CEREBRO 40: ¡Mujeres de todos los pueblos! - Mujer es Más -

CEREBRO 40: ¡Mujeres de todos los pueblos!

Por. Bárbara Lejtik

Asistí a la entrega del bastón de mando, así lo viví…

Para que yo me anime a salir, sabiendo que va a llover, tiene que ser algo de verdad muy importante, no solo salí preparada para todos los climas posibles, por mis propios medios me fui al Zócalo con mi fiel escudera Francis. Entre más de 400 mil personas esperamos pacientemente la lluvia y la entrega del bastón de mando, rezando porque además no temblará, intentamos como luchadoras de zumo ganar algún lugar lo más cerca posible del estrado.

Gente de todas partes, jóvenes y mayores, niños, bebés en brazos, personas ataviadas en trajes típicos, grandes grupos y familias, portando letreros, muñecos, cientos de “Amlitos” y “Clauditas” de peluche y diversos distintivos, esperábamos con emoción el arribo de la primera mujer presidente de México. Percibí que al igual que nosotras la mayoría de la gente, al menos la que estaba a nuestro alrededor, asistió por decisión propia, muchos venían del interior de la República, algunos comentaban que era su segundo viaje, que habían venido hace seis años a la ceremonia con el presidente Andrés Manuel López Obrador; yo no, esta fue mi primera vez.

Tomó el micrófono una mujer a la que admiro mucho y que me cae especialmente bien, Jesusa Rodríguez, quien dirigió unas palabras bellísimas al público allí presente. Una mujer letrada y avezada en poesía, llamándonos Mujeres de todos los pueblos, Mujeres de todos los sexos, hembras de todas las especies, ancestros, abuelas de nuestras abuelas, mujeres de las cuatro esquinas del mundo. Yo que de ese pie cojeó, verdaderamente me conmoví muchísimo con esas palabras tan hermosas.

Fueron pasando al estrado mujeres que representaban a 70 pueblos portando esplendorosas sus soberbios trajes típicos, sus colores, sus lenguas, sus sonrisas y sus miradas oscuras y profundas. Orgullosas de su origen y de su tierra, elegidas una por una en cada comunidad por su gente, representantes de las mujeres y de los hijos de las mujeres sin más bandera que una rama de maíz en la mano fueron ocupando el lugar de honor. No, esta vez no hubo funcionarios ni otros gobernantes sobre el estrado; si en los invitados especiales, pero frente a nosotros solo estaban las mujeres del México profundo, esas a las que tanta gente no defiende ni considera dignas de una disculpa por parte de colonizadores; estas mujeres que saben más de la tierra que nadie, pero que pocas veces son vistas y escuchadas, a las que no les hemos preguntado si merecen una disculpa y por el contrario hemos debatido en nombre de ellas si es justo u absurdo.

Cuando llegó la Doctora Claudia Sheinbaum, ya presidente constitucional de este país, la primera mujer presidente de la historia elegida por voluntad del pueblo, sonaron las caracolas y tres de estas mujeres mágicas se dirigieron a ella hablándole en sus lenguas originarias, abrazándola con el cariño con el que se abrazan las viejas amigas, seguramente se conocieron durante la campaña antes de las elecciones, seguramente se volverán a ver en las visitas que la Doctora prometió hacer durante su mandato, Hermanita la llamaron, Hermanita Claudia, Estamos de fiesta todas las mujeres, eres la voz de las que siempre callamos.

En un impoluto vestido marfil bordado por manos artesanas, observada por estos rostros indígenas y afrodescendientes, con nombres casi impronunciables en las zonas urbanas, seguida por la cámara indiscreta y escrupulosa de Epigmenio Ibarra, en medio de una nube copal, palabras sagradas, plantas para purificar, un silencio respetuoso y absoluto por parte de los asistentes que nos dirigimos a los cuatro puntos cardinales por instrucción de las sacerdotisas para pedir la energía y la ayuda de todos los elementos y las divinidades para este mandato tan importante en la historia de todas y todos.

Después vino el discurso, un discurso poderoso que precedió a la lectura de los cien compromisos de la administración, por difícil que parezca de creer no se hizo cansado, el discurso fue elocuente y puntual. Los compromisos me parecieron muy congruentes con lo que puede prometer una mujer científica de izquierda, apoyo a las mujeres, a los indígenas y afrodescendientes, a las pequeñas empresas, pago sin excepción de impuestos de todas las grandes industrias, becas para los estudiantes de preparatoria y secundaria, ampliación y construcción de nuevas universidades públicas, la puesta en órbita de un satélite nacional, la creación de un coche eléctrico cien por ciento mexicano, impulso en el deporte y extensión de horarios en las escuelas para apoyar a las madres trabajadoras, entre muchos otros, con la consigna permanente de continuar las iniciativas de la cuarta transformación: Primero los pobres y primero las mujeres, nunca más sin ellas.

La lluvia nunca apareció, una majestuosa bandera refulgía bajo el atardecer y los presentes regresamos a nuestras casas con un dejo de esperanza muy pequeño, pero muy pesado albergado en el fondo del corazón.

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