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COLUMNA INVITADA: El legado de Marx enamorado

Por. María del Socorro Pensado Casanova

X: @mariaaspc

¿Será que un hombre necesita estar enamorado para comprender la igualdad o compartir las ideas feministas?

En la psicología, Freud expone en sus teorías el complejo de Edipo, que explica el amor de los niños por su madre y el odio hacia el padre derivado de la competencia por conservar el cariño de ella. De igual manera relaciona el impacto del deseo sexual del niño hacia su madre para rivalizar la figura de su padre, a quien más tarde, tomará como un modelo esencial para desarrollar su identidad. Todo esto sostenido desde un ejercicio de roles y estereotipos de género (masculino y femenino) históricamente asignados por el sistema patriarcal.

A pesar de todas las críticas que se sostienen al complejo de Edipo presentado por Freud, es claro que la evolución y las dinámicas que una persona vive desde su etapa temprana van a determinar su visión y formación de criterios sociales, sin importar el sexo o el género con el que nazca o con el que se identifique. Karl Marx defendió que las personas no estaban biológicamente determinadas, por lo que se construían como sujetos de acuerdo con su historia y sociedad, y explicó que la desigualdad no es un fenómeno natural, sino que su origen se provoca por la intervención o acción humana.

Entre las líneas de lucha frente a las desigualdades que Marx sensibilizó para las mujeres se encuentran la eliminación de la explotación laboral de las mujeres obreras, la erradicación de la opresión y la esclavitud en las familias burguesas, así como la identificación de la prostitución como una actividad de no autorrealización. De igual manera, refirió el logro de una igualdad política entre la mujer y el hombre como condicionante para llevar a cabo la emancipación social, que es la base para la emancipación femenina, más conocida en la vida diaria como la independencia económica de las mujeres.

Entre las luchas de clases, de libertad de explotación y de divisiones, Marx, dejó al mundo feminista un legado para analizar las prácticas y los cambios sociales de las personas, pero no para defender exclusivamente a las mujeres. Por esto, hay que entender al marxismo como lo que es, una doctrina política y económica, que, al momento de ser aplicada, ha diferido de los resultados esperados.

Entonces… ¿Por qué Marx incluyó a las mujeres en sus postulados? ¿Acaso Marx estaba enamorado cuando escribió “El Capital” ?, ¿“El Manifiesto comunista”? o ¿“La ideología alemana”? ¿Se habrá aprovechado de las luchas feministas que transcurrieron durante el Siglo XIX? ¿Lo hizo pensando en provocar la brecha salarial que se produciría luego de la emancipación económica en el Siglo XX?

No se necesita que un hombre esté enamorado, primero de su madre, después de una pareja, o de la persona que elija, para que sea sensible a las desigualdades por razón del género, o bien, para que perciba la falta de oportunidades y condiciones de las mujeres frente al resto de las personas. Se requiere de validez personal y de una formación igualitaria que hoy en día no hemos alcanzado.

Reflexionar sobre la teoría feminista marxista en el Siglo XXI y de las críticas que han recibido aquellas personas que reconocen y retoman sus postulados, nos habla de una actual fórmula viral para encontrar y señalar errores, fallas, ausencias, incongruencias y críticas en todo lo que tiene que ver con la igualdad de género, sin tomar en cuenta los contextos sociales. Resulta difícil idolatrar a cualquier persona, porque no existe la perfección, pero sí existe la intención, ya sea de visibilizar que en nuestras manos está el cambio, o bien, de sepultar y seguir haciendo daño culpabilizando sin fundamentos.

El feminismo es la búsqueda de la igualdad para todas las personas, no es el enemigo ni la figura reaccionaria de la que muchas personas hablan, no es la mujer fantasma de “El Capital” que aterroriza a la multitud, es la reivindicación de los derechos humanos de las mujeres. Buscar errores inexistentes, humillar y denunciar criterios por ser distintos a los nuestros, condenar y eliminar oportunidades de crecer y de ser iguales reafirman la necesidad de repensar lo que estamos haciendo. Compartir ideas feministas es ser parte de la justicia que tanto buscamos, no de la desigualdad en la que nos encontramos.

 


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