miércoles 15 mayo, 2024
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COLUMNAS SARAÍ AGUILAR

«EL ARCÓN DE HIPATIA» Abril y Connie: cuando la justicia se torna asesina

 

El lunes 25 de noviembre, miles de mujeres marcharon contra los feminicidios y agresiones en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Mientras la discusión en los medios se centraba en las formas de la protesta, una víctima más, Abril Pérez Sagaón, era asesinada frente sus hijos tras una vida de violencia doméstica y once meses de calvario en juzgados para tratar de recuperar el derecho a una vida plena y pensión justa para sus hijos.

Abril fue víctima de ese sistema en el que, a pesar de haber denunciado a su exmarido en el mes de enero por intento de asesinato después de que la dejara con fractura de cráneo, un juez desestimó la peligrosidad de su caso y lo reclasificó de tentativa de feminicidio a violencia familiar.

Desgraciadamente, éste no es un caso aislado. En agosto, Connie, otra mujer también de Nuevo León como Abril, fue ultimada en el municipio de Zuazua, tras haber denunciado en 15 ocasiones por violencia de género a quien se convirtió en su asesino.

En abril del presente año, a propósito del movimiento #MeToo en redes sociales, Lydia Cacho compartió cifras bastante alarmantes sobre el acoso hacia las mujeres. “En promedio, una mujer denuncia cuatro veces antes de ser recibida por las autoridades o que se les crea; cuando son menores, el promedio puede ser de hasta siete veces”, denunció la periodista en una entrevista para W Radio.

Nada para sorprenderse, ya que nueve de cada 10 delitos quedan impunes en México, según se establece en el estudio Hallazgos 2018: Seguimiento y Evaluación del Sistema de Justicia Penal en México, elaborado por especialistas de la organización México Evalúa, dado a conocer en agosto pasado.

Los casos de Abril y de Connie no son excepciones. De acuerdo con el Inegi, en ocho de cada 20 asesinatos (40 por ciento), el perpetrador del crimen fue la pareja de la víctima. Estos números coinciden con la Encuesta Nacional de Dinámica de Relaciones en los Hogares (2016) del Inegi, que establece que 44 por ciento de mujeres han sido víctimas de violencia de pareja.

Para Belén Sanz Luque, representante de ONU Mujeres en México, esto es reflejo de una mala e insuficiente aplicación de las leyes; baja inversión en prevención y servicios de calidad; impunidad a perpetradores de violencia y falta de acceso de justicia. Inadecuados sistemas de seguimiento y evaluación son otras de las barreras que aún persisten en México para prevenir, atender y erradicar la violencia contra las mujeres.

Pero no sólo son las fallas del sistema judicial. Para la antropóloga Ana María Martínez, en su artículo La Violencia Sistémica, ésta no se encuentra solamente en la muerte o en el golpe que recibe una mujer o un menor. Con todo lo dramáticos que pueden ser éstos, su origen está en el modelo sociocultural que tolera sin condenar estos actos.

Y eso es lo que miles de mujeres hemos tratado de hacer. Visibilizar esa violencia perpetrada en nuestra contra expresada en golpes y abusos físico, psicológico o sexual. La violencia en todos sus tipos y ambientes ha sido blanco de denuncias y la causa de protestas y marchas en los últimos meses en México.

Si bien se puede discrepar de los métodos en algunas de ellas, esto no es motivo para cegarnos ante la violenta y terrible realidad que enfrentamos las mujeres en el país. Dar la lucha por una vida libre de violencia en un país donde la presidenta de la Comisión de los Derechos Humanos prefiere criminalizar la protesta antes que exigir al poder más seguridad.

No se puede callar. No, ante el dolor por aquellas que no están, ante la angustia de los familiares por saber donde quedaron sus mujeres amadas desaparecidas y el dolor de conocer el sufrimiento que muchas experimentaron en sus últimos momentos de vida. No se puede callar ante la rabia por aquellas que creyeron en la impartición de justicia y el sistema les falló y hoy no están más aquí.

Es por Abril, Connie y por todas las que hoy no están aquí. Les toca a nuestras autoridades romper con la ceguera institucional a la violencia de género y garantizar seguridad. No queremos más víctimas luchando por tener justicia ni madres marchando para ser escuchadas. #NiUnaMenos, y a esa demanda es a la que se invita a Rosario Piedra Ibarra a unirse. Su lugar, como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, está con las víctimas, no con el poder.

En el fondo del arcón

“Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía”. La coreografía que surgió en Chile la semana pasada se convirtió en himno global que el viernes pasado resonó con fuerza en plazas públicas de México y del mundo. Sororidad internacional digna de aplauso que va más allá de una melodía contagiosa: un acto simbólico que rompe con el sistema.

 

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