martes 08 abril, 2025
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«COLUMNA INVITADA»: El ‘síndrome Díaz Ordaz’ nos jodió

 

Setenta y ocho muertos. Esa es la cifra más documentada que existe sobre lo acontecido no sólo en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, sino durante todo ese verano, que abarcó el movimiento estudiantil.

Al menos eso es lo que acaba de publicar la revista Proceso, que cita a su vez a Susana Zavala, quien investigó la represión del Estado a lo largo de esos meses y que incluyó otros 31 desaparecidos. Hay quienes han hablado de 200, 300 o hasta tres mil muertos en la Plaza de las Tres Culturas, aunque sin aportar elemento alguno. Pura propaganda, pues.

Lo cierto es que el movimiento del 68 no es trascendente sólo por el número de caídos sino sobre todo por su simbolismo, puesto que desafió al presidencialismo monolítico de la época, confrontó la cerrazón absolutista del Sistema hegemónico imperial, personificado además por el despótico Gustavo Díaz Ordaz.

El 68 fue el germen político y social donde se incubó, primero, la alternancia personificada por Vicente Fox en el 2000, y ahora el cambio de régimen que promete AMLO a partir de diciembre.

Todo eso está muy bien. Esos crímenes de lesa humanidad deben ser esclarecidos. Nuestros muertos cívicos deben descansar. Fueron víctimas de aquella sucesión presidencial, donde los codazos y zancadillas entre los presidenciables, derivaron en esa emboscada trágica, de la que salió victorioso Luis Echeverría y derrotados Alfonso Corona del Rosal y Emilio Martínez Manatou.

El movimiento del 68, en síntesis, es un referente de libertad, democracia y valentía. Pero no todas sus consecuencias han sido positivas. Hay una muy perniciosa, que a mi juicio, ha ocasionado que México esté hoy al borde del abismo. Me refiero al miedo que desde entonces han tenido todas las autoridades, para ejercer la fuerza pública. Algunos le llaman “El Síndrome Díaz Ordaz”.

Desde aquella fatídica fecha todos los presidentes, gobernadores y alcaldes han dudado a la hora de ejercer el monopolio de la fuerza que le corresponde al Estado. Ninguno ha querido ser equiparado con el genocida favorito de nuestro imaginario colectivo, por hacer valer el Estado de Derecho, aún cuando les asista la razón.

Se ha llegado a extremos vergonzosos como los diversos grupos paramilitares denominados ‘autodefensas’, que la autoridad tolera. O bien el de los macheteros de Atenco, que arrinconaron y humillaron a Fox, impidiendo la construcción del nuevo aeropuerto del DF, por causas distorsionadas que nada tenían que ver con la justicia social.

Por esa falta de autoridad hoy vivimos en el caos de 200 mil muertos, incontables cárteles del narco dominando amplias regiones y fomentando movimientos sociales para protegerse, o bien huachicoleros que son protegidos por poblaciones enteras, entre muchos otros ejemplos que reflejan la ausencia de ley y por ende, una profunda crisis moral.

La violencia y la falta de oportunidades seguirán generando presión social los próximos años, puesto que nuestros problemas son complejos y evolucionarán. Eso, sin considerar además que muchos querrán manipular esos movimientos sociales que surjan.

¿Lograremos superar el ‘Síndrome Díaz Ordaz’ y reconocer a la autoridad, cuando ésta haga respetar el Estado de Derecho? No lo creo. Aunque sería deseable.

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