Una joven mujer generó controversia mundial en redes sociales después de aparecer en un video caminando con minifalda, una camiseta sin mangas y sin velo en el fuerte histórico de Ushaiqer, en una Arabia Saudita aún muy conservadora en lo referente al atuendo femenino.
Justo por esta última razón, la chica fue detenida durante algunas horas. Y es que Arabia Saudita tiene una de las legislaciones más estrictas del mundo para las mujeres. Además de las restricciones de vestimenta, las mujeres saudíes deben obtener permiso de un tutor masculino si desean trabajar, casarse o viajar. Tampoco se les permite conducir.
A partir de este video, en las redes sociales –que se han vuelto muy populares en Arabia Saudita– comenzaron a surgir hashtags a su favor y en contra. Unos pedían su arresto y otros alegaban que la libertad de vestimenta no debería ser un delito.
Y si bien en México las mujeres no somos arrestadas por vestir una minifalda ni tenemos sanciones legales por ello, los lastres morales y las consecuencias de situaciones que no se consideran dignas de una “mujer decente” siguen presentes.
El año pasado, una profesora de un colegio de Sonora perdió su empleo luego de que se dio a conocer un video en el que aparece realizando un baile sensual en una playa de Los Cabos. En las imágenes se observa cómo la maestra realiza movimientos sensuales durante una competencia de “perreo”. Según diarios locales, autoridades de la institución decidieron suspender a la maestra pues calificaron de “conducta inmoral” el baile que realizó durante las vacaciones de Semana Santa.
¿Qué tienen en común estos eventos con las acciones tomadas por el Sindicato Unico de Trabajadores de San Luis Potosí en marzo del 2006, por el Organismo Supervisor de Recursos Públicos de Veracruz en octubre del mismo año, o las instrucciones giradas por el rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa en agosto de 2008?
Que todas hablan de “prohibir” a las mujeres el uso de minifaldas, pantalones ajustados y blusas con escote, así como maquillarse “excesivamente”, entre otras “recomendaciones”. Incluso, en enero de 2011, el gobierno de Tamaulipas prohibió a sus empleadas usar “escotes, minifaldas, pantalones entallados”.
En contraparte, en Europa se volvió viral en 2015 la campaña “No juzgues a una mujer por su ropa”, para evitar que las mujeres fueran juzgadas por el atuendo que decidieran llevar. Fue impulsada por la organización feminista Terres des Femmes. Gracias a ese lema y unas imágenes elaboradas por la estudiante de publicidad Theresa Wlokka, Terres des Femmes intentó conciencientizar de que el largo de una falda, el tamaño de un escote o lo alto de unos tacones no son motivo para juzgar a ningún ser humano.
No obstante, día a día, quienes decidimos vestir según nos plazca, damos un cheque en blanco. “Si te agreden, es porque te lo buscaste. “No te quejes de que te falten al respeto”, nos reviran. Como si el respeto a mi persona lo tuviera que ganar a través de ciertas prendas y no por el simple hecho de que todo ser humano lo merece, sin distinción de sexo, raza, orientación y preferencias de vida. Porque en esta encrucijada, si vestimos prendas “masculinas” somos machorras, pero si nos pasamos de sexis, somos zorras.
Es así como el problema de las mujeres siempre ha sido un problema de hombres, o de mujeres que nos hemos dejado censurar incluso en nuestra vestimenta. Es hora de decir: lucir el cuerpo no es un delito, sino un deleite.
