Por. María del Socorro Pensado Casanova
X: @mariaaspc / IG: @pcasanovams
La justicia que llega tarde no es justicia.
La violencia que no se frena afecta.
El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) designó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la Resolución A/RES/54/134. Desde ese momento, el final de noviembre trae consigo, paradójicamente, el inicio de 16 días de activismo contra la violencia de género, que comienzan el 25N y concluyen el 10 de diciembre, fecha en que se conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos por la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.
Los Estados miembros de la ONU tienen la obligación de visibilizar y sensibilizar la violencia contra las mujeres, y de esta se deriva el lanzamiento de estrategias para su prevención y eliminación por parte de los distintos gobiernos, representantes de la sociedad civil y organizaciones de cooperación internacional, entre otras entidades más que se suman para concientizar la erradicación de la violencia.
Resultados claros y evidentes de estos esfuerzos los tenemos en la asociación y el reconocimiento del color naranja para eliminar la violencia contra las mujeres, al igual que en recordar los días 25 de cada mes del año la importancia de finalizar y prevenir este tipo de violencia. Ambos casos encuentran su origen en la Campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas de la ONU, iniciada en 2008 y seguida hasta la actualidad.
En esta ocasión, ÚNETE 2025 llega con la temática de ponerle fin a la violencia digital contra las mujeres y las niñas, también conocida como violencia de género digital. ONU Mujeres ha puesto el foco, para prevenir este tipo de violencia, en mejorar, supervisar y garantizar la protección de datos y de identidad personal. Así, reafirma el derecho a la intimidad y a la seguridad personales, que son claramente vulnerados frente a prácticas como el ciberacoso, la pornografía vengativa, la sextorsión, la explotación y la pornografía infantil en línea.
Ahora bien, ¿son suficientes 16 días de activismo para eliminar la violencia contra las mujeres? De manera evidente, la respuesta es negativa; sin embargo, para muchas personas parece ser que sí lo son, o al menos así lo manifiestan. ¿Por qué? Porque estos días se convierten en su oportunidad perfecta para izar y defender la bandera feminista que olvidan el resto del año, pero que en este lapso les da créditos para forjar liderazgos políticos, sociales y hasta culturales.
Sostener, proclamar y actuar bajo un lema igualitario y de cero violencias no es un crédito; hechos son acciones y no buenas razones. Se ha distorsionado la misión de implementar y ejecutar las estrategias que se publican los 25N porque se prefiere aparentar la perfección de planes que demuestran una constante competencia entre quién o quiénes presentan las mejores iniciativas para el combate de la violencia.
¿Hasta cuándo vamos a entender que la igualdad y la erradicación de la violencia no se trata de bandos políticos? La violencia contra las mujeres es una realidad, y hay que enfrentarla con unión y compromiso de mejorar el lugar donde habitan nuestras abuelas, madres, hermanas, niñas, amigas, y que es el mismo en el que vivimos todas las personas.
¿Ni una más en noviembre? La respuesta es negativa. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en México se han cometido más de 400 feminicidios hasta octubre de este año, lo que se traduce en la comisión de 1 feminicidio por día. No podemos y no debemos minimizar ningún tipo ni modalidad de violencia, cuyo ejercicio puede llevarnos a ser la víctima de mañana.
Sin duda, el 25N seguido de los próximos 16 días de activismo nos regalarán conversatorios, encuentros y diálogos junto con la alegría de compartir similitudes y diferencias entre distintas personas y diferentes espacios, pero lo más importante serán las lecciones que aprendamos y que, como cada año, debemos llevar a la práctica diaria. Hagamos lo posible porque esta vez sea sin egoísmos, sin competencias, con empatía, con sororidad, con amor por la vida, porque sí, la fuerza que nos guía hacia la igualdad está en las decisiones y acciones que tomamos y realizamos libres de violencias.