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RIZANDO EL RIZO: La migración

Por. Boris Berenzon Gorn

La migración, un fenómeno ancestral, es y será uno de los temas centrales en esta década. A lo largo de la historia, pueblos como los gitanos, los judíos y otros grupos minoritarios han sufrido desplazamientos, ya sean forzosos o voluntarios, en su búsqueda de mejores condiciones de vida. 

Desde una lectura antropológica e histórica, la migración refleja tanto las aspiraciones individuales como las transformaciones sociales globales. Al permitir el intercambio cultural, la migración también propicia la creación de nuevas identidades. Todos hemos sido migrantes en algún punto de la historia, y un mundo sin fronteras es una visión que aboga por la libre movilidad humana. Sin embargo, la migración ha generado también una realidad sombría: el comercio ilegal de personas, con redes de tráfico que explotan a aquellos que buscan un futuro mejor.

El sufrimiento del migrante es una de las facetas más humanas de este proceso. El desplazamiento no solo es físico, sino también emocional y psíquico. Los migrantes deben dejar atrás su hogar, su lengua, su familia, sus costumbres y su cotidianidad, enfrentándose a barreras lingüísticas, culturales y sociales en los países de acogida. Este sufrimiento puede tener consecuencias devastadoras para la salud mental, alterando la identidad y la sensación de pertenencia. Las tensiones derivadas de ser considerado un “extranjero”, la discriminación y la xenofobia generan una profunda sensación de alienación. A nivel social, el migrante enfrenta la ardua tarea de adaptarse a un nuevo entorno sin perder sus tradiciones y valores. La nostalgia por la tierra natal se convierte a menudo en un lastre emocional difícil de soportar. Después de una migración, es sumamente difícil encontrar un lugar seguro, al menos durante las tres primeras generaciones, sin que persista la zozobra y la angustia de no pertenecer.

En 2025, la migración será el gran tema. Las crisis climáticas, los conflictos bélicos y las desigualdades seguirán impulsando los flujos migratorios, mientras que las políticas y las tecnologías podrían ofrecer nuevas formas de apoyo e integración. No obstante, el regreso de grupos ultraderechistas está dando paso a propuestas gregarias y de supremacía. Es un tiempo crucial para construir puentes que favorezcan la migración desde la solidaridad, la empatía, la tolerancia y la asimilación. A pesar de los fuertes vientos de castigo que soplan contra los flujos migratorios, es necesario mantener la serenidad, pero estar muy atentos. En México, debemos hacer eco de nuestro papel como refugio migratorio, enfatizando el “nosotros” por encima del “otro”. Nuestras mejores armas son la cultura, la solidaridad y nuestra rica historia. La migración continúa siendo un reflejo de la condición humana, caracterizada por la constante búsqueda de un mejor futuro y la interconexión global.

La migración, entendida como el movimiento de personas que buscan nuevas oportunidades o que huyen de situaciones de conflicto o desastre, ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Este fenómeno no solo refleja los aspectos sociales, económicos y políticos de las sociedades, sino que también se presenta como un motor esencial para el crecimiento cultural. Ha sido responsable de la creación de nuevas identidades, del intercambio de conocimientos y de la transformación de culturas. Sin embargo, este proceso no está exento de tensiones y desafíos, especialmente cuando se cruza con el racismo, la xenofobia y los intereses económicos que se aprovechan del movimiento de las personas. En 2025, las migraciones siguen siendo un tema central del debate global, con un enfoque renovado sobre sus impactos tanto positivos como negativos en las sociedades receptoras y en los propios migrantes.

Las aportaciones de la migración al crecimiento cultural. Históricamente, las migraciones han sido fundamentales para el enriquecimiento cultural. El flujo de personas entre diferentes regiones del mundo ha posibilitado el intercambio de ideas, prácticas artísticas, conocimientos y tradiciones. Esta dinámica ha sido esencial en la evolución de las grandes civilizaciones. Un claro ejemplo de este fenómeno lo encontramos en la migración de los pueblos árabes hacia Europa durante la Edad Media. En el periodo del califato, los árabes trajeron consigo avances científicos, filosóficos y matemáticos que transformaron profundamente el pensamiento europeo, preparando el terreno para el Renacimiento.

