lunes 13 mayo, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» El efecto ‘Roma’ y una deuda pendiente

 

Por MARISA IGLESIAS

ROMA habla todos los idiomas. El arte verdadero siempre lo hace. Por ello, a pesar de ser una historia extremadamente local y personal, se convirtió en un formidable fenómeno global. Pero ROMA es más. Es un parteaguas. Un antes y después.

ROMA no sólo puso los ojos del mundo en México. ROMA inoculó al mundo con el dolor de la desigualdad. Y lo hizo mejor que cualquier campaña contra el racismo o la discriminación de cualquier ONG internacional. ¿Por qué? Quizá porque es real. Porque Cleo y Sofía son Libo y Cristina, la nana y la madre de Alfonso Cuarón. Porque Toño, Paco, Sofi y Pepe son Alfredo, Alfonso, Cristina y Carlos. Y el esposo y el novio que abandonan también tienen nombres y apellidos reales. ¡Hasta el Borras! Quizá ese fue el nombre verdadero del perro de los Cuarón. Pero todos ellos están hilvanados por otro elemento real. Uno muy poderoso y universal. El amor. Permítaseme la cursilería.

La verdad. Esa es la clave de ROMA. Entonces ROMA se convierte en un poderoso mensaje de solidaridad, de lucha y de conquista, de crecimiento, de fuerza. Olvídenlo, publicistas. No hay modo de competir. ROMA es real y lleva mano.

El fenómeno Yalitza es un prodigio en sí mismo. El lunes volvió a aparecer en la portada de una revista internacional, Flaunt, vestida por Prada. La imagen es reveladora. Yalitza fluye. Se ve segura, relajada, fuerte. Ha aprendido a posar. Prada y ella se entienden. Y además, se sabe es bella. Bella sin etiquetas. Nadie tiene que explicar que su belleza es diferente a la de Charlize Theron o a la de Juliette Binoche o a la de Zhang Ziyi. Yalitza impuso un paradigma de belleza en el mundo. Y en México, el domingo una joven huichola, Yukaima González, ganó por primera vez el concurso de belleza de su estado, Nayarit. Queda para el registro. El efecto Yalitza es también candil de su casa.

Imposible dejar fuera la guerra NETFLIX vs HOLLYWOOD. Steven Spielberg se lanzó a abanderarla, dividiendo la producción cinematográfica en dos categorías: películas para cine y películas para tele. Primer y segundo nivel… ¿Qué no estábamos hablando justamente de lo contrario?

No puedo terminar sin preguntarme por qué el presidente López Obrador no felicitó a Cuarón por toda la cauda de reconocimientos. El lunes pasado, en la mañanera post Óscar, tuvo que admitir, por segunda vez, que no había visto la película. Y la verdad es que no hay pretexto, oiga. Porque cuando lo haga, comprenderá la fuerza con que ROMA ha visibilizado en el mundo un tema tan lacerante para México y para usted mismo, como tantas veces lo ha dicho. El de la desigualdad. Pero el efecto ROMA, Presidente, pasa también por otra necesidad de la que usted, cosa rara en un político, también habla de vez en cuando: la felicidad. Y ROMA nos ha hecho felices a los mexicanos. No es poca cosa.

Por favor Presidente, dese un rato y vea ROMA ya. Y ahí como cosa suya, háblele a Cuarón, ¿va?

 

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