La relación entre China y Taiwán va más allá de las disputas políticas.
Siempre me observaba cuando acudía a comer al restaurante de comida taiwanesa donde regularmente acudo los días lunes. Era la chica que recibía a los clientes extranjeros por su conocimiento del idioma inglés. Es una mujer risueña y con una gracia especial que no había encontrado en otras mujeres en Shanghái. Cada lunes era lo mismo. Llegaba y con mucha amabilidad me llevaba al lugar para luego tomar la orden. Ya sabía lo que iba a pedir. A lo largo de mi estancia, logramos entablar una buena relación al grado que la semana pasada me invitó a cenar en el restaurante. “Venga a cenar profesor, tengo un 20% de descuento por ser empleada”. Así lo hice la siguiente semana.
Tan pronto llegué, se disculpó. “Profesor, aunque no es la mejor comida taiwanesa, aquí nos hacen descuento”, asentó. Agradecí el detalle y nos dispusimos a ver la carta. Ella pidió varios platillos tradicionales de su país. Comenzamos hablar de la comida. En ese momento descubrí que su familia era de Taiwán, pero la habían enviado desde muy pequeña a estudiar a Shanghái con miras a establecer un negocio tan pronto terminara su educación universitaria en turismo. La relación entre China y Taiwán va más allá de las disputas políticas, me dijo. Al igual que lo hice con la otra chica china que entrevisté la semana pasada, poco a poco introduje cuestionamientos para conocer un poco más cómo piensan los jóvenes de su generación.
No encontré mucha diferencia sobre las expectativas de esta generación; les preocupa sobrevivir y ganar dinero. En el caso de ella, es juntar capital para poner un restaurante antes que su padre la financie. En el futuro cercano, desea comprar una casa en Taiwán para su retiro. Sabe que en China, debido al encarecimiento de los bienes inmuebles, eso será imposible. Además, está consciente de que la propiedad, si la comprara en China, será sólo por 70 años. Después, nadie sabe.
Quizá lo que pueda añadir es que la política del retorno de los bienes adquiridos al Estado será efectiva a partir del año 2049, 70 años posteriores a la reforma de 1979.
La plática iba muy bien; sin embargo, se entrampó cuando mencioné la palabra capitalismo. “Qué es el capitalismo?”, preguntó. Pensé que era una broma, pero efectivamente no sabía el significado y connotación de la palabra. “No lo sé, déjame buscar en el diccionario”. Acto seguido, mostró su confusión. Al principio creí que se trataba de un juego o un problema de traducción. No fue así. Caí en la cuenta de que el proceso de adoctrinamiento que han sufrido muchos chinos les ha hecho olvidarse de muchas cosas que están sucediendo en el mundo, entre ellas los procesos capitalistas contemporáneos de los países desarrollados.
Al respecto, observo que las nuevas generaciones han dejado a un lado el pasado inmediato, sobre todo de la era donde se enfrentaban en el mundo los modelos antagónicos (capitalismo vs socialismo-comunismo). Aquella época no es muy lejana, se llamaba Guerra Fría y se remonta a antes de los años 90 y finalizó con la caída de la Unión Soviética en el año de 1991. Le expliqué el concepto de esa Guerra Fría y lo que eso significó para Asia y su país. Al parecer no captaba. Su conocimiento de historia se limitaba vagamente sólo a la invasión japonesa y un poco a las 6 dinastías chinas (Tang, Han, Song, Yuan, Ming y Qing) que repasamos juntos. Pero había una amnesia casi total del inicio de la república china de 1912 y la caída de la última dinastía, la Qing.
Del periodo de las confrontaciones entre nacionalistas y comunistas en los años 30 del siglo pasado, el de los señores de la guerra y la invasión de las potencias extranjeras, especialmente de Japón en el mismo periodo, haciendo valer los acuerdos desiguales firmados por China en el la segunda mitad del Siglo XIX y principios del XX (básicamente por extraterritorialidad de las leyes extranjeras), o bien, la guerra civil entre comunistas y nacionalistas entre 1935 y 1949, la historia posterior al triunfo comunista en el año de 1949 reflejado en sus planes quinquenales como el salto hacía delante de los años 50, la revolución cultural, así como el rompimiento con la Unión Soviética en los 60, el cambio de paradigma en sus relaciones internacionales en los 70 (ingreso a Naciones Unidas y normalización de sus relaciones con Estados Unidos y Japón), y la apertura económica; también como la transformación de la estructura económica de China con las reformas insertadas por el cambio generacional tras la muerte de Mao en los años 80, 90 y 2000.
Sin embargo, no creo que esté mal. La sociedad china le demanda otras competencias. No todos nacieron para ser historiadores. Sólo puedo decir que el concepto de capitalismo de esta chica es una especie de híbrido. Ahora adquiere sentido la idea de: “un sistema, dos modelo. O no importa el color del gato, con tal que se coma a los ratones”. Pragmatismo puro.
De esto hay que aprender y quizá desmitificar algunas estrategias en materia de política económica, que he constatado, no son tan malas como parece: una economía planificada-centralista de largo plazo no está peleada con el desarrollo nacional siempre y cuando responda al interés de la mayoría, administrando y gestionando con responsabilidad.
Sin embargo, los mecanismos de control para que esto se lleve a cabo son severos. Quizá aquí pesan las críticas al modelo chino que al final de cuentas es efectivo. Sólo hay que ver las tasas de crecimiento sostenido de la economía de los últimos años de alrededor de 8% en promedio anual, su expansión económica global y su importancia en la balanza del poder en las relaciones internacionales.
Por su puesto, hay pendientes en el modelo. Todo apunta a la apertura del sistema político y de libertades individuales, de lo cual hablaremos la siguiente semana en mi última colaboración desde estas tierras lejanas.
Profesor del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales del Tec de Monterrey, Campus Santa Fe. Investigador visitante del Instituto de Desarrollo de la Universidad de Fudan, China.