En tiempos más recientes, las migraciones también han sido cruciales para la creación de sociedades multiculturales. Ciudades como Nueva York, Londres, París y la Ciudad de México son ejemplos como otras megalópolis se plantean como espacios donde la diversidad cultural, producto de las migraciones, ha enriquecido su identidad. La gastronomía, la música, el cine, las artes visuales y la literatura han experimentado una enorme transformación gracias a las contribuciones de los migrantes, quienes han aportado nuevas perspectivas, lenguas y modos de vida. De hecho, muchos movimientos artísticos contemporáneos, como el hip-hop o la combinación musical, son frutos directos de la fusión de culturas originada por los flujos migratorios. Lo que no quita también que en estas ciudades surjan las grandes amenazas racistas.

Las magnas migraciones y su huella. Las grandes migraciones de la historia, tanto forzadas como voluntarias, han tenido efectos profundos en las sociedades receptoras y en las culturas de los migrantes. Un ejemplo claro de cómo un desplazamiento masivo de personas puede modificar la estructura social y cultural de una región es la migración de los pueblos africanos durante el periodo de la esclavitud y la posterior diáspora africana en América. Los afrodescendientes trajeron consigo su música, danza y tradiciones espirituales, que dieron lugar a movimientos culturales como el jazz, el blues, el reggae y la salsa, entre otros.

En el siglo XXI, las migraciones contemporáneas siguen teniendo un impacto cultural profundo. Los desplazamientos forzados por conflictos bélicos, la pobreza, el cambio climático y las políticas represivas en diversas regiones del mundo siguen generando una circulación masiva de personas. A pesar de los retos que este fenómeno implica, la migración también ha fomentado el intercambio de ideas y el desarrollo de nuevas formas culturales, especialmente en las grandes urbes globalizadas.

La idea del otro: Extranjeros para nosotros mismos. La semióloga Julia Kristeva, en su obra Extranjeros para nosotros mismos, introduce una reflexión fundamental sobre cómo percibimos a aquellos que son diferentes a nosotros, es decir, a los migrantes. Kristeva sostiene que el concepto de “extranjero” no debe verse solo desde la perspectiva de la identidad cultural del otro, sino también como una construcción interna que revela aspectos de nosotros mismos que preferimos ignorar. El “extranjero”, en este sentido, se convierte en un espejo que refleja nuestras inseguridades, prejuicios y contradicciones.

Este concepto nos invita a pensar en la migración no solo como un fenómeno externo, sino como un proceso que también afecta la identidad de los países receptores. Al enfrentarse a la diferencia cultural, la sociedad se ve obligada a poner en duda sus propios valores, creencias y normas. No obstante, cuando la reacción ante la diferencia es el rechazo o la exclusión, se perpetúan los estereotipos y las divisiones. El racismo, entonces, se convierte en un obstáculo para la integración y el crecimiento cultural que la migración podría generar.

El racismo y la migración. El racismo es una de las principales barreras que enfrentan los migrantes en las sociedades receptoras. A pesar de los avances en derechos humanos y políticas de igualdad, el racismo sigue siendo una realidad cotidiana para millones de personas. La xenofobia, alimentada por prejuicios y temores infundados, convierte a los migrantes en “otros”, en seres ajenos a la cultura dominante, a pesar de que, en muchos casos, los migrantes han contribuido significativamente al desarrollo económico y cultural del país receptor. El racismo se manifiesta de diversas formas: desde la discriminación laboral hasta los ataques verbales y físicos, pasando por la estigmatización social y cultural. Además, el racismo institucionalizado en algunos países lleva a que las políticas migratorias sean cada vez más restrictivas, criminalizando a quienes buscan una vida mejor. Los discursos políticos que utilizan la migración como chivo expiatorio de los problemas económicos o de seguridad solo refuerzan los estereotipos y la exclusión de los migrantes.

