domingo 05 mayo, 2024
Mujer es Más –
SOCIEDAD GENOVEVA FLORES

«POTENCIAL»: Redes sociales y alertas Amber

Siempre creer y no comenzar por juzgar la manera de hacer la vida de cada una de las jóvenes que desaparece en este país, es mi nueva política en relación a las alertas Amber, después de dos búsquedas de jovencitas que temporalmente desaparecieron y que han sido encontradas.

No nos corresponde juzgar si tienen conflictos familiares, si tienen novio, si son muy amigueras. De hecho nada de eso tiene que ver con lo que se puede ayudar difundiendo masivamente los post de personas desaparecidas. Aunque parezca terrible, hay que comenzar por creer que están en un verdadero riesgo, para poder usar efectivamente el poder multiplicador de las redes sociales y procurar encontrar un indicio de su paradero.

Hasta que alguien que conoces, con quien hablaste alguna vez, desaparece, se tiene un pequeño atisbo de la angustia de quienes las aman y comienzan una búsqueda desesperada en cuanto pierden contacto con ellas, porque vivimos en el Estado de México y es la entidad de mayor incidencia de feminicidios. Y es que por esta entidad lastimada la violencia camina como si todo el territorio fuera su feudo.

Una mujer desaparecida es, primero que nada, una víctima y no la responsable de su desafortunada circunstancia. Es cierto, como se desprende de consultas a especialistas en defensa personal, que la actitud que una tenga en el espacio público y en el privado es fundamental para no sea “elegida” por los delincuentes. Tristemente, hay que estar alertas porque nuestra vida cotidiana se ha poblado de violencia, no debiera serlo; pero lo es.

A diario veo mujeres y varones que al ir consultando sus teléfonos celulares mientras deambulan por las calles de la ciudad, se ponen en posición de vulnerabilidad ante la delincuencia. Nada como un distraído o distraída para robar, secuestrar, abusar, pero aún en esa circunstancia no son culpables del delito que se comente, son víctimas.

Cuando desaparecen las chicas, la reacción inmediata de los círculos cercanos o el público en general es “revisar” su conducta y así aventurar una idea de lo que pudo haber pasado, como en la aberración de argumento esgrimido en San Luis Potosí, donde el legislativo propone comenzar las indagaciones juzgando la conducta pública de las víctimas de desaparición.

En ese argumento estúpido se olvida algo fundamental: la dignidad de las personas, que no se pierde por haber tenido amigos en la Universidad, tener un novio o gustar de la vida nocturna de su ciudad. La víctima es una persona que goza del derecho a la vida y a la integridad, lo demás  –que tenga un estilo de vida diferente al nuestro– es irrelevante. Lo importante es procurar que nada les pase.

Por eso ante una alerta Amber, ante la noticia de un desaparecido, hombre o mujer, empiecen por creer y luego averiguar lo que pasó. Mientras, hay que reaccionar con solidaridad y efectividad para darles la oportunidad de vivir, de sobrevivir a un secuestro. Lo primero es creer a la víctima y a sus familiares. Los detalles de su vida cotidiana no son en absoluto relevantes al esfuerzo del estado por encontrarlas. Es su obligación… y la nuestra. 

 

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.

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