Por. Bárbara Lejtik
Muy comentado ha sido el tema sobre la prohibición de la venta de comida chatarra dentro de las escuelas y sus inmediaciones. No estoy a favor nunca de las prohibiciones, pero los datos son alarmantes, sin ser nutrióloga ni mucho menos, me asusto al ver lo que nuestros niños y adolescentes se llevan a la boca todos los días sin la más mínima conciencia del daño que hacen a su organismo.
La comida ultraprocesada -cualquier abuela nos lo explicaría- inflama y enferma el organismo y no es un tema de gordura o estética, incluso hay cierto tipo de inflamaciones celulares que no se detectan a simple vista pero que poco a poco van deteriorando nuestros órganos vitales asegurándonos un futuro muy incierto en cuestiones de salud.
Los datos los dijo el secretario de Educación, Mario Delgado, en la conferencia mañanera del lunes 23 de octubre y en realidad no son datos tan nuevos. Ya sabemos que México es primer lugar en obesidad infantil y diabetes; que en el 98 por ciento de las escuelas se vende comida chatarra; que la gran mayoría de los mexicanos consume estos productos a pesar de sellos e indicaciones a la vista. Nos hizo demasiado daño el Tratado de Libre Comercio y la proliferación y apoyo que dio el gobierno a empresas productoras de pan, botanas fritas, alimentos ultraprocedados y refrescos. Los resultados saltan a la vista, estamos más obesos y más enfermos que nunca y ésta no es una cuestión de estética, sino de salud, de urgente atención.
Yo propondría a cada padre de familia que antes de comprar una bolsa de papas fritas o similares a sus hijos dejarán el contenido unas cuantas horas reposando en agua solo para imaginar el proceso dentro de nuestro cuerpo. También leer el etiquetado y las advertencias en los sellos nos sería de gran utilidad, el simple hecho de que algo esté etiquetado como exceso de azúcares, sodio o grasa y ausente de cualquier tipo de nutrientes debería ser suficiente para que eligiéramos no consumirlo y mucho menos proporcionarlo a nuestras infancias.
Comer sano no solo es más complicado, también es mucho más caro en este país, solo hace falta caminar un rato en la calle, en las estaciones del Metro y transportes públicos, en los centros comerciales, para darse cuenta de la increíble y vasta oferta de comida chatarra que está al alcance de nuestra mano por precios mucho más amables de los que pagaríamos por una ensalada o un plato de comida saludable.
¿Cómo vencer este problema?
Primero que nada tomando conciencia, siendo inteligentes y responsables con nuestra salud, elegir alimentos saludables aunque nos lleve más tiempo en su preparación, planificar comidas y cualquier cosa que proporcionemos a nuestros hijos para comer en el transcurso del día. Tener conciencia de un sistema que nos quiere enfermos, porque la enfermedad es rentable, en estas últimas décadas en que se apoyó la proliferación de empresas y marcas de comida chatarra también incrementaron los gastos en medicinas y seguros médicos, por algo será.
Enfermarnos a nosotros mismos debería parecernos algo absurdo y; sin embargo, lo hacemos con singular alegría e incluso pagamos por ello.
Ojalá estuvieran aquí nuestras abuelas para poner cara de susto con los contenidos de los alimentos que consumimos en nuestra bendita inconsciencia.