COLUMNA INVITADA: Valores, igualdad y un poco más - Mujer es Más -

COLUMNA INVITADA: Valores, igualdad y un poco más

Por. María del Socorro Pensado Casanova

IG: pcasanovams

 

“Por ti altas cumbres puede ser la vida
Y la muerte por ti ser enterrada. […]
No más, por ti, las nieblas, el espanto.
No más, por ti, la angustia, el duelo, el llanto.
No más, por ti, la sorda y triste guerra.
Sí, por ti, el despertar de la armonía.
Sí, por ti, el sueño humano en pleno día.
La paz, por ti, la paz sobre la tierra.”
A los derechos del hombre, 1959, Rafael Alberti

 

La toma de una decisión, cualquiera que sea, cambia el rumbo del presente y de nuestro futuro. Las respuestas de nuestros actos son infinitas, y en este presente que vivimos lleno de una competencia constante por ser los mejores frente al resto de la humanidad, lo son todo. El significado de guerra como un conflicto bélico, y sus consecuencias, por ejemplo, lo vivimos día a día gracias a las decisiones que toman altos mandos gubernamentales, a quienes, si no imposible, resulta inaccesible alcanzar, ni siquiera para advertirles que ya han destrozado el esfuerzo de años por establecer la protección a nuestras libertades y garantías fundamentales en el derecho internacional.

Cada mañana trae consigo una nueva noticia, hay personas que prefieren no enterarse de lo que ocurre a 10 o 10000 km de distancia, pero muchas otras lo hacen, y son conscientes del daño que nos hacemos en vivir en este mundo que habitamos sin practicar indicios de ética, moral y empatía por los demás. Es verdad que cada uno lucha por su propia batalla, y construir una muralla para sobrellevar y forjar nuestro destino no es una tarea sencilla, pero sí que hace la diferencia no causar daño a quiénes nos rodean mientras continuamos nuestro paso por estos años que llamamos vida.

Al relacionarnos, ser amable y mostrar emociones propositivas mientras te comunicas no denotan inseguridad. Para mí, así como para el resto de las personas que llevamos a cabo valores y principios de derechos humanos en cada momento de nuestro actuar, no lo es, por el contrario, promueves lazos de confianza. La amabilidad te abre puertas, la empatía te lleva a dejar de hablar mal de historias ajenas, la honestidad te incentiva a ser mejor en lo que haces, y la fidelidad te permite identificar lo que realmente quieres y lo que no deseas cerca de ti.

Lo cierto es que el poder nos ha divido, la igualdad de oportunidades y condiciones para lograr un estado de bienestar, cada vez se aleja más de nuestra realidad, porque no aceptamos trabajar en equipo, no somos capaces de beneficiarnos de los liderazgos y aprender de estos. La meta es muy clara, lo queremos todo o nada, y si no obtenemos un beneficio abandonamos la posibilidad de mejorar e iniciamos una crítica de lo que no va de acuerdo con nuestras ideologías, creencias, roles o estereotipos.

Entre más lejos vemos los lugares que más anhelamos, sin realizar el mínimo esfuerzo de llegar ahí, la mediocridad acelera, y la envidia no permite que nuestras opiniones sean críticas, mucho menos lo que hacemos de forma cotidiana. Así, somos testigos de la agresividad que se plasma en nuestro entorno, y que en repetidas ocasiones la manifestamos con actitudes crueles y sórdidas disfrazadas de opiniones constructivas.

El giro que necesitamos para triunfar y testificar un entorno en el que todas las personas seamos capaces de respetarnos y ejercer los mismos derechos, así como gozar de oportunidades y condiciones equilibradas comparte una visión integral. Este enfoque que nos lleve a comprender que la igualdad la promovemos todos y que no requiere de gran esfuerzo más que el de ser constantes con acciones que muestren valores éticos y morales.

En nosotros recae la responsabilidad para la eliminación de una cultura de discriminación y violencia que nos ha llevado hasta la normalización de decir una mentira, alzar la voz, agredir física o psicológicamente a otra persona o incluso de aceptar la comisión de un feminicidio. En ti y en mí está la decisión de discernir entre lo que está bien o lo que está mal, no quiero excluir la importancia que prevalece en la efectividad de las políticas públicas en materia de prevención de violencia, pero sí quiero enfatizar que el compromiso está en uno mismo.

La igualdad no se trata de convencer a ningún grupo político, social, económico o cultural, la igualdad es encontrarte con posibilidades iguales que la persona que tienes a un lado, entiéndase como posibilidades, a todos los derechos y obligaciones que como integrantes de una comunidad tenemos. Por supuesto, su ejercicio y goce conllevan el respeto permanente hacia todos, no podemos de nueva cuenta actuar sin límites y dañar a otros utilizando como fundamento y motivación a nuestras acciones.

No basta con una formación en derechos humanos para garantizarlos y tampoco con tener el conocimiento de la definición de perspectiva de género o del enfoque igualitario para hacerlo realidad. Necesitamos actuar, realizar cada tarea con principios de igualdad y no discriminación, entender que, con cada pensamiento basado en prejuicios y estereotipos, estamos promoviendo el odio y la violencia, sin importar el lugar de dónde nos expresamos, sea presencial o digital.

En estos tiempos, los nuestros, donde las faltas y humillaciones se escudan con el ejercicio del derecho a la libertad de expresión tenemos que detenernos a verificar si lo que estamos diciendo y actuando, perjudica o no a otras personas, si les genera miedo o ansiedad, angustia o coraje. Tanto en el espacio privado y público, sí, en la familia, con las amistades, en medios profesionales, en todos y cada uno de los sitios donde nos encontremos, es necesario que actuemos con valores, con esos mismos que nos van a llevar a una sana convivencia y a la apertura de un escenario libre de violencias.

Justicia e igualdad aclamamos, justicia e igualdad ejerzamos.

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