¿Cómo le voy a tener miedo a Trump si toda mi vida he habitado en un país de “crisis”?
Cuando era niño, le decía a mis padres que la cisterna de la casa nos iba a servir de refugio para cuando “viniera” la III guerra. En verdad imaginaba rocas cayendo sobre la calle, vecinos histéricos y bombazos tronando el pavimento. Pero no tenía miedo: poseía el valor que da la imaginación.
Desde que tengo memoria, vi, sentí, oí a mis parientes mayores como tíos, papás de mis vecinos e incluso a mis abuelos quejarse de la “crisis”, la “situación”, el “sistema”.
Hay frases que a cierta edad uno no comprende, pero se quedan grabadas:
“Se cayó el sistema” (dos señores, no sabía si políticos o periodistas, hablando en televisión abierta).
“La devaluación del peso / el error de diciembre” (palabras del ex presidente Carlos Salinas de Gortari).
“No veas el eclipse porque te vas a quedar ciego. ¡Métete a la casa!” (mi madre el día que vi cómo el día se convirtió en noche).
“Vieron al Chupacabras allá por la salida a Nochixtlán” (una de las historias que me contaba mi tío Pedro, que era trailero).
(Siendo adolescente, también viví el cambio de siglo, del XX al XXI, y el mundo no se acabó a pesar de los falsos profetas).
“Fuimos a Radio Ke-Huelga, ¡Está bien chida!” (dos amigos gemelos en la huelga de 1999 de la UNAM).
“La regla de oro de la democracia establece que gana el candidato que obtiene más votos” (Luis Carlos Ugalde, entonces consejero presidente del IFE).
“¿Adivina cómo me llamo? ¡Osama Bin Laden! !Buuuu!” (un niño insolente que se me atravesó en una pista para trotar).
Luego uno cree comprender… y resulta que no
La universidad me abrió dos caminos: la poesía y la comunicación. La poesía es el oficio del pesimismo delicioso. En palabras de un poeta: La conciencia es amargura / La inteligencia es decepción / Sólo en las afueras de la vida / Se puede plantar una pequeña ilusión.
Por otro lado, a la comunicación y al periodismo los percibo como la idea que tenía Borges de su relación con la literatura: “…ser un buen lector, más que un buen escritor”.
Aquí se unen dos conceptos paralelos con los que asimilo las vueltas de página de la vida: la consciencia de estar informado, de leer, aprender y reflexionar todos los días sobre lo que acontece a través de las noticias, los medios de comunicación y las redes sociales. Y, por otro lado, el del desenfado (podemos decirle fortaleza) que da la literatura y la imaginación; la pérdida del miedo.
Hoy, con el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos, esas dos formas con las que enjuicio al mundo, información e imaginación, fluyen hacia todo ese montón de memorias que me recuerdan que la vida es cambio.
Cierto, la imaginación, conforme pasa el tiempo se agazapa ante sucesos reales inesperados. Sin embargo, crecí en la generación en la que Todo el tiempo vivimos en “crisis”. Así que el miedo al gobierno de los locos no es nada más allá que temor ante el síntoma de un cambio que ya está en marcha, basta con mirar hacia los gobiernos del sur del continente, hacia los de Europa; somos atraídos unos con otros por los imanes inevitables de la globalización.
Donald Trump es parte de un cambio trágico; de esos cambios que a cierta edad uno no comprende.