La migración como negocio. La migración también ha dado lugar a un negocio cruel: las redes de tráfico de personas que explotan a migrantes vulnerables. Millones de personas se ven obligadas a migrar debido a situaciones de extrema pobreza, violencia o falta de oportunidades en sus países de origen, lo que las convierte en objetivos fáciles para los traficantes de personas. Estos actores ilegales obtienen grandes beneficios al poner en peligro las vidas de los migrantes, muchos de los cuales son explotados laboralmente o sometidos a trabajos forzados en los países de destino.

Por otro lado, la migración también está relacionada con mercados legales que se benefician de la mano de obra migrante. Sectores como la agricultura, la construcción y los servicios dependen en gran medida de los migrantes, quienes, a pesar de su contribución económica, a menudo se enfrentan a condiciones laborales precarias y a la falta de derechos laborales. Las políticas migratorias de algunos países permiten la entrada de trabajadores temporales sin ofrecerles una protección legal adecuada, lo que permite a las empresas aprovecharse de la vulnerabilidad de los migrantes.

La migración para Donald Trump. La postura de Donald Trump, presidente electo de los EE. UU., sobre la migración se caracteriza por un enfoque claramente antiinmigrante, que se traduce en políticas como la construcción de un muro en la frontera con México y la implementación de medidas estrictas para limitar la entrada de inmigrantes, especialmente aquellos de origen latinoamericano y musulmán. Trump ve la migración no solo como una amenaza económica, sino también como un peligro para la identidad cultural y la seguridad nacional de Estados Unidos. Su discurso político utiliza a la migración como un pretexto para justificar sus políticas de control y su retórica nacionalista y supremacista.

Esta visión ignora las contribuciones positivas de los migrantes al país. Desde el punto de vista económico, los migrantes han sido esenciales en la construcción de la infraestructura estadounidense, el desarrollo de la tecnología y el crecimiento de industrias clave. Además, culturalmente, Estados Unidos es el resultado de una nación construida sobre la inmigración, lo que hace que la exclusión de los migrantes sea, en muchos sentidos, una contradicción con la historia misma del país.

Finalmente, la migración puede entenderse como una autoprofecía. Las políticas que restringen el flujo migratorio no solo son injustas para los migrantes, sino que también tienen un impacto negativo a largo plazo en las sociedades receptoras. El aislamiento de los migrantes, sumado al racismo y la xenofobia, perpetúa un ciclo de exclusión y fragmentación social, lo que genera tensiones políticas y sociales que alimentan más discriminación y hostilidad hacia los migrantes. Por otro lado, cuando las sociedades aceptan y celebran la diversidad, la migración se convierte en un motor de crecimiento cultural, económico y social. El encuentro con el “otro” puede dar lugar a nuevas oportunidades y a una mayor comprensión entre culturas. La migración, entonces, tiene el potencial de convertirse en una profecía de integración y prosperidad, siempre y cuando las sociedades se enfrenten a sus propios prejuicios y reconozcan los beneficios de la diversidad.

La migración, lejos de ser un fenómeno negativo, es una fuerza transformadora que ha enriquecido y continuará enriqueciendo a las sociedades globales. Si bien es innegable que existen tensiones asociadas con el racismo, la xenofobia y la explotación, el intercambio cultural derivado de la migración ha sido un motor clave para el progreso humano. Para que la migración se convierta en un centro de crecimiento cultural, es necesario que las sociedades adopten una visión más inclusiva y empática, superando los miedos infundados y reconociendo el valor de la diversidad.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

“Salió a la vida como una raíz, / sin pedir premio, / sin esperar agradecimientos. / Solo quería la oportunidad de crecer. / No hizo ruido cuando partió, / solo llevaba consigo / la nostalgia de su tierra abandonada.” Margarita del Carmen Brannon Vega, conocida por su seudónimo Claudia Lars, poetisa salvadoreña (Armenia, 20 de diciembre de 1899 – San Salvador, 22 de julio de 1974)

Narciso el obsceno

El egocentrismo de las naciones es el reconocimiento de que toda cosa viviente ve el mundo desde una sola y propia perspectiva.

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