martes 21 mayo, 2024
Mujer es Más –
COLUMNAS MARISSA RIVERA

«CUARTO PISO» Buen viaje Matilda

 

No lo podía creer.

– No podemos subir mamá.

– ¿Por qué no?

– Es que traemos una sorpresa.

– Suban a saludar y ya nos vamos.

– De verdad no podemos.

– Pero ¿por qué no?

– Es que traemos una perrita en el carro.

– ¿Cómo que traen una perrita en el carro?

– Si, mamá, está preciosa y se llama Matilda.

Eran más de las cinco de la tarde. Hace 2 mil 673 días. Un sábado 18 de febrero de 2012. Yo estaba en una reunión con mis amigas periodistas, afinando temas justamente de la revista digital que nos llenaba de ilusión Mujer es Más.

Valentina se fue con su papá para hacer tiempo. Encontraron un lugar de mascotas e inmediatamente al entrar se enamoró de una bóxer de dos meses. Me contó su papá que ninguna de las dos dejaba de mirarse y le dijo: “quiero a esa”. Francisco la persuadió a que vieran otras razas o buscaran adoptar una. Valentina fue con el vendedor y pidió que le apartaran a la bóxer, porque su papá quería que viera a los demás perritos. Después de recorrer el lugar y ver a 16 mascotas, con firmeza, insistió “quiero a esa y se va a llamar Matilda”.

Les comenté a mis amigas que tenía que irme, que ya habían venido por mi y que traían una perrita. Paty Betaza me acompañó a la puerta y quedó encantada con Matilda.

Ese contacto visual entre Valentina y Matilda fue una conexión que cambió nuestras vidas. Ellas se amaban y nosotros las amábamos. Fueron días de felicidad, complicidad, miradas inocentes, compañerismo, rasguños, calcetas rotas, suéteres rasgados, dormir juntas, un eterno acompañamiento a jugar, a hacer la tarea, a dormir, incluso cuando se bañaba, se quedaba echada en la puerta, una impecable protección.

Una noche en que jugaban luchas, un grito de Valentina alertó a Matilda, quien de inmediato se levantó en dos patas y se puso frente al papá, él la acarició y el juego se acabó. En varias ocasiones cuando a Valentina la vencía el sueño, Francisco la cargaba para llevarla a su cama y Matilda siempre iba atrás de él hasta que la dejaba en su cuarto.

Entre muchos momentos de felicidad, Matilda nos brindó uno de magia, el día que nacieron sus ocho crías. Fue un 25 de diciembre. Fuimos a la cena de Noche Buena y dejamos todo preparado por si ocurría. Cuando llegamos ya había dos perritas. Valentina se enfundó unos guantes de látex para lo que se ofreciera. Al principio no fue necesario. Después de cada esfuerzo de expulsión, a lamidas, Matilda liberaba a sus crías de la placenta para que respiraran. Era un trabajo increíble y agotador. A partir del sexto Matilda ya no los lamía, entonces Valentina se los acercaba y ella, cansada, se comía la placenta. Fue un momento maravilloso, el entendimiento y el apoyo entre ese binomio.

A Matilda la intentaron doblegar las enfermedades, pero su fortaleza y Didier Escalante, su extraordinario veterinario, no lo permitieron. Primero el cáncer que se detectó a tiempo. Luego la epilepsia. Después la displasia de cadera y un virus en los pulmones. Más adelante el corazón, su enorme corazón que hacía que todos la quisieran, fue creciendo. Ese corazón que nos dio alegrías, felicidad, risas y también lágrimas, ya no cabía en ella y se colapsó.

Matilda fue una mascota feliz y muy querida. Incluso horas antes de morir, se dejó querer por la gente que la apreciaba. A pesar de su aspecto rudo, era cursi, quizá por eso todos la querían.

Su deceso nos partió el corazón. Se fue una gran mascota obediente, cariñosa y educada. Su mirada seducía. Matilda se comunicada de muchas maneras, decíamos que solo le faltaba hablar, pero su mejor manera de comunicarse era en silencio, cuando se dejaba abrazar o cuando se arrimaba a que le acariciáramos la panza.

En silencio le seguimos llorando. Después de aquel contacto visual que nos trajo felicidad hoy sabemos que lo más difícil ha sido el adiós.

 

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