Por. Alicia Reyes Amador
En esta poco extensa, pero compleja novela, Las indignas de Agustina Bazterrica, se relatan varias tristes y dramáticas historias, todas protagonizadas por la narradora, quien nos comparte sus memorias, escritas con su sangre, sumo de plantas y cenizas diluidas, entre otros materiales. En ellas nos cuenta, en tiempo presente y en primera persona, su nada envidiable situación.
La novela tiene una estructura casi circular, porque termina un poco más allá del tiempo en el que empieza.
A pesar de que está llena de analepsis (flashbacks), resulta fluida y nunca se pierde la coherencia narrativa.
La historia de nuestra narradora se ubica, geográficamente, en “La Casa De La Hermandad Santa”, un extraño, fascinante y tenebroso lugar, un antiquísimo monasterio de cuyos originales moradores sólo quedan cúmulos de huesos y algunas leyendas. Ahí, sólo se permite el ingreso y la estancia de mujeres jóvenes y es un ser divino terrenal, pero casi invisible, quien lo preside. Ellas viven bajo una estricta organización elaborada, vigilada y controlada a base de severos castigos y de la práctica de los valores y las relaciones personales más negativas, sembradas y promovidas entre las jóvenes, por parte de la Hermana Superior.
Otra segunda historia es la que describe la vida de la chica fuera de la Casa de la Hermandad, unos pocos amables y significativos recuerdos con su madre, quien la abandona al dejarse morir por agotamiento y hambre. Su agradable convivencia y su dolorosa separación de la comunidad de los niños “tarántula”, debiendo huir siempre de los abusos constantes de los adultos. Su encuentro con su mentor y protector, un niño apenas mayor que ella, Ulises, a quien también pierde en tristes condiciones. El afortunado acompañamiento que encuentra en Cirse, una gata que pierde también en una situación desgarradora y finalmente su arribo, del que tiene recuerdos difusos, a la Casa de la Hermandad.
La tercera historia que se desarrolla paralelamente como parte inherente a la vida de nuestra protagonista en un mundo carente de agua, de comida, de organización social. Tan destruida incluso que tratar de ir más allá de saber si hay luz o es de noche es innecesario, tener dinero es absurdo, mientras que saber sobrevivir con la ayuda de un cuchillo, es imprescindible. Es por ello la historia de la degradación de la civilización y la vida en el mundo. La agonía de la coherencia ecológica y social. De esta situación percibimos, con horror y angustia, las consecuencias de la actitud irresponsable sin compromiso alguno y la lerda visión de los gobernantes y gobernados de todas partes, también, del individuo y del género humano, tanto en su relación con la naturaleza, la vida , como su desdén por los valores y los sentimientos positivos.
Todo orden natural está trastocado, nada tiene el sentido que hoy pudiéramos entender como válido o lógico, por ello la Casa de la Hermandad es tan importante, ahí si hay un orden y un sentido de la existencia, aunque estos sean totalmente contrarios a una visión positiva de cualquier relación social, por elemental que la pudiésemos pensar.
A todos los duelos que la narradora ha sufrido a través de su historia, se suma uno último que se produce cuando ella ha logrado establecer una relación especialmente, sensual, profunda y auténtica con una chica, llena de dotes especiales, a la que rescató de la muerte y quien fue elegida, posteriormente, por la Hermana Superior para servir a “Él”. En su desesperación por no perderla busca cómo rescatarla. Es entonces que nuestra protagonista descubre lo que la autora del libro llama “el vil engranaje de la mentira”. Logra entrar a la estancia donde habita el invisible Ser Supremo y ahí observa a un hombre que, de manera impune, viola y preña a las jóvenes elegidas para su servicio y la complicidad descarada de la Hermana Superior.
El final de la historia, lleno de acciones abruptas, es un desenlace inesperado. Éste nos conduce a conclusiones diversas que van desde la urgencia de un cambio radical en nuestra relación con la naturaleza, también la reorientación del enfoque, a veces absurdo y superficial, del tema del género, las consecuencias de generar sectas al servicio de “seres superiores” terrenales o ficticios, la imposibilidad de que se sostengan estos grupos como alternativas de vida, contrarias al mundo exterior, nos conduce a percibir el tipo de sociedades fracturadas e inhóspitas que estamos ya, generando como legado histórico para quienes habiten el mundo en pocos años.
También aparece la comprometida propuesta que ofrece la autora como alternativa positiva a los dos horribles escenarios en los que ha puesto en escena a sus personajes y que consiste en el inconmensurable valor que juegan en situaciones de crisis, los sentimientos positivos humanos, empezando por el amor, la solidaridad, la templanza, el ejercicio pleno y consciente de la libertad, etc.
Un aspecto final que desearía dejar sentado es la primordial importancia y la función tan determinante que adquiere la escritura y la lectura en situaciones, incluso de crisis. El escrito en el que la narradora consigna sus memorias y por el que conocemos su historia, es lo único que trata de proteger de las miradas de las demás y, al final, de sus posibles verdugos.
Es una novela que debería conocer todo aquel que viva en nuestra época, este el mundo actual y en las circunstancias tan desnaturalizadas en las que nos hemos ubicado.
*Las indignas de Agustina Bazterrica, Alfaguara.