COLUMNA INVITADA: El culto a la mentira - Mujer es Más -

COLUMNA INVITADA: El culto a la mentira

Por. Andrea Ramírez Valdés

IG: @masha_y_sus_libros

 

No hace mucho, una reconocida investigadora mencionó en una de sus conferencias una cita que resume a la perfección lo que trato de argumentar con la columna de hoy: “si nos torturamos lo suficiente, los datos nos dicen lo que queramos”. Y cuánta verdad hay en sus palabras. La información es cada vez más accesible y más veloz en generarse y propagarse, cayendo en una paradoja.

Ya no basta con tenerla al alcance, sino que al ser toneladas de información las que circulan todos los días, es necesario contrastar, cuestionar y verificar la información que consumimos (o que nos es bombardeada). La pregunta es, ¿hasta qué punto lo hacemos? He ahí uno de los grandes problemas.

Regresando a la cita anterior, vivimos en una época en la que la mirada crítica de un experto, o de la ciencia misma, se ha erosionado. Pareciera que preguntar por las pruebas científicas que sustenten el por qué de una cosa ha sido sustituida por cuestionar la “insistencia” en la que se busca demostrar y convencer por medio de la razón y la ciencia. El principio de Goebbels se ha invertido: una verdad repetida muchas veces se vuelve una mentira. ¿Qué está pasando?

Ignacio Ramonet explora este fenómeno en su libro La era del conspiracionismo, en el que analizando el asalto al capitolio en Estados Unidos del 06 de enero de 2021, expone el poder de las teorías de la conspiración como un síntoma que muestra lo enfermo que está el sistema democrático a escala global. La verdad no solo es cuestionada, sino que se saca de proporción a través de relatos político-míticos alternativos, los cuales proporcionan una explicación seductora sobre los orígenes de los males que nos acontecen.

Para ello, Ramonet expone diversos ejemplos de estas teorías de la conspiración, en las que es fácil deducir la fórmula para su elaboración: 1) generar una narrativa paranoica sacando de contexto la realidad y, 2) identificar un grupo de actores en el que recae la causa de las catástrofes. No importa que tan fantasiosa suene, ya que a través de la conexión de casualidades de diversos eventos y situaciones, rebuscar en los datos lo que no existe, hará del entramado más complejo, más robusto, más creíble.

Sin embargo, existe un ingrediente clave para que todo lo anterior obtenga la fuerza deseada: tiene que ser una historia increíble para que suscite fe. Somos una especie con la capacidad de crear relatos ficticios…y creerlos. Las ficciones intersubjetivas que hemos consolidado a través de los siglos son ejemplo de ello. Y a pesar de que sabemos que se tratan de ficciones, la fuerza que las sustenta es el consenso por el que hemos optado en creerlas y ejercerlas, es decir, nuestra fe en ellas.

Sin fe no hay creencia y sin creencia la narrativa es solo eso, palabras vacías. Por ello, la fe requiere de combustible: las emociones. Se necesita exaltar las mentes, incendiarlas de emociones y sentimientos que despierten enojo, indignación, temor, miedo, rencor y, paradójicamente, esperanza. ¿Les suena familiar la fórmula? Y qué mejor medio para poner en marcha lo anterior que las redes sociales.

¿Cuál es el papel de las redes sociales? En palabras de Ramonet, el uso que le damos a las redes sociales no es el de informar, de ser objetivos, ni de ser neutros. Se trata de imponer tu narrativa a la vez que desacreditas a tu oponente. Parece que su papel es actuar como cámaras de eco en las que lo que se comparte es la información que confirma, o se cree que confirma, lo que resuena con nosotros y nuestro círculo cercano.

Y esto es sumamente alarmante, ya que no debemos de asumir que la información presentada en nuestros perfiles es la misma que aparece en el de los demás. Ni tampoco que es una representación de las tendencias generales. Lo que realmente reflejan es lo que nuestro algoritmo nos arroja con base en nuestras interacciones con las plataformas. En resumen, las redes sociales sirven para emocionar, no para informar, para opinar, no para matizar.

La reflexión final que nos deja Ramonet de su libro es la manipulación de las mentes en torno al manejo de la información como arma biopolítica que ha derivado en la escalada de violencia y aparente percepción de estar polarizado, con altos costos a escala global. Permitir que estas narrativas sean las protagonistas de la psique social nos habla de una fuerte desconexión con la realidad y una tremenda desconfianza por la misma.

Es un llamado ante una crisis de pérdida de identidad social, de optimismo en que las cosas mejoren y del descontento con los gobiernos actuales. La división que generan estas narrativas solo generan más de lo que no necesita el mundo para mejor. Necesitamos ejercitar un pensamiento crítico, que nos haga complejizar los problemas y pensar antes de “twittear”. Así que a la próxima que te encuentres leyendo un texto, un artículo o esta columna misma, pregúntate ¿qué tanto estás torturando los datos?

 


Andrea Ramírez Valdés. Politóloga e internacionalista, con intereses afines a las neurociencias. Firme creyente que el diálogo es el primer paso en la construcción de la democracia. Amante de los libros y del diseño de stickers, logos, portadas y más.

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