domingo 24 noviembre, 2024
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«RIZANDO EL RIZO» Las penas de Manuel de Lardizábali

 

La administración e impartición de justicia en nuestro país atraviesan por un momento de desconfianza y poca credibilidad. El momento histórico nos exige preguntarnos profundamente sobre los fundamentos de estos procesos, así como analizar a fondo la función de la pena en la reinserción social. Si bien es corta, la obra de Lardizábal, jurista novohispano precursor de la Independencia, nos presenta una aproximación interesante al tema de la regulación de las penas. Hay dos factores que no pierde nunca de vista: la importancia de su humanización y la garantía que éstas deben proporcionar a la sociedad en materia de seguridad y reducción del crimen. Lardizábal analiza desde la filosofía moral los alcances del delito, con la intención de imponer penas más justas y acordes con la naturaleza de la falta, preocupación de los sistemas jurídicos occidentales. De manera expresa, el autor del Discurso presenta sus reflexiones como el producto de “las luces que ha adquirido”, contemplando la influencia de las ideas en boga en el clima europeo que le permiten cuestionar ciertos elementos de la constitución del sistema jurídico hispánico.

La obra se divide en cinco capítulos, el primero de los cuales está destinado a la naturaleza de las penas, su origen y la facultad de establecerlas y regularlas. Comienza su disertación con la ya conocida distinción entre el crimen y el delito, recordando que este último, cuando se efectúa de manera intencionada y afecta a la sociedad, debe ser corregido por el Estado. En un segundo capítulo, Lardizábal trata las cualidades y circunstancias que deben concurrir en las penas para ser útiles. A su parecer, éstas deben ser públicas, proporcionales a los delitos, prontas, irremisibles, lo menos rigurosas posible y dictadas por la misma ley. En su tercer capítulo, el autor resalta que la prioridad de las leyes debe ser evitar los delitos en vez de castigarlos. Sólo de este modo podrá la ciudadanía vivir con tranquilidad.

En su cuarto capítulo, se cuestiona cuál debe ser la verdadera medida de las penas y los delitos. Lardizábal aboga en todo momento por la moderación, recordando que un buen gobierno no es una tiranía. Para poder asignar penas correspondientes a los delitos, de acuerdo con el autor, se debe comprender cuál es la naturaleza de estos, para lo cual establece una serie de criterios a evaluar: el nivel de conciencia del delincuente al cometer la falta; las causas que estimulan el delito; la reincidencia; y la relación existente entre el delincuente y la víctima.

Finalmente, en el último capítulo de la obra, Lardizábal analiza los diversos géneros de penas y la conveniencia de su uso según su posible beneficio para la República. Al referirse a las penas corporales, aquellas que causan dolor o incomodidad, el autor sostiene la abolición de las mutilaciones y los azotes. Lardizábal también aboga por evitar los presidios y arsenales, por moderar el uso de la cárcel y por el uso cauteloso del extrañamiento. Sobre las penas pecuniarias, el autor apunta que éstas deben ser proporcionales al delito. El tormento como pena y como medio para conseguir información, dice Lardizábal desde entonces, debe erradicarse, tanto por su excesiva crueldad como por su ineficacia.

Es verdad que la pregunta de ciertos elementos presentes en el proceso se hace de acuerdo con las exigencias de los tiempos, las ideas ilustradas y las preocupaciones impulsadas por el Estado borbónico en materia de reformas. Sin embargo, su aplicación consciente y clara no llegó a tener los alcances esperados por el autor, aunque sus ideas sí tuvieron presencia en discusiones mayores. La tortura y los tratos y penas inhumanos y degradantes siguen siendo una realidad en nuestro país. ¿Por qué es tan difícil conciliar con ideas en favor de la dignidad humana que llevan circulando el mundo desde el siglo XVIII?

Manchamanteles

Estamos otra vez ante el ritual en el que se ha convertido la farsa de la Navidad. ¿Lo inalcanzable? Es el instante donde estallan el chantaje de los sentimientos y la lucidez del absurdo. ¡Prohibido ser infeliz! Renace el ideal de las familias, esas en donde no cabe la realidad que hace a lo cotidiano. Un sector del mundo se arropa en las buenas prácticas plasmadas en las idílicas ediciones del Manual de Buenas Costumbres y Modales de Manuel Antonio Carreño y el tatuaje del consumismo todo lo disimula. Los más se esconden en el barniz de lo inmediato y no la solidez perene de la laca. Por lo demás, ¡Felices fiestas!

Narciso el obsceno

El narcisismo es la trampa en donde creen que se esconden, quienes viven erráticamente. ¿Qué hay otros?

1 Discurso sobre las penas de Manuel Lardizábal y Uribe. Biblioteca virtual universal, 2003. 75 p.

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