domingo 05 mayo, 2024
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«CEREBRO 40» ¿Soy feminista?

Por. Bárbara Lejtik

¿Soy Feminista?

La pregunta del millón.

¿De verdad lo soy?

Crecí en una familia de esas que se caracterizan por ser muy conservadoras, conservadora en todos los aspectos, más allá de lo que se pudiera describir como tradicional, éramos, papá proveedor, mamá encargada del hogar e hijos que asistían a escuelas religiosas. Iban a misa los domingos y anhelaban continuar con la tradición familiar, es decir, trabajo empresarial para los hombres y formar una familia para la mujer, o sea yo.

La escuela a la que yo asistí difícilmente podría ser superada en cualquier canon que describa el término, era exclusivamente para niñas y señoritas, cuyas familias se apegarán a las reglas y normas sociales. Llevábamos un uniforme al que no se le podía hacer ninguna modificación y sólo se nos permitía portar una cola de caballo, sin pelo en la cara y con un moño blanco, estudiábamos religión, mecanografía y podíamos quedarnos en la tarde para aprender labores y rezar más.

Cuando estaba en sexto de primaria se nos invito a concursar en un certamen regional de oratoria, por fin habría algo en lo que yo podría participar, negada para el deporte y desafinada como balata vieja, vi la posibilidad de ser parte de algo.

Se me ocurrió hacer un discurso que hablara sobre el papel de la mujer en la sociedad y me puse a buscar información en libros de la biblioteca escolar; recuerdo que de la única forma que se mencionaba a mujeres destacadas era como esposa o madre de algún prócer nacional o santo, incluso se repetía el mismo lema:

“Detrás de cada hombre, hay una gran mujer”.

Yo estaba muy chica y tenía muy pocos criterios en ese tiempo para discernir y para poder exponer con palabras porque me parecía tan absurda y ofensiva dicha frase.

Así es que decidí buscar por otro lado y fui a visitar a mi madrina que en ese tiempo era Presidente de Tribunal Superior de Justicia, Notaria de gran renombre, Secretaria de gobierno y Senadora de la República, entre otros puestos públicos que la hacen una de las mujeres que más he admirado en mi vida; Ella que siempre me quiso por ser su ahijada, pero que al conocer mi inquietud extendió un lazo afectivo que hasta fecha nos mantiene unidas, me prestó algunos de sus últimos discursos, obviamente eran muy interesantes aunque no adecuados para la exposición que yo tenía que presentar, lo importante fue abrir esa puerta, ver fuera del círculo que yo conocía y conocer a través de aquellas cuartillas la voz de una y varias mujeres que eran capaces de hablar por ellas mismas, de darle estructura a su pensamiento y decirlo sin miedo a pesar de no siempre ser aceptadas.

Así es que formé mi propio discurso, cité frases de mujeres que investigué y me planté en aquel escenario presidido por una cruz y un jurado implacable, a decir de viva voz que las mujeres teníamos que ser iguales a los hombres, merecedoras de las mismas oportunidades y derechos y tan valiosas y dignas de respeto y consideración como el que más.

El jurado dio su veredicto, no era malo mi discurso y lo recité con mucha pasión, merecía sin duda la oportunidad, pero si quería pasar a la siguiente fase del certamen tendría que hacer ciertos arreglos.

Los hice, lo presenté, fue aprobado y el día de la final dije lo que en realidad quería decir y no repetí el guion que se me había asignado.

Obviamente no gané, me hice acreedora a una expulsión por desobediente y me fui a extraordinario de español, todo lo que restó del año fui señalada como rebelde e insurrecta y se me negó la inscripción a secundaria.

Con ese episodio terminó mi carrera como oradora, pero no mi espíritu inconforme, mi conciencia feminista apenas empezaba.

Como en todo me identifiqué con mujeres que también buscaban respuestas y las encontramos en libros y en las historias de otras mujeres.

Me hice admiradora de muchas, desde Mafalda a Margaret Thatcher, pasando por Tina Modotti, Simone de Beauvoir, Anaïs Nin y la Princesa Lea.

No existía o no se usaba en aquella época todavía el término feminismo, como tampoco se usaban definiciones como equidad de género, preferencia u orientación sexual, diversidad, libertad de culto, capacidades diferentes, respeto a la identidad racial y mucho menos lenguaje inclusivo.

