domingo 05 mayo, 2024
Mujer es Más –
BORIS BERENZON GORN COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RIZANDO EL RIZO» ‘¿El metaverso? Huyendo de la realidad’

A Paola Berenzon… maestra habemus 

Por. Boris Berenzon Gorn

El icónico e incisivo Ingmar Bergman en su primero guion, y luego película Las mejores intenciones (1992, Tusquets) como en casi toda su obra, hace una provocación de lo cotidiano y de aquellos que buscan simplonamente evadir la realidad haciendo eco a su sentencia. “Si quieres un buen drama, su mejor atmósfera es la familia” y así Bergman se mofaba de quiénes pretenden escapar de la cómoda camisa de fuerza que es la realidad incluso desde las buenas intenciones. 

Como cualquier imperio, el de los gigantes tecnológicos se sostiene sobre un mito que lo ensalza con componentes nobles, divinos y casi alegóricos. Quizás se presuma que el designio de los dioses señaló a las empresas de Silicon Valley y a sus cabezas como las abanderadas en el camino hacia el progreso de la humanidad -eterna aspiración imaginaria de los seres humanos, y por ello inalcanzable- pero se sostiene en lugar de lo anterior, que el motor que mueve sus intereses está formado por causas desinteresadas tan puras y unánimemente aclamadas como la democracia, la justicia y la libertad misma. Es en nombre de esos valores que hoy se cocina un universo que nos ayudará a todos por igual —pobres, frustrados, abyectos o simplemente insatisfechos— a escapar de los lastres de la “realidad”, con dirección hacia la tierra prometida. 

Si cualquier millonario con seducción e intención de hacerse rico vendiéndoles a los menos letrados nuevos espejitos, llegara ante nuestra puerta ofreciéndonos un boleto hacia un universo paralelo donde finalmente alcanzaremos todos los placeres y nos veremos liberados de nuestro cuerpo terrenal, pensaríamos de seguro que está loco o que quiere que nos unamos a algún culto, y vaya que hay varios. En el mejor de los casos, desconfiaríamos un poco de él. En el peor, nos parecería que es parte de una secta que quiere llevarnos hacia alguna suerte de atentado colectivo contra la propia vida. 

Pero el carisma no funciona así. No es lo mismo que este mensaje nos lo dé Hitler o Stalin en persona a que nos lo entregue alguien tan “generoso” y a todas luces “benevolente” como lo es Mark Zuckerberg. ¿Qué mal puede querernos causar el hombre que nos permite comunicarnos diariamente con esos amigos de la primaria a quienes, sin su tecnología, habríamos olvidado? ¿Qué beneficio puede desear a nuestra costa un joven emprendedor que ha favorecido al mundo entero con la capacidad de mediar nuestras acciones más triviales? 

La idea de este nuevo universo / paraíso terrenal donde todos nuestros pecados serán expiados y podremos liberarnos al fin de los lastres del cuerpo que se nos ha dado en calidad de cruz es el mito que llevó a Facebook a cambiar de nombre a Meta. La compañía tiene muy claro que su red social fue apenas la punta de lo que será el enorme iceberg con el que está chocando la humanidad. Hay quienes dicen que la modificación responde a una lavada de cara como respuesta a tanto escándalo que ha pasado Facebook, pero, seamos honestos, ¿a quién le importan tantas manchas en el buen nombre de la compañía? La gente igual sigue adherida veinticuatro / siete a las plataformas de la empresa.

Los mitos que sostienen a estos gigantes están a punto de multiplicarse. Iniciaron con la democracia, la libertad de expresión y el acceso a la información. Esos tres grandes valores son los que en el discurso mueven a los gigantes de Silicon Valley. No importa que unos cuantos locos griten y nos muestren que lo que en realidad están haciendo es lucrar con nuestra privacidad, con nuestros datos y con nuestra vida misma, seguimos creyendo que gracias a estos hombres obscenamente millonarios estamos en el punto más alto de la utopía. Las fallidas “buenas intenciones” de las que hablaba Bergman.

La fantasía se está profundizando. Hoy Facebook ve su futuro en el metaverso, un término usado por primera vez por el escritor Neal Stephenson en los noventa para describir universos virtuales donde los usuarios interactúan mediante avatares. Este tipo de entornos no es nuevo; aunque llevan años existiendo, la compañía pretende perfeccionarlos. En ellos, tiene lugar una representación de la realidad y sus objetos, misma que el usuario puede disfrutar mediante un avatar que, como cada cosa en ese mundo, tiene un precio. En otras palabras, un metaverso es un mundo virtual donde el individuo puede saciar sus sedes y paliar sus frustraciones mediante una representación de sí mismo. Todo es, por supuesto, poco más que una proyección, pero las emociones son reales, como es real el dinero que se necesitará invertir para gozarlas. Dinero o quizás datos. 

Si las redes sociales son ya hoy por hoy una puerta de escape de la realidad, el metaverso será una versión perfeccionada de este salto por la borda. Si lo digo hoy no seré el primero: estamos hablando de la versión renovada de los fumaderos de opio. Este término ya ha sido utilizado por la publicación oficialista china Economic Information Daily, que se refirió a los videojuegos como “opio espiritual”. Valga decir que estos juegos serán vistos en el futuro como los precursores del metaverso. 

Ya en 2016, Wagner James Au, de Wired, se refería a la realidad virtual como el nuevo opio de las masas. Pero, además, mostraba la gravedad del problema por venir al señalar que figuras como Palmer Luckey —fundador de Oculus Rift, empresa de realidad virtual— decían que llevar estos universos a las masas era un “imperativo moral”. Es decir, que para liberarlos de los sufrimientos propios de la pobreza, la injusticia y la desigualdad hacía falta que unos cuantos millonarios acercaran a ellos las puertas de este paraíso en vida. 

Psicóticos millonarios que se piensan Dios; masas adictas a una tecnología que no pueden pagar y que pagan con su privacidad, sus datos y su propia vida; y legislaciones incapaces de defendernos son apenas algunos de los ingredientes que acompañarán este mundo por venir. Finalmente Silicon Valley nos “rescatará” de la realidad y seguramente el costo no será nada barato. 

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

Han sido muchas las simulaciones de distintos gobiernos y poderes supuestamente enfrentando a gigantes tecnológicos como Facebook, hoy Meta. Sin embargo, la realidad es que estos poderes poco hacen para frenar un avance a todas luces transgresivo del individuo y las libertades; el dinero sigue primando y las instituciones más poderosas de países como EE.UU. parecen un órgano decorativo y desdentado al lado estos nobles y desinteresados emprendedores. 

Narciso el Obsceno

Narciso me acerco, Narciso corre… le da pánico escuchar el acercamiento. Para Narciso amar es morir.

 

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