Por. Adriana Luna
X: @adrianalunacruz
Vicente Fernández cumple incluso post mortem, su legendaria frase: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, yo no dejo de cantar”. Cuando ‘El Charro de Huentitán” externaba esas palabras en sus conciertos, el público respondía con estruendosa ovación.
Vicente Fernández dejó listos varios regalos musicales para el deleite paulatino de la gente. Hoy es una producción con música de banda, la dirección corrió a cargo de Pedro Ramírez, el arreglista fue Omar Loredo y la supervisión de uno de los máximos representantes de este género, el sinaloense Beto Lizárraga, nieto de Don Cruz Lizárraga -fundador de la Banda del Recodo-.
Con ello, el cantante mexicano deja evidente que tenía un perfecto entendimiento de la industria de la música y una visión adelantada a su tiempo, misma que lo consagró como ídolo en la historia artística del país. Mientras cientos de voces y luminarias se apagan al morir, unas pocas permanecen como leyendas.
Su hijo Vicente Fernández Abarca reconoce que su ejemplo y previsión, le enseñan a él y a todos los miembros de la familia que se dedican a la música, la sabiduría que tenía el patriarca, así como el respeto y el amor que debe tenérsele a la profesión y especialmente a los fanáticos.
Cuando don Vicente se alejó de los escenarios y vivía en el Rancho Los Tres Potrillos, jamás se alejó de la música, estuvo produciendo canciones inéditas, que poco a poco irán saliendo a la luz. Tenía un propósito claro: ‘que su público nunca lo olvide’.
Hay una “larga lista de canciones y de proyectos” nos reveló Vicente Jr., alimentando el deseo de que las nuevas generaciones conozcan a su padre y disfruten de la herencia artística tanto en canciones como en películas.
¿Y de qué manera te olvido? Si en cada reunión familiar las voces se unen, sin importar edades, para entonar: ‘Pudiéramos morir en las cantinas y nunca lograríamos olvidarlas. Mujeres, oh mujeres tan divinas, no queda otro camino que adorarlas’. O qué tal: ‘Me gustas completita, tengo que confesarlo. No más al saludarte me da el mal del amor’.
El amor de la gente hacia Vicente Fernández y los miembros de su familia es tan grande que llegan por marejadas al rancho ubicado en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Automóviles y camiones provenientes de diversas partes de la República Mexicana y del extranjero, repletos de fanáticos, se estacionan cada mañana a las puertas para ingresar al mausoleo que se ha convertido en un punto de atracción turística vigente todo el año.
Durante unas tres horas por la mañana, la fanaticada ingresa al rancho donde están los restos del cantante. Se pueden tomar fotografías con una figura de cera del artista descansando en una banca, mientras se escuchan imparables los múltiples éxitos musicales. Desde los niños hasta los abuelos conocen las letras de sus canciones y una que otra lágrima aparece en el rostro de la gente. Se pueden observar los objetos personales de Vicente Fernández, que respaldan su gusto campirano y el respeto a las tradiciones mexicanas como la charrería.
El Rancho Los Tres Potrillos se ha cuidado para que la esencia de don Vicente permanezca, pero que también sus seguidores se sientan bienvenidos, como siempre quería el artista. Los detalles son evidentes, en el andador se colocó techo para proteger a la gente del viento, del sol o la lluvia, se embellecieron los jardines con flora oriunda de la región y se dejó a la vista los caballos miniatura que son el distintivo de la casa.
Vicente Fernández, aún en ausencia física, sigue siendo un embajador de Jalisco y de México. De vez en cuando, reaparecerá con nuevas canciones para alimentar ese amor en los corazones de la gente.