Por. Elena Chávez
Fue la mañana del 22 de enero cuando Andrés Manuel López Obrador soltó ante los reporteros que lo cubren: “A veces me gustaría irme al infierno”, dibujando en su rostro una sonrisa que, sin duda, le ha de haber fascinado al mismísimo Satanás.
Si fue broma, le puedo asegurar que no se va a quedar con el deseo. El infierno en el que se encuentran infinidad de almas tan perversas como la suya, le tiene las puertas abiertas para que entre y no vuelva a salir jamás de ahí. Su lugar se lo ha ganado a pulso, día a día, desde que asumió la presidencia de México, o tal vez, desde antes, de cuando murió su hermano José Ramón.
Ante la sorpresa de los reporteros acostumbrados a escuchar frivolidades y un sin fin de mentiras, el tabasqueño dio por hecho que en el reino de Satanás se encuentran otros hombres que en vida fueron tan perversos como él, que con sangre fría, como la suya, asesinaron a mexicanos inocentes. A mi mente vino el nombre de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría que ordenaron la muerte de los universitarios en 1968. ¿A quién más podría haberse referido el inquilino de Palacio Nacional? ¿A Manuel Bartlett?, no lo creo porque está vivo y haciendo negocios sucios como director de la Comisión Federal de Electricidad.
“A veces quisiera irme al infierno para ver a cuántos me voy a encontrar ahí, incluso hasta de los que se sienten santificados, nada más por eso me gustaría ir”. ¿En serio? ¿Quién o quiénes de los políticos que ha conocido a lo largo de su trayectoria criminal se ha sentido santificado? Al único que conozco que se siente el “ungido” del Padre es a él mismo, como lo describo en mi reciente libro El Gran Corruptor, donde doy a conocer a los mexicanos de un ritual en la ciudad de Cuernavaca, donde un grupo de charlatanes presididos por Hugo Éric Flores, lo bautizaron con agua, no con el Espíritu Santo, como el elegido de Dios.
Así es estimados lectores de Mujer es Más, fue antes de que López Obrador ganara la elección presidencial de 2018, cuando el grupo de pastores se lo llevaron al estado de Morelos para hacerle un ritual satánico, en donde le aseguraron que todas las acciones que emprendiera como presidente de nuestro hermoso México, le serían perdonadas por el Altísimo, así fueran los más de 173 mil muertos que lleva con su política de “abrazos y no balazos”, arropando al crimen organizado y desprotegiendo a la población civil que le generan carcajadas.
No voy a contarles el capítulo completo porque siempre es mejor y más ilustrativo leerlo, por lo que, aprovecho para invitarlos a adquirir el libro para, por si mismos, se den cuenta de que el hombre que ha gobernado por cinco años y casi dos meses, es un demonio que estará en el infierno cuando termine su vida terrenal.
Dicen que cuando le pides al universo un deseo con fervor te lo cumplirá. En el caso de López Obrador no necesita pedirlo, como lo dije líneas arriba ya lo tiene ganado porque sus acciones como presidente de la República lo han condenado. Ya hablé de los muertos que carga sobre sus hombros, fruto de su adoración a los cárteles de las drogas, pero también hay muchos otros ejemplos de la maldad que lo envuelve.
Empecemos.
Dejar sin medicamentos a niños y mujeres con cáncer. De acuerdo a datos proporcionados por padres de familia han muerto mil 600 pequeños que vieron apagar su vida entre el dolor y la agonía.
Desestimar la pandemia del COVID-19. Como en todo en este gobierno, los muertos por el virus también se convirtieron en cifras escondidas en el cajón del entonces subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. No obstante, la UNAM y otros organismos de salud, así como el Inegi, hablaron de alrededor de 800 mil fallecidos, muchos de ellos, por cierto, cobran la pensión de Adultos Mayores.
Interminable lista de desaparecidos. Una raya más que le cumplirá su deseo al presidente de irse al infierno son los desaparecidos que son buscados por sus madres con picos y palos abriendo la tierra donde piensan están sepultados. Son pocos, diría en una mañanera el tabasqueño; 12 mil dijo su secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, para ser desmentida por las víctimas, son 111 mil los que no aparecen.
Y si le sumamos las 61 masacres de jóvenes que han perdido la vida en manos del crimen organizado ¿creen que tendrá oportunidad de salir del infierno si no aguanta el calor del fuego?
Su corrupción y la de su familia que, como nunca antes jamás, se ha visto en esta administración a plena luz del día porque al saberse protegido por la justicia se burla e insulta a quienes han exhibido sus robos.
La intención de erosionar de una vez por todas nuestra democracia enviando a unos meses de terminar una veintena de iniciativas, la gran mayoría constitucionales, para clavarle un puñal más al país y tratar de esclavizar y empobrecer a las clases medias.
Este deseo del presidente de “irse al infierno” es compartido por millones de mexicanos que esperan que antes de viajar al averno pague en este mundo sus delitos, en menos de cuatro meses lo sabremos…