Por. Saraí Aguilar
X: @saraiarriozola
El problema no es el feminismo ni las acciones afirmativas, sino el populismo del feminismo que la política ha hecho con la agenda feminista.
Esto lo corrobora lo acontecido en torno a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tras las desairadas elecciones del domingo 1 de junio, como si éstas no estuviesen lo suficientemente cuestionadas ya, la presidenta de la Nación puso sobre la mesa un tema a discusión respecto a quién ostentaría la presidencia de la futura Corte.
Cuando en la recta final del conteo de votos el abogado de origen mixteco, Hugo Aguilar Ortiz, se perfilaba para ser el sucesor de Norma Piña con más de 5.3 millones de votos, la presidenta Claudia Sheinbaum puso en duda esta posibilidad. “Hoy me estaban comentando, no lo tenía presente, que el INE debe evaluar quién tiene que ser, porque en la Constitución también viene una parte de preferencia para las mujeres”, dijo hace una semana desde su conferencia mañanera.
El comentario fue refutado por Guadalupe Taddei, predidenta del INE, al recordarle que la Corte en sí ya está constituida por cinco mujeres y cuatro hombres, lo cual ya implica la acción afirmativa, y que de acuerdo con el artículo 94 de la reforma al Poder Judicial (aprobada por la bancada oficialista, por cierto), quien lograra la mayoría de votos sería la nueva cabeza del tribunal.
Más allá de que la presidenta Sheinbaum no insistió al día siguiente en el tema –aunque según ella “nunca planteamos algo distinto”–, es pertinente señalar que la agenda social se ve dañada cuando el feminismo parece convertirse en una moneda de cambio para obtener presuntas ventajas.
De entrada, la ley no da “preferencia” a las mujeres. La ley genera acciones afirmativas para lograr una igualdad sustantiva a través de éstas. No son más posibilidades de ganar, sino oportunidades reales de hacerlo.
Por si esto no fuese suficiente, debería de profundizarse más en el tema interseccional por parte de nuestros gobernantes, al ser supuestamente un eje de la “Nueva Escuela Mexicana”. Al hablar de las acciones afirmativas, por ejemplo, no solo el género es importante.
No todas las mujeres, por el hecho de serlo, estamos atravesadas por las mismas dificultades. A algunas la pobreza, la raza o la orientación sexual les complica el hecho de ser mujer.
En el caso particular de la Corte, por ejemplo, Lenia Batres –quien habría sido la nueva presidenta del tribunal según el razonamiento de Sheinbaum– ya era ministra: ésta es su segunda oportunidad de serlo. Ya alguien más rompió el techo de cristal en el Poder Judicial y fue la ministra Norma Piña. Lo que significa que Lenia Batres parte de una posición de mayor poder y privilegio que una persona indígena, aunque ésta sea hombre (claro, hablamos de indígenas de a pie, no de operadores presidenciales como es el caso de Hugo Aguilar; aquí es una lucha de iguales).
Definitivamente solo se acuerdan de que no llegamos todas cuando no llega una de las suyas.