La luz que se apaga y la mirada que perdura: Salgado e Iturbide en el tiempo - Mujer es Más -

La luz que se apaga y la mirada que perdura: Salgado e Iturbide en el tiempo

Por. Boris Berenzon Gorn

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1. Sebastião Salgado: La luz eterna del compromiso y la memoria

La muerte de Sebastião Salgado a los 81 años representa una pérdida irreparable para el mundo del arte, la fotografía y, sobre todo, para la conciencia social global. Su obra, reconocida internacionalmente, no fue solo la captura de imágenes; fue un compromiso inquebrantable con la dignidad humana y con la defensa del planeta. Salgado fue un cronista sensible, un testigo comprometido que supo plasmar, con una sensibilidad artística sin igual, las realidades más duras y, a la vez, las esperanzas más profundas de los pueblos y la naturaleza.

Originario de Brasil, Salgado comenzó su vida profesional como economista, una disciplina desde la que intentaba comprender los procesos sociales. Sin embargo, la fotografía se convirtió en su lenguaje predilecto para narrar esas realidades complejas. Desde sus primeras imágenes, quedó claro que su mirada trascendía la mera documentación: buscaba contar historias que no podían ser ignoradas, que apelaban a la empatía y al compromiso. El blanco y negro, su sello característico, no fue solo una elección estética, sino un vehículo para profundizar en las texturas, los contrastes y las emociones que atraviesan las condiciones humanas.

El compromiso social de Salgado fue la piedra angular de su trabajo. Durante más de cinco décadas, recorrió continentes para retratar a quienes viven en las márgenes de la historia oficial: campesinos, mineros, migrantes, refugiados, comunidades indígenas, trabajadores anónimos que sostienen con su esfuerzo la estructura económica global. Proyectos como “Workers” revelan la invisibilidad de millones de personas cuyo trabajo es esencial, pero que suelen permanecer en el olvido. Su mirada no busca la compasión superficial, sino la justicia; no la victimización, sino la dignidad.

En “Migrations”, Salgado documentó la tragedia y la resiliencia de los desplazados forzados, las diásporas que marcan la historia contemporánea. Estas imágenes trascienden el mero testimonio, convocan a la reflexión ética sobre las causas de la migración: guerras, explotación, desigualdad. Finalmente, en “Genesis”, ofrece una visión esperanzadora y profundamente poética: un homenaje a la belleza original del planeta y a las culturas originarias que mantienen vivas formas de relación sostenibles con la Tierra. Esta trilogía es una síntesis de su visión holística, que une lo humano y lo natural en un mismo tejido de interdependencia y fragilidad.

La dimensión ética de Salgado fue siempre inseparable de su trabajo artístico. No se conformó con ser un simple observador distante, sino que involucró su vida en proyectos de preservación ambiental y social. Fue cofundador de la Fundación Instituto Terra, que trabaja en la reforestación y recuperación ambiental de áreas degradadas en Brasil, demostrando que el arte puede ser también motor de transformación concreta.

Además, su lenguaje visual ha sido una lección de maestría técnica y sensibilidad estética. La composición, la luz, el manejo del blanco y negro, la profundidad de campo y el detalle convierten sus fotografías en auténticos poemas visuales. Su obra eleva la fotografía documental a una forma de arte que trasciende el tiempo y las modas, con un mensaje universal y urgente.

La influencia de Salgado sobre las nuevas generaciones de fotógrafos, activistas y pensadores es incalculable. Su trabajo ha abierto caminos para entender la fotografía no solo como un medio para captar imágenes, sino como una herramienta poderosa para la memoria, la denuncia y la empatía. En un mundo saturado por imágenes efímeras y superficiales, Salgado ofreció imágenes que invitan a la contemplación profunda y a la acción responsable.

En un momento histórico donde la crisis climática y las desigualdades sociales se agravan, su legado se vuelve imprescindible. Salgado nos recuerda que detrás de cada cifra, de cada fenómeno global, hay historias humanas que merecen ser escuchadas y comprendidas. Nos desafía a reconocer que la lucha por la justicia social está intrínsecamente ligada a la defensa de la naturaleza, y que ambos son aspectos inseparables de la misma ética planetaria.

La muerte de Sebastião Salgado nos invita a detenernos y valorar la potencia del arte comprometido, que no se limita a reflejar el mundo, sino que aspira a transformarlo. Su vida y obra son una invitación permanente a la solidaridad, al respeto y a la memoria. La luz que emanó de su lente continúa iluminando el camino hacia un mundo más humano y sostenible, recordándonos que la memoria no es un bien que pueda comprarse o venderse, sino una responsabilidad colectiva que debemos preservar.

Así, su legado es mucho más que un conjunto de fotografías; es un llamado constante a la conciencia, un testimonio de resistencia frente a la injusticia y una afirmación de la dignidad humana. Sebastião Salgado ha partido, pero su luz sigue viva, encendiendo el compromiso y la esperanza en todos aquellos que creen en el poder transformador del arte y en la posibilidad de un mundo mejor.

