Explotación sexual, pornografía infantil, adopción ilegal y esclavitud es el destino fatal de miles de niñas y mujeres que viven el infierno de la trata de personas.
Sunduri, el nombre que eligió para empezar una nueva vida, tenía apenas 18 años cuando fue víctima de trata laboral. Fueron cinco largos años de esclavitud y vejaciones, cicatrices en su cuerpo provocadas por golpes y maltratos: palos, cables de luz, quemaduras de plancha.
La obligaban a planchar durante 20 horas seguidas, dormía de pie y no tenía el “privilegio” de ir al baño. Unas bolsas de plástico le tenían que ser suficientes para almacenar sus desechos.
Karla, en cambio, fue obligada a prostituirse. En su hogar, donde tendría que haber sido protegida y amada, sufrió abuso sexual, golpes y maltratos. Se sintió más segura en la calle y a los 12 años conoció a su pareja, un hombre que se presentó como comerciante de Puebla y que, tres meses después de relación, la obligó a vender su cuerpo. Otra vez cadenas, palos y vejaciones.
Ellas han encontrado un nuevo camino en su vida, pero el infierno de la trata aún ahoga los sueños de miles de mujeres. La impunidad mantiene a salvo a los integrantes de la redes de trata.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reveló que en cinco años sólo se obtuvieron 562 condenas por el delito de trata de personas; la mayoría de las víctimas son originarias de Baja California, Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Hidalgo, México, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí y Tlaxcala.
En el Diagnóstico sobre la Situación de la Trata de Personas en México 2019 destacan los estados de Durango y Yucatán, debido a que no reportaron la investigación de algún delito relacionado con la trata. ¿Son un oasis de paz y tranquilidad? No. Los especialistas cuestionan la falta de interés gubernamental para atender un fenómeno creciente.
La Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas refiere que la mayor parte de las mexicanas víctimas de trata, con fines sexuales, son trasladadas a Estados Unidos, Rusia, España, Japón y los Países Árabes. Son más de 20 mil mujeres las que llegan cada año, tan sólo a Estados Unidos.
Generalmente son niñas cuando empiezan a ser consideradas una mercancía en el mercado sexual. Inician en las zonas de tolerancia de las ciudades fronterizas, desde Mexicali hasta Matamoros; luego, sólo cruzan el Río Bravo o el desierto de Arizona. La ruta es lo de menos.
Las redes de trata, que trafican con mujeres mexicanas, ya abrieron mercado en Japón y en los países árabes. Son muy sofisticados. Lo que sigue siendo muy común son sus métodos de conquista. Desde hace décadas, niñas y mujeres salen convencidas de México hacia otras naciones con engaños, para perseguir sus sueños.
A la mayoría las enamoran, cumplen un periodo de noviazgo rosa y luego empieza el calvario. A otras les prometen ser modelos o actrices y se imaginan en las pasarelas de Mónaco y Barcelona. La mayoría sólo quiere cumplir el sueño americano y encontrar mejores oportunidades de vida para ayudar a la familia que dejan en México.
El infierno de la trata, empieza con el engaño.
