viernes 03 mayo, 2024
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«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» Maternidades en cuarentena

 

Para Juanita Pérez

Cuando Pablo, mi hijo, tenía como 6 años, me preguntó si yo siempre había trabajado. Le contesté que sí, siempre, salvo los tres meses que me dieron de incapacidad cuando él nació. Tomé una semana antes de que nacieras y el resto para estar contigo una vez que naciste, le conté. “Si yo hubiera sido tú -me dijo- hubiera tomado un mes para estar con el bebé y hubiera guardado dos para estar con él cuando estuviera más grande”. Cuento poco esta anécdota, porque siempre me rompe un poquito el corazón. 

He defendido siempre el derecho de las mujeres a desarrollarse en el ámbito laboral, no solo por necesidades económicas, sino por toda la posibilidad que un trabajo aporta a una mujer, sobre todo en buenas condiciones laborales: reconocimiento, socialización, autonomía económica, agencia, crecimiento personal, apertura de un horizonte más allá de lo doméstico. 

La mayor parte de las madres que trabajamos, sabemos que todo el tiempo hay una tensión entre nuestro trabajo y las funciones maternas. Lo vamos resolviendo lo mejor que se puede, con mayor o menor participación del padre y/o los adultos que participan en el cuidado, pero cada tanto puede surgir una sensación de que estoy aquí, pero debería estar atendiendo alguna cosa de las o los hijos.

Y digo “defendido” porque a veces cuando surge alguna dificultad en los hijos, no falta quien apunte como una de las primeras causas el hecho de que “es que la mamá trabaja”. He trabajado con muchas madres y padres para cuestionar esta afirmación que no hace más que evidenciar el discurso político que culpa a las madres de no serlo de forma intensiva y entregando todo su tiempo a esa función. Tarde o temprano la hija o el hijo mostrará una vulnerabilidad que corroborará la culpa de la madre, según este discurso. Por eso he invitado a las mujeres a rechazar esa culpa y a despatologizar socialmente que una madre trabaje. Una madre y un padre pueden ser perfectamente eficientes en la calidad del tiempo que estén con los hijos de forma presencial. Así como hay madres y padres que no trabajan y que no por eso tienen un mejor vínculo con los hijos.

Se ha hablado en varios espacios de lo mucho que se han cargado las madres, principalmente, en el encierro de cuarentena, atendiendo su propio trabajo profesional en casa, organizando a los hijos para seguir el trabajo escolar y haciendo las labores domésticas. Sé que hablo de un cierto sector incluso privilegiado de mujeres, las que se pudieron quedar en casa y pudieron seguir contando con un trabajo remunerado. He oído sobre el agotamiento de muchas de estas mujeres en estas condiciones. Pero quiero resaltar una revelación quizá no tan sorprendente, recordando el primer párrafo de este texto, de muchas mujeres, aun agotadas, sobre la gran felicidad que ha sido compartir el día con sus hijas e hijos, por mucho trabajo que les implique. No dudo que también haya muchos padres que puedan decir lo mismo, solo que me ha tocado escuchar a las madres. Y digo que no me sorprende porque yo misma viví ese anhelo en ocasiones cuando me partía en mil con mi hijo pequeño, y no tanto, para cumplir todas las demandas laborales y domésticas y sentirme satisfecha, pero sobre todo en el afán de poder pasar el mayor tiempo que pudiera con él.

Entre las cosas que podríamos aprender de esta cuarentena, sería la posibilidad de organizar el trabajo, cuando sea posible y para quien lo prefiera, de una manera que, sin perder la eficiencia en el trabajo, se pudiera atender en casa para convivir más tiempo con las hijas e hijos, con la familia. Y aunque sé que hablo de un sector privilegiado, no tendría por qué ser un privilegio que una madre de cualquier estrato social, trabajara y dispusiera de tiempo para convivir con sus hijas e hijos. Esto sería pensar las ganancias de los aprendizajes de la cuarentena para todas las familias.

He querido dedicar esta columna a Juanita Pérez, ese nombre que a veces quizá usamos discriminatoriamente para referirnos a “cualquier persona”. Juanita Pérez es la madre de Dylan Esaú, su pequeño hijo de dos años que fue secuestrado hace unos días mientras ella trabajaba en su puesto del mercado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Juanita Pérez y todas las madres tienen derecho a poder trabajar mientras sus hijos e hijas estén bien cuidados por las instituciones del Estado. Juanita Pérez no gozaba de un encierro de cuarentena, sino que tenía que seguir trabajando en todos los sentidos de la desprotección. Desigualdades desgarradoras de cuarentena. Que te encuentren pronto y a salvo, querido Dylan. #DóndeEstáDylan

 

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