miércoles 15 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» La cruzada de Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller

 

Por. Óscar H. Morales Martínez

El término “primera dama” no es un cargo o función pública establecido en Ley, ni tampoco es algo que se acepta o no, simplemente deviene de una relación marital o familiar con el Presidente de un país.

Las funciones de una “primera dama” son protocolarias y están basadas en la costumbre política local y en la diplomacia internacional, confiriéndole cada Nación mayor o menor presencia y relevancia.

En todo caso, el carácter, personalidad, empatía y “charming” de una primera dama es lo que resalta su labor y la distingue de sus pares.

Cuando le preguntaron a Laura Bush, esposa del Ex Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica George Bush, sobre qué hace una primera dama, inmediatamente respondió: “lo que ella quiera”.

Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente Andrés Manuel López Obrador, declinó a ser llamada primera dama aseverando que “el poder presidencial no debe ser de una familia o de un matrimonio” y que “decir primera dama es algo clasista”, renunciando a la tradición de fungir como Presidenta del Consejo Consultivo del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), organismo asistencial fundado en 1977 por Carmen Romano, esposa del Presidente José López Portillo.

Ante su negativa de ejercer la Presidencia del DIF, esta institución dejó de depender de la Presidencia de la República para integrarse completamente a la Secretaría de Salud.

Pero Beatriz Gutiérrez Müller no renunciaba desinteresadamente ni se iba a quedar con las manos vacías, ya que el 19 de noviembre de 2018 recibió de su esposo, quien aún no tomaba posesión como Presidente de México, un regalo de bodas: el cargo de Presidenta del Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México, creado exprofeso para ella.

Pero dicho Consejo tiene un origen aberrante desde el punto de vista legal, que nadie ha advertido.

En primer término, como mencioné, Andrés Manuel López Obrador al crear este Consejo aún no ocupaba el cargo de Presidente de México. Si bien ya era Presidente Electo, todavía estaba en funciones Enrique Peña Nieto, por lo que AMLO no tenía facultades para formar el Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México.

Además, y esto es lo más grave, ni siquiera en ese momento estaba contemplada legalmente como atribución del Presidente de México realizar ese tipo de nombramientos, tan es así que después de haber anunciado su creación, se reformó el día 30 de noviembre de 2018 mediante Decreto Presidencial de Enrique Peña Nieto, la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, incluyendo una fracción III al artículo 8 que faculta expresamente al Presidente de la República Mexicana para crear unidades de apoyo técnico y estructura, con el objetivo de “difundir y proyectar el derecho a la memoria de la Nación, en coordinación con las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal”.

Resulta claro que la intención de ese nombramiento fue darle a Beatriz Gutiérrez Müller un trabajo a modo, a su gusto, con presencia nacional e internacional, cuya misión bajo el mando y auspicio de AMLO “Corazón de León” es la de un soldado de las Cruzadas: recuperar el patrimonio cultural mexicano en el mundo. Por su puesto el DIF no le brindaría esa adrenalina.

Andrés Manuel declaró el día del nombramiento de su esposa como Presidenta del Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México, lo siguiente: “Beatriz no quiere ser primera dama, lo ha decidido”, “esta iniciativa orientará las acciones del Poder Ejecutivo hacia el conocimiento del patrimonio documental del país y dependerá de la Presidencia de la República porque le vamos a dar todo el apoyo”, “ojalá nosotros conservemos nuestro acervo, lo que ya es público, y que se puedan rescatar bibliotecas privadas, y que todo el acervo cultural, artístico de México lo conservemos, incluso lo que está en el extranjero”, “sería extraordinario recuperar cosas que están en museos en el extranjero”.

Así pues, se aprobó la “Ley Müeller” y su misión santa, pero como se ha vuelto costumbre en la 4T, surgen las contradicciones.

La conservación y recuperación del patrimonio histórico y artístico de México ya eran funciones y atribuciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), por lo que no había necesidad ni justificación para crear un Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México.