2 La mirada íntima y universal de Graciela Iturbide: un legado fotográfico que trasciende fronteras

La reciente concesión del Premio Princesa de Asturias de las ArtesGraciela Iturbide representa no solo un reconocimiento a su excepcional trayectoria como fotógrafa, sino un homenaje a la mirada única que ha sabido desplegar a lo largo de más de cinco décadas de trabajo. En un mundo donde la imagen se consume a la velocidad de un clic, la obra de Iturbide nos invita a detenernos y contemplar con respeto y profundidad las múltiples capas que conforman la identidad mexicana y, por extensión, la condición humana. Su fotografía no es un simple registro visual, sino un acto poético, una exploración íntima y comprometida con las culturas y comunidades que ha retratado.

Nacida en Ciudad de México en 1942, Graciela Iturbide se formó bajo la influencia del gran maestro Manuel Álvarez Bravo, uno de los pilares de la fotografía mexicana del siglo XX. Su obra toma raíces profundas en la tradición, pero se despliega con una voz propia, donde el encuentro con las comunidades indígenas y rurales de México es fundamental. Sus fotografías —mujeres, rituales, animales, objetos cotidianos— no son meros documentos; son ventanas abiertas a una realidad que desafía las simplificaciones y los estereotipos, mostrando la complejidad, la belleza y la magia de lo cotidiano.

La mirada de Iturbide es profundamente personal y, al mismo tiempo, universal. A través de su lente, logra captar la esencia de sus sujetos con una sensibilidad que evita la exotización o el voyeurismo. Sus imágenes respetan la dignidad y la autonomía de las personas retratadas, revelando su fortaleza, su misterio y su humanidad. Este compromiso ético se traduce en fotografías que son relatos visuales llenos de poesía y sentido, donde lo sagrado y lo profano, lo ancestral y lo contemporáneo se entrelazan en un diálogo constante.

Más allá de su calidad estética, la obra de Graciela Iturbide posee una dimensión social y cultural que la hace particularmente relevante. Ha sido una testigo comprometida de comunidades que muchas veces han sido invisibilizadas o marginadas, y ha trabajado con ellas para preservar memorias culturales que corren el riesgo de desaparecer ante la homogeneización global. En especial, su representación de las mujeres mexicanas —con toda su diversidad y complejidad— ha aportado una mirada feminista, que visibiliza sus luchas, su espiritualidad y su poder. Su trabajo ha inspirado a generaciones de fotógrafos y fotógrafas, no solo en México sino en el mundo, y ha contribuido al reconocimiento internacional de la fotografía mexicana como un arte que dialoga con las problemáticas sociales y culturales de nuestro tiempo.

El Premio Princesa de Asturias de las Artes que ahora recibe es un símbolo del valor que la comunidad internacional reconoce en su obra. Más allá del mérito individual, este galardón refleja la importancia de la fotografía como una herramienta para la exploración cultural, la memoria colectiva y la construcción de identidad. Para México, representa un orgullo y un reconocimiento a sus expresiones artísticas que trascienden fronteras y hablan con voz propia en la escena global. Iturbide, con su trabajo, no solo retrata el pasado y el presente, sino que invita a imaginar un futuro en el que la cultura y la identidad se preservan y celebran desde la diversidad y el respeto.

El legado de Graciela Iturbide es una invitación a mirar con otros ojos, a escuchar con atención y a comprender con profundidad. Su fotografía es un puente que conecta lo local con lo universal, lo ancestral con lo contemporáneo, lo visible con lo invisible. Nos enseña que el arte puede ser un acto de resistencia, memoria y dignidad, y que la imagen puede contar historias que las palabras a veces no alcanzan a expresar.

En tiempos donde la rapidez y la superficialidad amenazan con trivializar nuestras raíces, la obra de Iturbide nos recuerda que solo la paciencia, el compromiso y la sensibilidad pueden sostener una memoria auténtica. Su mirada, delicada y poderosa, seguirá inspirando a quienes buscan entender el mundo desde la riqueza de su diversidad y la profundidad de su humanidad.
La muerte de Sebastião Salgado y el reconocimiento internacional a Graciela Iturbide nos recuerdan que la fotografía es mucho más que un arte visual: es un testimonio vital, un puente entre la memoria y la esperanza. Mientras Salgado se apaga como una luz eterna que iluminó las sombras más profundas de la humanidad, Iturbide resplandece con la fuerza de una mirada que celebra la vida, la diversidad y la identidad. En ese contraste de despedida y triunfo, la fotografía se revela como un lenguaje capaz de abrazar la vida y la muerte, la denuncia y la belleza, el silencio y el clamor. Así, en el eco de un último click y en la corona del premio, se sostiene la promesa de que la imagen es, ante todo, un acto de resistencia, memoria y dignidad que perdura más allá del tiempo.

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