jueves 25 abril, 2024
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«TENGO ALGO QUE DECIRTE» La costumbre

Por. Citlalli Berruecos

Pasan los días y las palabras no nacen. Es un bloqueo ante la amenaza cada vez más cercana del virus que nos tiene a todos con miedo a respirar. ¿Cómo y qué escribir cuando todos estamos inmersos en un mar de ansiedad constante e insomnios cotidianos? Vivir en un encierro que acentúa cada vez más las emociones. Saber que, si se sale, pues muchos deben hacerlo, es bajo un riesgo que debe asumirse como una responsabilidad con todas sus consecuencias. Incongruencias: “no salgas para que no te enfermes” y “hazlo para sobrevivir y tener salud y sustento.” Y, así las cosas, con esta incapacidad de sacar lo que uno siente para no saberse más loco que ayer. ¿Será que ahora tenemos claro, aunque no se diga ni se asuma, que esto durará mínimo otros seis meses más, que las vacunas no vendrán pronto y que nos seguirán diciendo que “vamos bien” aun cuando vivimos otra realidad?

Me asusta pensar que lo que vivo hoy se convierte poco a poco en costumbre, algo que hacemos así nomás, sin pensarlo, evitando darnos cuenta que hace un año era diferente; que lo que hacemos ahora no nos gusta y que aún así, debemos de alguna manera, mantener la esperanza para volver a nuestra normalidad.

Lo normal en nuestras vidas es salir a la calle, compartir momentos con familia y amigos, ir a la escuela y al trabajo, caminar, en fin, convivir a través de pláticas, abrazos y besos. Lo que vivimos ahora no es normal. Es una realidad causada que le ha quitado la vida a miles de personas dejando mucha tristeza y vacíos en el alma. Ahora nos dicen que esto es nuestra “nueva” normalidad. No entiendo cómo se le puede adjudicar el adjetivo de “nuevo” a algo que no es lo normal.

En esta realidad que no es normal, sea como sea que la estemos viviendo, en encierro o teniendo que salir, me sorprende la falta de generosidad hacia otros. Sencillamente no entiendo que en un momento tan difícil en mi país, se tenga un doble discurso, el que presume “ayudar a quienes lo necesitan” y trata de convencer que todo está domado y no pasa nada mientras que, por otro lado, bajan sueldos o dejan sin trabajo a muchos sin aviso alguno; en el que quienes están al frente de la batalla contra el virus no tienen los recursos suficientes para protegerse mientras que el dinero de nuestros impuestos se va a trenes, campos de béisbol y refinerías; en el que se limitan las vacunas, y al mismo tiempo, se incrementa el número de contagios y muertos; en el que se pone en riesgo y al olvido a muchas empresas, que a su vez, mantienen a un gran número de familias y al mismo tiempo, vemos en primera plana, cómo exoneran casos de corrupción creando su propia inmunidad del rebaño político. Dicen que estamos bien, y que esto es normal porque así sucede en el mundo. De nuevo, no es normal. Es una realidad terrible, agotadora y triste que no puede volverse costumbre y que, al parecer, no hay acciones para mejorarla.

Y dentro de mi burbuja, lo cotidiano empieza a hacerse costumbre, desde cocinar y lavar platos hasta encontrar ese tiempo para escribir y trabajar. No quiero ese encierro anormal que nos mantiene con ansiedad aumentada por saber que los hospitales están a tope. Sin darte cuenta, te dan las 11:00 am, trabajaste, hiciste quehaceres y sigues en pijama, como si fuera algo normal. Si es esta la “nueva” normalidad, me declaro en contra de ella pues espero, con muchas ganas, en algún momento, poder salir a una realidad distinta.

Lo que tengo claro es que me rehúso a pensar mi realidad después de este encierro sin abrazos y besos. Sueño el reencuentro con mi familia y mis amigos queridos para tomar por lo menos una deliciosa margarita y reírnos de nosotros mismos como lo hemos hecho antes, y que, al vernos, podamos sentirnos más cerca que nunca. No podemos permitir que lo anormal se vuelva costumbre.

 

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