Por otra parte, la comunicación oficial y relaciones diplomáticas entre México y los demás países se realiza a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cónsules, embajadores, agregados culturales y personal especializado, luego entonces ¿cuál es la justificación y necesidad de enviar a Beatriz Gutiérrez Müller a una misión cultural que puede perfectamente ser resuelta por otros medios y personas, sin los costos que conlleva este tour? ¿no estamos en austeridad republicana? ¿no hay otras necesidades más apremiantes que atender en México, como suministrar medicinas a los niños con cáncer a los que la “No Primera Dama” ha dado la espalda sin mostrar empatía alguna?

Tampoco es congruente que nos represente internacionalmente una “primera dama” que decidió no serlo en México.

Las personas son lo que hacen, no lo que dicen. No puedes quedarte con los privilegios de “primera dama” y desechar las obligaciones.

Aún con estas incongruencias, AMLO decidió mandar a su esposa a su primera Cruzada a Europa.

Beatriz Gutiérrez Müeller se reunió con la esposa del Presidente de Francia, Brigite Macron, dieron lectura a poesía, inauguraron una exposición de la cultura Olmeca que había sido organizada por la Secretaría de Cultura de México a través del INAH y, en su carácter de integrante del Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México, Gutiérrez Müller “atestiguó” la firma de una Carta de Intención entre el Gobierno de México y la Biblioteca Nacional de Francia, acuerdo que busca facilitar el acceso público digital al patrimonio histórico de ambos países.

Lo atroz sucedió con el Presidente de Italia Sergio Matarella, con quien también se reunió Gutiérrez Müller. En esta ocasión, fungió únicamente como miembro del servicio postal mexicano, porque el motivo de la reunión fue entregarle en propia mano al presidente italiano una carta escrita por su esposo, en la que solicita nos presten dos Códices (Codex Fiorentino y Codex Cospi) para exhibirlos en México el año entrante, que se celebra el Bicentenario de la Independencia de México, con la promesa de devolverlos sanos y salvos. También le entregó al mandatario italiano un libro de la autoría de AMLO.

En su cuenta de Twitter, Gutiérrez Müeller agradeció al Presidente Italiano haberla recibido y aprovechó para aventarle una pedrada: “En el Palacio del Quirinal, me ha comentado, hay dos jarrones que el entonces Monarca, Maximiliano de Habsburgo, ofreció en regalo al rey italiano. Lo curioso es que dichos jarrones, eran, a su vez, de la época colonial.” Al menos no hizo ninguna referencia a Benito Mussolini.

Como corolario de esta vergonzosa misión cultural, Gutiérrez Müeller se reunió en el Vaticano con el Papa Francisco, para entregarle otra carta de su esposo solicitando en préstamo tres Códices y Mapas de Tenochtitlan, aprovechando la misiva para convencer al máximo Pontífice de reivindicar la imagen del Padre Miguel Hidalgo ante la Iglesia Católica y reiterar al Vaticano y a la Monarquía Española que ofrezcan disculpas a los pueblos indígenas de México por las atrocidades cometidas en la Conquista hace 500 años.

Supongo que al ya no existir el domicilio de los Reyes Católicos Fernando e Isabel, acudieron al Vaticano como domicilio para oír notificaciones.

Es triste el nivel en el que se están manejando los asuntos internacionales de México, a través de cartas mal redactadas, sin sentido, sin estructura diplomática, llenas de rencor histórico, sin un programa de actuación coherente y más bien improvisado, con un Presidente que solo viaja para aplaudirle a Trump y que su único interés es recuperar el Santo Grial y el Arca de la Alianza mexicanos, enviando para ello a una “testigo de honor” que está viviendo su sueño cultural.

Lo que le espera al Doctor Juan Ramón de la Fuente, embajador de México ante la ONU, cuando ocupe su cargo ante el Consejo de Seguridad de la ONU y AMLO le pida que exija la devolución del Penacho de Moctezuma del Museo de Etnología de Viena, la Serpiente Azteca de dos cabezas y las máscaras de Tezcatlipoca y de Tláloc del Museo Británico de Londres. Seguramente carcajadas de Austria e Inglaterra.

 

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