La mujer mexicana es rebelde, auténtica, libre y apasionada.
Elena Poniatiowska ha sido hasta el día de hoy, el “trending topic” en las redes. Vamos, ha ganado más atención que los damnificados del terremoto del 19 de Septiembre del 2017, y sólo, por decir unas pocas palabras. No sé, si llenas de ignorancia o de poco tacto para quienes la escuchan o la leen. Es el tema de la semana.
Creo que ni su galardón al Premio Cervantes del 2014 ha alzado más comentarios que el haber dicho que las mujeres juchitecas del Istmo de Tehuantepec, son panzonas e inmensas.
Algunos dicen que proclamó “mensas”. Hay que checar el audio para corrobar. Pero ni aún así, me cae bien, nada de lo que dice una escritora-periodista sobrevalorada y puesta en pedestales que seguro merece. Seguro no.
Aclaro antes de que se me vayan a la yugular y me lapiden, que poco conozco- si no es que nada- de su “obra” y que poco interés tengo en conocerla. He tenido el privilegio de viajar por la extensa belleza de nuestro país México, y he conocido mujeres en todas y cada una de sus regiones.
No todas son iguales. Momento, sí, casi todas son iguales. Quizás unas más visibles que otras, pero mujeres mexicanas al fin.
Las norteñas, no hablan ni beben cerveza igual que las del sur. ¿O sí?
Las he visto enormes en Nayarit, en Tabasco y en Colima.
Las he conocido ofreciendo su casa al desconocido y echando tortillas al viajero.
Sus hijos, sus parejas, sus vecinos y sus más arraigados afectos, son primero que su vestimenta y su comportamiento.
Están para ser felices, y para prodigar paz, amistad y buenaventuranza.
Las he visto libres, contentas y compartiendo. Lo mismo da un polka que una canción ranchera, y siempre atentas y dispuestas a que todo salga bien y de que nadie, pero nadie, se vaya diciendo que no son buenas anfitrionas.
Corren por unos chiles para hacer un adobo o un rico mole. El pozole -comida de dioses- hierve en sus ollas y el mezcal o tequila, aparece como hechizo mágico cuando son las reinas del lugar.
¿Panzonas? ¿Inmensas? ¿Mensas?
¡¡¡No señora!!!
Las mujeres mexicanas que usted pretende conocer y a las que nunca se ha acercado por andar en premios europeos financiados por monarquías obsoletas donde la aplauden vestida como india mexicana, ni siquiera se toman el tiempo de ver la pobre realidad. Me refiero a la de usted, no a la de ellas.
No tengo idea cuántos libros ha escrito, ni por cuántos de los mismos -¡qué pereza!- la han premiado. No todo es Polanco ni cocteles con el partido en turno que a su conveniencia, es el más apto para quedar bien con gente que ni la conoce, ni les importa, ni quieren saber de usted.
La mujer mexicana es rebelde, auténtica, libre y apasionada. Vibran al son del acordeón, de la marimba y de la enramada que recibe la brisa del mar.
Bailan con el Recodo, con Chico Ché y con canciones de Juanga. Y también de los Rolling Stones y de El Tri. Y hasta de Madonna y Lupita Dálessio.
Gritan, gozan y sonríen a las adversidades que su palacete en Polanco no tiene idea de lo que pasa ahí afuera.
Hay mexicanas – y mexicanos- que no conocen el orden de los cubiertos en una cena de gala. Pero si conocen el orden del ofrecimiento de lo poco o mucho que tienen. Y eso, es su corazón y su perfecto entendimiento de lo que es compartir la vida, el pan, la sal y la felicidad. Aún en los momentos más difíciles.
Conozco el zarandeo de las caderas costeñas y de las madres cansadas pero que muelen y muelen para que no acabe nunca la fiesta de su quinceañera.
Conozco al hombre solidario que les da importancia y que las hace sentir que aún panzonas e inmensas, merecen respeto y consideración. Ésa que quizás usted con tantas condecoraciones, ha olvidado que existen en su entorno, y que le cuesta trabajo entender y/o compartir.
Le enumero una lista en la que usted no está incluida:
Indígenas, intolerantes, inteligentes, irremplazables, intensas, inmaculadas, irreverentes, iracundas, imponentes, invencibles, incongruentes, insurrectas, irremediables, inolvidables, iluminadas, inalcanzables, individuales, indómitas.
Sí, por alguna razón, usted Elenita, se siente compatible con alguna de éstas mujeres en alguna de éstas categorías, hágamelo saber, y le hago un monumento , ahí, donde a los próceres de la verdad y la justicia, se les olvidó incluirla.
Tener 85 años no es excusa.
No al menos para mí.
Seguidores de Elena, favor de no atacarme sin piedad. Sólo dije, lo que mi alma siente.
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Raúl Piña. Egresado de Ciencias de la Comunicación (UNAM). Extrovertido, el mejor contador de chistes y amante de las conversaciones largas. Fiel a su familia, de la que adopta honor, valor y mucho corazón. Vive en Toronto, Canadá, desde hace 20 años, pero sus raíces sin duda son 100% mexicanas. Escribe como le nace y como dijo Ana Karenina: “Ha tratado de vivir su vida sin herir a nadie”.