La discriminiación en los colegios comienza por sus directivos y dueños.
A un grupo de sexto grado de una primaria pública le tocó organizar el tradicional “Registro civil” para su próxima kermés navideña, propia de estas fechas en muchas escuelas. Una niña de las involucradas en echar a andar este juego, preguntó a la maestra si se podrían casar dos mujeres entre sí, la maestra se volteó a ver con dos madres presentes y tras esa rápida consulta de miradas dijo “sí”. Y así ocurrió en esta primaria, y quiero pensar que también este juego de matrimonios igualitarios se repitió en otros registros civiles de otras kermeses de este país. Pero no me entusiasmo, supongo que en muchas escuelas más esta pregunta ni siquiera les pasó por la cabeza a los organizadores.
Así tenemos el caso real y de reciente denuncia ante el Consejo para prevenir y eliminar la discriminación COPRED (http://copred.cdmx.gob.mx/) por parte de Wendy y su pareja, cuyos hijos no fueron aceptados en tres escuelas (http://bit.ly/2fEkvya) por pertenecer a una familia homoparental, el Colegio Olinca, Senda y Mi Kínder. Los argumentos que a bote pronto dan estas escuelas, que reciben con amabilidad y sonrisas como si todo mundo fuera bienvenido a sus instituciones, son burdos, porque los agarraron un poco desprevenidos, pero la verdad, así piensan y reflejan la cultura dominante que sostiene la discriminación. Veamos algunas de las cosas que dijeron estas escuelas:
“¿Qué es homoparental?” O sea, ignorancia. La mentalidad conservadora piensa que su mundo es el único y el “normal”, por tanto no tiene ni curiosidad, ni necesidad de conocer otros mundos descritos con otras palabras. Pero la ignorancia de las discusiones, movimientos y políticas de no discriminación actuales (les parezcan o no), son inaceptables para docentes y directivos encargados de la educación y formación de los niños, de cualquier estrato social en este país.
“No estamos preparados”. el pensamiento conservador proyecta que para introducir un elemento nuevo hace falta “prepararse”, quién sabe cómo, quién sabe cuánto falte, pero ahora no, qué miedo, qué peligro cambiar. La realidad los rebasa, porque las familias homoparentales existen y tienen derechos (les parezca o no) y más les valdría informarse y concientizar a sus comunidades ya. Gracias a la legalidad de los matrimonios igualitarios en la Ciudad de México y a las instituciones que previenen la discriminación, estas escuelas están “en falta”. Lo que es una tragedia para aquellos estados en los que aún no hay legalidad de estas situaciones y la discriminación está normalizada culturalmente.
“No queremos que molesten a los niños, hay papás muy ‘especiales’”. ¿Pues qué tal que para no molestarlos empiezan por aceptarlos ellos mismos? Es que no se hacen responsables de sus propios actos y prefieren culpar a los otros, a los “padres especiales”, que más bien son padres especialmente discriminadores, que eso enseñan a sus hijos. Pues la educación laica y de valores (al pensamiento conservador le gusta mucho decir que ellos sí enseñan y practican valores en sus escuelas, implicando que las liberales no) tendría que empezar por enseñar el respeto y la no discriminación, que hasta donde entiendo no entran en conflicto con los más universales valores religiosos de amor y compasión.
El triunfo de Trump en Estados Unidos demostró que el mundo actualmente está polarizado entre las visiones liberales y conservadoras (con extremos fascistas espeluznantes en muchos casos). Esta tensión de visiones no es sólo una “diferencia de opiniones” sobre la concepción del mundo, el problema con el conservadurismo es la visión de un mundo donde no caben otros mundos. Por eso tenemos que seguir imaginando, educando, visibilizando, luchando, pensando, exigiendo un mundo de respeto y de no discriminación, en el que quepa la diversidad.
El que unas niñas imaginen ya en sus juegos los matrimonios igualitarios es esperanzador sobre el impacto de las legislaciones sobre estos y sobre la visibilización y legitimación de los mismos en esta Ciudad y en muchos lugares. Pero también permanecen las prácticas y visiones discriminatorias que hay que seguir señalando y denunciando hasta que nadie tenga que tener que dar explicaciones en ningún lado sobre la composición de su familia para ser aceptado.
Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.