jueves 09 mayo, 2024
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«RIZANDO EL RIZO» “Ya traen otro chip”

Por. Boris Berenzon Gorn

¿Cuántas veces no hemos escuchado, ya sea de manera sarcástica, ya sea muy racionalmente, aquella frase hecha que asegura que las nuevas generaciones, sabiendo que siempre hay nuevas, “ya traen otro chip”? Es un lugar común para algunas personas de edad más avanzada el maravillarse frente a las habilidades tecnológicas que los más jóvenes parecen tener “de nacimiento”. Curiosamente, estos nuevos superpoderes se refieren la mayor parte de las veces a destrezas relacionadas con el uso de dispositivos electrónicos destinados al entretenimiento (todo, por supuesto, con sus honrosas excepciones). Parece ser que conocer todas las funciones de WhatsApp, hacer más vistosa una publicación en redes sociales y personalizar los smartphones al gusto son las capacidades más valoradas hoy en día.

Las nuevas tecnologías han cambiado por completo nuestra vida en sociedad. En la actualidad no sabemos estar quietos si no permanecemos conectados ni concebimos un mundo donde las comunicaciones tardan días en concretarse. Navegamos con la bandera de lo inmediato como absoluto y rechazamos todo aquello que no ofrezca un estímulo instantáneo con el solo poder de un clic. Para quienes nacimos antes de los 90, la vida no siempre ha sido así. Es cierto que la transición implicó cierto grado de dificultad (mayor o menor, según la familiaridad con la tecnología); sin embargo, esta nueva vida no ha tenido difícil la labor de conquistarnos. Y es que dentro lleva una sensualidad fecunda destinada a conquistar a todo aquel que carezca del pensamiento crítico y analítico necesario para ver con incredulidad la cadena de estímulos inagotables que la web 2.0 nos ofrece. ¿Existirán aun otras sensualidades?

Dicha sensualidad, nueva para algunos, ha sido el seno en el que se han criado estas nuevas generaciones que “ya traen otro chip”. Y este es un chip que, desprovisto de la idealización que suele envolver a la web 2.0, es poco más que el de la inmediatez y los estímulos instantáneamente satisfechos. El mensaje que hoy por hoy enviamos a los más jóvenes es que no hay necesidad de cultivar la paciencia, que todo puede resolverse mediante un clic, que la privacidad no es valorada y que lo más importante en la vida es permanecer conectado de forma artificial, aunque en realidad estemos profundamente desconectados de quienes nos rodean.

Para Michel Desmurget, autor de La fábrica de cretinos digitales, todo el mundo habla del famoso “otro chip” que presuntamente llevan de nacimiento las nuevas generaciones, pero “nadie es capaz de decir qué es con exactitud lo que saben”. Es decir, se presume mucho de su nuevo conocimiento, ¿pero a qué es precisamente a lo que alude? ¿A la capacidad de usar una consola de videojuegos? ¿A la familiaridad con los stickers de WhatsApp? ¿A la habilidad de colgar videos en TikTok? De acuerdo con el filósofo, muchos presumen que estas generaciones son buenísimas con las computadoras y en la búsqueda de información; sin embargo, apunta, “los estudios lo desmienten”. Al respecto, cita una investigación de la Comisión Europea, según la cual “la escasa competencia digital de los estudiantes” es el principal obstáculo para digitalizar las escuelas. 

El mito generado en torno al “otro chip” se ve deslustrado por hechos preocupantes, como la carencia cada vez mayor de un vocabulario variado en la lectura y las dificultades cognitivas detectadas por los maestros. De acuerdo con Desmurget, quien refiere un estudio de la Universidad de Stanford, la generación digital tiene tal deficiencia para extraer información de la red que esta podría considerarse “un peligro para la democracia”.

Resulta curioso que la desinformación —comúnmente asociada con adultos mayores cascarrabias y señoras de edad aisladas en la nada recibiendo cadenas de WhatsApp— sea en realidad un peligro inminente para las generaciones que coronamos como herederas de todo el esplendor del conocimiento que ha acumulado la humanidad. Es una ironía, sin duda, que quienes reciben en sus manos el cofre con todos los secretos de la especie no tienen idea de cómo abrirlo ni de cómo leerlo ni de qué hacer con él. Y es que hemos permitido que las corporaciones se apoderen del que podría haber sido en realidad el parteaguas que nos llevara a un mundo democrático y superavanzado. Así, las nuevas mentes ven este cofre y todo lo que piensan es grabar un video para TikTok con él o tomarse una selfie posando a su lado. 

Por supuesto que tampoco se trata de estigmatizar. Estas generalizaciones nunca pueden ser positivas si se piensa que aluden a la totalidad. Sin embargo, es cierto que para salir de este ciclo en el que están metidos “de nacimiento”, los más jóvenes tendrán que ejercer un esfuerzo extra. Será enorme el esfuerzo de negarse a la educación que les han dado los dispositivos electrónicos, que han hecho las veces de padres porque los de carne y hueso estaban muy estresados o muy hartos para hacerse cargo de la verdadera educación. 

A veces me sorprendo, no sin nostalgia, pensando falazmente que todo tiempo pasado fue mejor.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

El tenista Novak Djokovic pretendió moralizar y colocarse en un escalón superior a la gimnasta Simone Biles, asegurando que ella había renunciado a una competencia por no saber manejar la presión. Al poco rato, Djokovic acaparaba la atención por dar una cátedra de cómo vivir bajo presión destrozando una raqueta en público. El que pretendía aleccionar pone el ejemplo con un comportamiento poco digno de un atleta olímpico. No cabe duda de que antes de moralizar hay que empezar por la propia casa.

Narciso el obsceno

Narciso se especula capaz de resolverlo todo, aunque en su juicio haya pocas soluciones. En medio de la crisis, desorientado, sigue pensando que hay certeza donde solo hay una inmerecida confianza que hace aun más cruel la incertidumbre.

 

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