Por. Fernando Coca
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El 12 de mayo de 1846, el Senado de los Estados Unidos votó a favor de la guerra contra México, justificada por el presidente James K. Polk bajo la acusación de que tropas mexicanas atacaron a estadounidenses en su territorio.
En realidad, México estaba en su propio terreno, Texas.
La política de Polk buscaba expandir el territorio estadounidense. Hoy, un gobierno de EE.UU. intenta imponer reglas a México bajo argumentos de migración ilegal y tráfico de drogas, afectando la economía mexicana con la imposición de aranceles de 25 por ciento.
La guerra de Polk tenía como fin la expansión territorial desde Texas, hasta la Alta California.
Trump emprendió una guerra comercial en contra de México con consecuencias que afectan a ambos países, especialmente a México.
Por ejemplo, la industria textil de EE.UU. debe decidir si mantiene la cadena de suministro con México y Canadá, que representa 1.6 millones de empleos y 20 mil millones de dólares en comercio.
Polk se quedó con más de la mitad del territorio mexicano; Trump busca quedarse con inversiones en México y Canadá, afectando a los consumidores estadounidenses.
Los empresarios de EE.UU. deben buscar soluciones ante el incremento de precios debido a los aranceles impuestos por su gobierno.
Trump, al igual que Polk, busca hacer a América grande otra vez, pero impone aranceles a los que Polk se oponía.
La riqueza petrolera del Golfo de México podría ser una motivación para apropiarse del petróleo mexicano con tan sólo el cambio de nombre a Golfo de América.
Estamos en momentos decisivos para el futuro de México, con Trump buscando siempre más para saciar su ansia de grandeza.