Por. Cut Domínguez
Autogol
Pregonó todo el año su deseo de irse de vacaciones. Las necesito, dijo. Día a día organizó todo y aseguró que viajaría sólo. Se mintió. A ella la metió en la maleta y la noche anterior a su partida su deseo se esfumó como el humo de un cigarro. Jamás compró el boleto de avión.
La mariposa amarilla
La invitó a conocer el pueblo donde había nacido. Al llegar a un remanso de agua pura, en medio de las montañas guerrerenses, contó. En lugares como este, cuando éramos niños, frotábamos dos pequeñas ramas de pino, pensabas en el animal que te gustara más y te convertías en él ¿Quieres intentar? Ella aceptó el desafío. Hoy los lugareños de una pequeña comunidad, Tierra Blanca, dan razón de escuchar por las noches, en lo alto de las montañas, tristes aullidos de un viejo lobo gris; aunque eso sí, ven volar con frecuencia una bella mariposa amarilla.
Un hombre normal
Hacía tiempo que se había librado de una terrible enfermedad. Un individuo cuya voz apagada y presurosa como un reloj envuelto en algodón eran, entre otras, secuelas que lo envolvían como pestilente aroma de mala mujer abandonado en el aire. Decidió entonces que el vino sería su mejor compañía, y así alguna vez le preguntaron de su apego a la bebida a lo cual respondió. Amo con más pasión a los unicornios, pegasos, sirenas, ninfas…Soy alcohólico, como la gente normal.
Como dos rayos de luz
Ella se comunicaba con el lenguaje de signos y estaba por celebrar su cumpleaños, él había nacido ciego y confesaba su amor con arrebato. Un día antes de la fecha esperada, llevó a su casa un ramo de las flores de su preferencia, acompañado de un papel lila que guardaba las siguientes líneas: Lo que falte por decir te lo dirá mi piel, te veo mañana.