jueves 02 mayo, 2024
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«COLUMNA INVITADA»: México empachado. La Ley del Péndulo

El viejo sistema político mexicano era sabio, al grado de que estadistas como Charles de Gaulle se expresaron en su momento sorprendidos por la eficacia y longevidad de nuestra revolución institucionalizada. Una de sus virtudes era la Ley del Péndulo.

Esta ley no escrita fue acuñada en México durante el Siglo XX y establecía básicamente que a un sexenio socialista o de izquierda le tenía que suceder otro de centro o de derecha y así consecutivamente. Era la manera en que el Sistema Político equilibraba los intereses y buscaba el consenso social.

Así por ejemplo, al izquierdista Lázaro Cárdenas le siguió el conservador Ávila Camacho. Al temerario Miguel Alemán le sucedió el precavido Ruiz Cortines. Al socialista López Mateos le siguió el derechista Díaz Ordaz y a éste el progresista Luis Echeverría.

Hay quienes dicen que el viejo sistema comenzó su desgaste precisamente cuando dejó de funcionar la Ley del Péndulo a partir de Miguel de la Madrid, quien fue sucedido por otro neoliberal como Salinas y éste a su vez por otro neoliberal aun más radical: Ernesto Zedillo, llegándose así a la derrota del PRI en el año 2000 y la entrega del poder al PAN.

Dieciocho años (1982-2000) sin una Ley del Péndulo que liberara presión como en las placas tectónicas que, al acumular tensión, registran un ajuste dramático, desatándose terremotos como los que nos han azotado.

La cosa se puso peor cuando a esos 18 años de neoliberalismo tricolor se le añadieron 12 años de neoliberalismo blanquiazul con Fox y Calderón, rematados con un sexenio neoliberal adicional, el peñista. O sea, 36 años en que el péndulo se mantuvo sólo de un lado de la báscula, excluyendo del poder a grupos, ideologías y generaciones completas que pensaban diferente.

En política (como en la vida) el hubiera no existe. Pero pensemos que si la Ley del Péndulo hubiera funcionado en 1988, y el PRI hubiera postulado no al neoliberal Salinas sino a un conservador como Bartlett, quizá Cárdenas, Muñoz Ledo (y AMLO) no habrían roto con el PRI y habrían accedido al poder desde esas siglas, en algún momento.

No fue así y no debe sorprendernos entonces que una sociedad empachada como la mexicana, de tanto neoliberalismo, busque un reacomodo. No es que los que están en el poder sean peores que los que quieren llegar. Es cuestión más bien de darle oportunidad a otros grupos, a otras visiones del país, de aportar su talento.

No estoy diciendo con esto que el neoliberalismo haya sido la neta del planeta. Tampoco. Por supuesto que el precio de las gasolinas, del gas natural, el incremento de impuestos, la devaluación del dólar,  que estamos viviendo en el ocaso del sexenio peñista, hablan de que algo anda mal. Por no hablar de la violencia y la corrupción.

Pero más allá de esa coyuntura, lo que digo es que el cambio siempre es bueno. Hay que oxigenar la vida política, formar nuevos cuadros en el servicio público, intentar nuevas recetas, vengan de la ideología que vengan. Ya llegará el momento en que los ciudadanos volvamos a mandar a su casa a los que fallen y habilitemos a otros. Así es el péndulo de la democracia.

La única salvedad que le pongo a esto es que no le demos todo el poder a una sola corriente, sea de derecha, de izquierda, ambientalista o indigenista. Hay que generar contrapesos para que sean las instituciones, y no las personas, las que definan y regulen nuestra convivencia social.


Raúl Rodríguez Rodríguez. Escritor y analista político. @rodriguezrraul

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