Por. Fernando Coca
X: @Fercoca
Nada más lejano a la realidad. Lo que caracterizó la actividad política de Carlos Manzo fue que llamó a las cosas por su nombre, sin rodeos y sin cortapisas.
Sabía muy bien que sus palabras, pero más sus acciones, tendrían una repercusión importante en la vida cotidiana de los habitantes de Uruapan.
Carlos Manzo fue diputado federal por MORENA. Pretendió ser postulado por su partido como candidato a alcalde y, fuentes dentro del partido me aseguran que ganó la encuesta, pero fue vetado. Compitió como independiente y venció.
He leído y escuchado de “analistas” que Manzo era un político de la derecha porque algunos medios locales comparaban su política de seguridad con la del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y de ahí les nace la idea de que Carlos se alineaba en el conservadurismo.
Conozco Michoacán por gente muy querida que es de allá y por diversas coberturas que me tocó realizar por varios municipios entre elecciones, informes estatales y municipales y, por supuesto, de las consecuencias del crecimiento del crimen organizado en el territorio purépecha.
De muchos de ellas y ellos he escuchado su hartazgo por la situación de la inseguridad en el estado. No sólo en Uruapan, también en Morelia, en Aguililla, en Apatzingán, Buenavista Tomatlán, en La Huacana.
Acusar a Carlos Manzo de ser conservador y de la derecha no es más que una postura para minimizar lo acontecido en Uruapan. Que un político señale con tanta claridad lo que sucede en su entorno y que además exija coordinación y presencia de las autoridades superiores saca de balance a los que no quieren ver una realidad que tiene décadas (quizá desde que Echeverría se sumó a la política antidrogas de Richard Nixon y luego de que López Portillo nombró como jefe de la policía a Arturo El Negro Durazo).
El contexto del asesinato de Carlos Manzo me recuerda el libro de Fernando Vallejo, La virgen de los sicarios, que narra la violencia y la degradación social en la Colombia, donde dos jóvenes sicarios Alexis y Wilmar mueren a consecuencia de su actividad delictiva. El asesino de Manzo fue un joven adicto enviado al suicidio.
Serán muchos lo que quieran denigrar a Manzo y a su movimiento, pero eso mismo será lo que haga que muchas y muchos retomen la forma, y quizá el fondo, de hacer política de Carlos Manzo. El shock social que causó su asesinato ya provocó una reacción de todas las estructuras de gobierno.
Carlos Manzo no era de derecha. Tal vez lo que esos analistas que lo califican así no alcanzan a comprender que hablar claro y fuerte también es de alguien que estaba en el ala más progresista de la izquierda.
La Letrina. Mientras no se fortalezcan los municipios, en México no cambiarán los temas de inseguridad, desarrollo y el combate frontal de las causas que generan la pobreza y la desigualdad. El 115 constitucional debe ser más relevante para que, desde la cédula más importante del Estado mexicano, se ataquen los tumores que impiden la grandeza de México.