domingo 12 mayo, 2024
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VIDA PLENA

«COLUMNISTA INVITADO»: No te pudo tragar

A la mujer le preocupaba ser “comida” por la ciudad. 

Una de las cosas que más le preocuparon siempre a mi madre fue la idea de ser comida por la ciudad, y que sus restos terminaran entre polvo y basura en cualquier ingrato cementerio capitalino. “Prefiero que me cremen, pero lo mejor es sepultarme junto a tu abuelo Alberto, allá en el cerro”, advertía ya en la etapa delicada de una enfermedad corta, dolorosa y finalmente mortal.

 

Teresa fue una mujer de mucho trabajo, bulliciosa, muy hecha al ajetreo de la provincia. Sabía del sosiego y de cómo apretarse el corazón para lidiar con chamacos en el campo, entre otras cosas. Quizá por ello buscaba la holgura y el contacto directo con el aire, con el sol y las estrellas en todo lo que hacía; por eso mismo se puede explicar su rechazo a los espacios limitados, sucios y con escasa luz.

 

Para ella, el entonces Distrito Federal era una gran tumba debido al polvo que llegaba de Ciudad Neza y Texcoco, la contaminación y al viento que poco aparecía. De ahí que la acongojara la posibilidad de terminar con su larga cabellera, misma que a sus 62 años se conservaba entre rubia y cana, en un ajustado hoyo, que de remate estaba dentro de otro gran sepulcro barrenado, sin piedad, por el Metro.

 

Ni la evidente cercanía con la muerte le inquietaba tanto. La primera vez que fui a visitarla en el hospital, me confió: “No tengo miedo de morirme. Ya no quiero estar aquí y cuando cierre los ojos, que me lleven a mi tierra caliente guerrerense, no se te olvide”.

 

Aquel viernes 11 de 2004, a las 11 de la mañana, un paro respiratorio se llevaba de este mundo a la dueña de un singular carácter: Franca, libre, alegre, claridosa, terca, con gran sentido del humor, a veces ruda, pero bondadosa y sensible en extremo.

 

“Tiene cinco minutos para estar con su mamá, luego la bajaremos para prepararla”, dijo una doctora enseguida de que quien me trajera al mundo cerrara sus ojos para siempre. Durante el escaso tiempo que permanecí frente a ella, intenté resumir mi vida al lado suyo y recordé sus ricos desayunos o cuando curaba mis heridas.

 

En Tierra Blanca, pequeño pueblo de la tierra caliente del estado de Guerrero, nací y viví hasta los 11 años; allí conocí a mis amigos que mi madre decía eran “invisibles” y que, según yo, brotaban en forma de manantiales. Otros fluían como ríos o viento en extensos jardines verdes. Otros más, se me aparecían como jacarandas o geranios en sus huertos; como pichones o colibríes con los que nunca dejé de platicar. Fue elevado mi jardín, qué duda cabe. Lo rodearon barrancos, lo azotaron tormentas, algunas flores se marchitaron, hubo arroyos que se secaron. Pero en el centro de ese jardín –mi jardín– hubo siempre un árbol que resistió a todos los embates de la naturaleza y cuyo tronco era su fuerza, la fuerza mía.

 

Sus ramas fueron siempre frondosas, renovadas, protectoras. A su sombra me crie, con el descanso que me daba aprendí. Árbol solamente duro de corteza, a veces hostil, pero igualmente sabedor de la importancia de sonreír para sí mismo y para sus retoños. Árbol que jamás buscó los halagos y mucho menos los agradecimientos; prefirió los afectos. Árbol que para mí era Teresa, pero que mis hermanos preferían llamarle mamá.

 

Al siguiente día del fallecimiento y previa plática entre hermanos, decidimos que sería sepultada junto a mi abuelo en Tierra Blanca, en medio de flores silvestres. Yo no asistí a esta última ceremonia y me quedé con mis hijos en la ciudad. Cuando la carroza enfilaba hacia el sur, me despedí de ella con un ademán y susurré: no te preocupes Teresa, la ciudad no te pudo tragar.

 

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Cut Domínguez. Es periodista cultural. Ha dirigido espacios como la jefatura de Prensa de Difusión Cultural de la UNAM; coordinador de Prensa en la Ciudad de México del Festival Internacional Cervantino; Subdirector de Difusión del Polyforum Cultural Siqueiros; Jefe de Prensa de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes. Asimismo, ha sido colaborador de diarios y revistas nacionales. 

 

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