Tal vez solo existíamos las personas que pensaban que no deberían de catalogarnos ni diferenciarnos por nuestro color, preferencia o género y que creían que nadie debería de sentir miedo por vivir su existencia como realmente quisiera.

Así transcurrió la vida, padeciendo las que para mí eran injusticias en el ámbito laboral y social, sin poder entender porque los tabuladores de sueldos beneficiaban siempre a los hombres aunque desempeñaran el mismo trabajo que las mujeres y sintiéndome sumamente molesta cuando en las visitas al ginecólogo se me pedía poner mi nombre de casada en el historial médico.

Cuando los caminos de la vida me trajeron a la Ciudad de México nuevos horizontes se abrieron para mi, posibilidades y encuentros con gente que no solo pensaba que las cosas deberían ser distintas, ejercía sus puntos de vista y vivía congruente con lo que defendía.

¿Eres feminista? Me lo han preguntado muchas veces, y mi respuesta es que aspiro a serlo, que me encuentro en un proceso a veces hostil, pero honesto por vivir en libertad y con el derecho de hacer mi vida de la manera que yo quiera solo porque es mi derecho, que en ese proceso toca demostrar que puedes hacerlo y ser congruente, trabajar por ti y con más mujeres porque el feminismo no es nunca una lucha individual, aquí se trata de jalar parejo y de trabajar por todas.

Quiero ser feminista porque quiero aprender a respetar y aceptar todas las decisiones, las que quieran usar moños y rezar en las tardes y las que quieran correr maratones, estudiar carreras, modelar ropa, escribir libros, apoyo a las mujeres que decidan quedarse cuidando su hogar y a sus hijos y reconocer que eso no las hace menos o más valiosas, que las que asisten al ejército o deciden permanecer solteras o no tener hijos.

La diferencia entre ser feminista y no serlo no radica en tu apariencia, ni en tus modales, no es usar falda o pantalón, el pelo largo o corto, hablar con malas palabras o como princesa de Disney, no es fumar dos cajetillas al día o pintarse los labios de rosa.

Ser feminista es respetar todos los tipos de decisiones que toma una mujer y defender nuestros derechos, ejercer nuestra responsabilidades, defender nuestra integridad y la oportunidad de vivir seguras y libres.

¿Crees que hombres y mujeres son iguales?

Definitivamente no, no lo creo, tenemos grandes diferencias en naturaleza y en forma, en fuerza y habilidades físicas, en capacidades y en áreas de oportunidad, pero la diferencia no nos la da forzosamente el sexo, sino la esencia de cada ser humano, más allá del aparato reproductor que te haya sido asignado, tú capacidad reside en tus particulares características.

¿Te laten las feminazis?

Y allí si, cuando alguien me lanza esa pregunta doy por terminada la conversación, nadie que tenga tan poco conocimiento de la historia como para comparar un movimiento genocida y racial con una lucha por respeto a la vida a nuestra vida, libre y segura, merece que sostengamos una discusión, conmigo y con nadie.

En resumen, creo que el feminismo más allá de una filosofía es una forma de vida ahora, algo que se practica y se defiende, una forma de amor y de dignidad.

No es ser más fuertes, no es ser mejores, es tener el derecho de ser quien decidamos ser, sin competir aguerridamente, sin ser sacadas de la jugada, sin juicios y sin desventajas.

Ser feminista es honrar la vida en este planeta, animal y humana, es reconocer nuestro valor y sentirnos orgullosos todos y todas de nuestras diferencias.

Ser feminista es ser humanos, es ser inteligentes y justos, no es vivir en una guerra sin tregua.

No deberíamos necesitar de marchas ni slogans ni colores para definirnos, el feminismo no es una estrategia de mercadotecnia, ni una moda ni un partido político; Es el único camino para la vida en armonía, el respeto a la equidad de género, al origen racial, a la orientación sexual y a la libertad de culto es la única fórmula para vivir en paz y para llamarnos seres racionales e inteligentes.

En el feminismo no contendemos no somos oponentes, estamos de acuerdo y nos apoyamos.

Si soy feminista, porque tengo la certeza de que solo caminando juntos, con respeto, aceptación y trabajando hombro con hombro podemos hacer un mundo digno.

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