sábado 04 mayo, 2024
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BORIS BERENZON GORN COLUMNAS BLOGS

«RIZANDO EL RIZO» El día en que Facebook decidió ser abierto sobre el comercio de datos personales

 

Hace más de un año que el rostro idílico que Facebook daba a las masas, adquirió una de sus más grandes manchas. Un tachón, hasta la fecha imborrable, que puso en evidencia lo que ya desde antes se antojaba bastante obvio, pero que nada como este escándalo había sido capaz de resaltar. El caso de Cambridge Analytica demostró, de manera documentada y hasta ahora incontrovertible, que la red social hacía un mal manejo de la información personal de sus usuarios, al grado de comercializarla sin dar siquiera aviso a sus dueños.

El monstruo quedó en ese momento al descubierto. Lo que tantos se esforzaban en hacer lucir como la cumbre de la democracia y el último peldaño de los medios de comunicación quedó por completo al desnudo. Detrás de esa fantasía no había más que una multitud de mercaderes hambrientos buscando cómo sangrar más y más efectivamente a sus clientes cautivos. La revelación fue como una bomba: ruidosa e incontenible en el principio, pero detrás de ella quedó poco más que cenizas. Aunque fuera un duro golpe para la empresa y al momento las especulaciones se deleitaran vaticinado su deceso, lo cierto es que la compañía de Mark Zuckerberg no ha hecho más que crecer. Su número de usuarios ha seguido aumentando, como lo venía haciendo desde antes, y sus perspectivas de futuro siguen siendo tan amplias como el horizonte.

El gigante tecnológico tenía de su lado las ventajas de unas sociedades acostumbradas a la opresión (ya sea de las dictaduras o del sistema económico); es decir, la mala memoria de la gente y el gusto por agachar la cabeza ante el abuso. A pesar de que la llama secrecía con los escándalos derivados de la presunta injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, la compañía enfrentaba de facto pocos cambios. Sus mayores problemas eran las leyes y las autoridades, principalmente en la Unión Europea y en el vecino del norte, pero en términos de la fidelidad de sus seguidores los daños eran pocos. La gente ya no estaba dispuesta a dejar de usar la red social, mostrar sus intimidades en las pantallas de todos sus vecinos ya era una costumbre con olor a tradición. El voyeurismo con el que atestiguaban cada uno de los detalles insignificantes de centenares de desconocidos ya se había hecho una adicción. Así, Facebook sobrevivió a su primera prueba de fuego y aunque hoy en día siga enfrentándose a los engorrosos trámites de los gobiernos que quieren regularle, sus fieles han demostrado que ya integraron el mito en sus vidas diarias y que ningún gobierno con aspiraciones de salvador de la privacidad va a interponerse entre las masas y su ídolo.

Facebook está entonces en un nuevo nivel. Su legitimidad ha sido cuestionada duramente y ha sobrevivido. Se ha mostrado desnudo, terrorífico. Ha revelado al monstruo carroñero que lleva dentro y no ha necesitado nada más que una imagen de Mark Zuckerberg con carita de borrego a medio morir frente al Congreso estadounidense para limpiar su imagen. Su cinismo puede ahora salir con más soltura. Lo que lo sostiene ahora ya no es sólo el mito de la democracia; los usuarios empiezan a amarle como un dogma, no necesitan demasiados argumentos para hacerlo.

En este contexto, la red social da a luz la nueva aplicación Study from Facebook. Se trata de una plataforma a través de la cual los usuarios recibirán un pago por compartir su información sobre cómo usan otras aplicaciones. Con ello, la compañía generará estudios de mercado y seguirá desarrollando más productos para los usuarios. Podemos escuchar ya desde ahorita los argumentos de sus defensores, quienes dirán que por lo menos, mediante esta vía, el intercambio será consensuado y retribuido económicamente. Claro, después de construir un mito en el que el panóptico, antes atemorizador, se ha convertido en la utopía, autorizar “voluntariamente” que el monstruo te devore las entrañas suena a un trato justo. A través de Study, la empresa tendrá acceso a datos como las aplicaciones que el usuario en cuestión utiliza, desde qué país lo hace, a través de qué tipo de dispositivo y el tipo de actividades que realiza con su smartphone. Eso sí, la compañía asegura que no tocará los mensajes, fotos y videos del usuario, y que no venderá la información a terceros. Primero: suerte a quienes decidan creerle. Segundo: ¿En qué momento Facebook se hizo tan confiable para la gente? ¿Por qué se nos ocurre que es muy seguro que no vendan nuestra información pero que sí las tengan ellos? ¿Cuándo se hicieron acreedores de tales niveles de confiabilidad? ¿Dónde estuvo el mundo cuando Facebook vendía datos personales y creaba campañas políticas para elevar discursos de odio? Parece que, tomando una siesta, una siesta que no hay forma de parar.

Manchamanteles

Después del veto que los Estados Unidos le impusieron, la empresa tecnológica china Huawei atraviesa por un momento de incertidumbre. Aunque al principio se resistieron a aceptar que la decisión de la Casa Blanca les afectaría, el fundador de la compañía, Ren Zhengfei, ha admitido ya que la compañía venderá 30 mil millones de dólares menos de lo esperado para este año. Encima de todo, Google ha roto sus relaciones con el gigante chino, disolviendo toda relación comercial que involucre intercambio de hardware o software; es decir, que los smartphones de Huawei ya no podrán utilizar el sistema operativo Android. Lo que empezó como una medida en contra de un presunto caso de espionaje se ha convertido en una guerra comercial abierta contra la empresa china. Ya veremos cómo afecto esto a las tensiones entre ambos países.

Narciso el Obsceno

Y hablando del voyeurismo ¿Cómo vemos? ¿porque lo vemos? ¿Cómo nos anida una imagen? Un triángulo con ángulos plenamente complementarios marca la irrupción de la mirada de nuestros días: el voyeurismo, el fetichismo y el narcisismo aquí también triunfa la mirada singular sobre el beneficio de los otros; como aquella tarde en Eco se expuso ante Narciso y ya exhibida, Narciso se negó a aceptar su amor, el despecho hace gala de una de las grandes intromisiones  descompone la mirada y cosifica al sujeto. Pervierte el recoveco y sociabiliza la envidia.

 

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