lunes 20 mayo, 2024
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«SEXTO SENTIDO» Con ‘Chente’ Fernández, muere una generación de machos mexicanos

Fotografía y texto. Adriana Luna

El charro bragado que vence la pobreza con duro trabajo, que enamora a las mujeres cantándoles con un tequila en mano, que las compara con yeguas y hasta se da el lujo de llamarles mulas, mientras ellas aplauden felices, ha muerto con Vicente Fernández. Las generaciones cambian, con el deceso de Chente se entierra a toda una generación de machos mexicanos.

Vicente Fernández era pueblo, la gente de todas las clases sociales lo amaba. ‘El Charro de Huentitán’ era como Pedro Infante en ‘Nosotros los pobres”, vence la pobreza con trabajo arduo; logra codearse con los más poderosos sin perder la sensibilidad. Esa narrativa tan explotada en el cine y en la literatura, le funcionó.

Chente deja una lección de vida a todo mexicano, hay que prepararse para la muerte. La mayoría evade hablar del día en que morirá, en contraste, el patriarca de los Fernández dejó claro cómo quería su despedida, nada de andar paseando su cuerpo de un lado a otro. ¡Ya había viajado demasiado toda su vida! Quería descansar para siempre en el Rancho Los 3 Potrillos, ahí se le construyó un mausoleo.

La mañana después de su muerte, una parvada de cardenales revoloteaba a las puertas del rancho como despidiendo a Vicente. Al descansar en su rancho se logran varios aspectos, el cuerpo del cantante estará seguro, sin riesgo de que alguien quiera profanar su tumba y robar sus restos; también las personas que visiten el lugar podrán ver su última morada.

El cuerpo de Chente aún estaba caliente cuando los políticos ya estaban organizando homenajes póstumos para que las luminarias los enfocaran, aprovechando el fervor del pueblo. La familia Fernández mandó a volar a los diputados jaliscienses que los querían ver en el Congreso unas horas después del entierro. En Guadalajara (donde nació, Huentitán) y en Tlajomulco de Zúñiga (su último recinto) están tramitando renombrar a dos avenidas con el nombre del artista.

¿Por qué la gente amaba tanto al cantante por todo el mundo, incluso por quienes no son hispanohablantes?

Además del personaje que dejó atrás la pobreza, Chente implementó una nueva forma de interpretar la música ranchera. Con frecuencia lloraba durante las grabaciones, su don, algunos dicen divino, era transmitir sentimientos de amor y de desamor: a la mujer, a la mexicanidad, a la patria.

Vicente Fernández fue generoso con su gente, se abrieron las puertas de su casa durante su vida y en su sepelio. Llegaron fanáticos en autos de lujo, al igual que se bajaban del camión miles de seguidores y caminaban hasta la Arena donde se velaban sus restos. Arribaron personas de distintas partes de Jalisco, México, Sudamérica, Norteamérica y Europa, tan sólo para decirle adiós y gracias, aunque fuera a varios metros de distancia. En tan sólo dos días se estimaron casi 120 mil personas que acudieron con duelo al rancho. En el homenaje de cuerpo presente, Alejandro Fernández cantó ‘Amor de los dos’ mientras abrazaba a su madre, eso también lo pidió Chente. Los medios de comunicación tuvieron un trato digno, dando facilidades para la cobertura informativa, aunque siempre bajo el criterio de la familia. No era extraño ver a los reporteros escribir sus notas con un nudo en la garganta, en algunos rostros rodaron lágrimas y cantaban todas las canciones más famosas de Vicente, que conocían desde su infancia. La despedida al cantante era la nota que nadie quería escribir o transmitir.

Vicente no quería que su familia se peleara su herencia, por lo que dejó totalmente estipulado el destino de su legado. Aunque tenía 81 años y estaba enfermo, todavía era la fuerza que movía a sus hijos, nietos y bisnieta. Doña Cuquita recibió también la ovación de los asistentes y una calidez pocas veces vista.

Si ya en vida era una leyenda, ahora se vuelve un personaje celestial para muchos. Un personaje mítico. Es uno de esos personajes que sin duda no requiere que transcurran diez años, para ser promovido en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Pero ya no habrá otro Chente, es irrepetible. El mexicano viril, fascinado por el cuerpo femenino, que siente con todo el corazón tanto el amor como sus fracasos. Ese hombre que bendice a la mujer divina, aunque sea su victimaria. El mítico Vicente, con errores humanos, perdonado por todos, sigue siendo el Rey.

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