la ciudad en el primer vuelo disponible para abrazarnos y sentirnos vivos.

Hoy puedo decir que somos afortunados de enviar ese primer mensaje, de la respuesta de amigos y familia, de tener conocidos que podían solicitar información y me pregunto, ¿cuántos no tienen la misma suerte? ¿A cuántos desaparecen, secuestran y matan de esta forma? El miedo se ha instalado en nuestra sangre y no podemos salir de la misma manera que antes.

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