COLUMNA INVITADA:  Claudia, debió ser más tu día - Mujer es Más -

COLUMNA INVITADA:  Claudia, debió ser más tu día

Por. Marisa Iglesias

El 01 de octubre debió haber sido el Día de Claudia, pero nunca dejó de ser el Día de AMLO. Por acción y por omisión. AMLO salió puntualmente de su casa de Tlalpan y revivió símbolos eficaces. No viajó en la Suburban presidencial sino en el modesto Jetta blanco, el mismo, quizá, que usó en su última campaña. Iba sentado adelante y a diferencia del 2018 llevaba la ventana cerrada. Atrás de él iba Beatriz, la esposa del “presidente más feminista de la historia”, según una de sus tantas mañosas autodefiniciones. AMLO y el Jetta. El sencillo patriarca que ya no es presidente y que ha dicho mil veces que pronto se irá a “La Chingada”. Sonríe complaciente y de a ratos le toma la mano a su mujer en el asiento de atrás. Mientras tanto quien debiera ser la protagonista del día sale tarde de su casa, también en Tlalpan, y obvio, llegará tarde a su toma de posesión como presidenta, con A, de la República. ¿Por qué? ¿Fue deliberado o algo se salió de control en esos primeros veinte minutos de la agenda oficial? Su auto avanza con dificultad entre el tumulto que se ha reunido afuera de su casa y no será hasta que logre llegar a una avenida más amplia en que por fin podremos verla quienes seguimos la transmisión por televisión. Bajó el cristal y va sonriente y prodigando saludos. Elegante, con el pelo recogido en un chongo y no en la clásica coleta alta. Vestida de blanco y con pequeñas medias perlas como aretes. En sus muñecas asoman pulseritas rojas tejidas, de esas que protegen de las malas vibras, y no lleva reloj. Va casi media hora tarde, pero guapa y feliz. Total, que esperen en el Congreso. Sin ella no podrán empezar.

En su ausencia, AMLO hace su entrada triunfal a San Lázaro. En la era de la selfie ya nadie guarda las formas y la comisión solemne de legisladores asignada para recibirlo, es todo menos solemne. Lo abrazan, le palmean la espalda confianzudamente y lo besuquean sin piedad. Por supuesto, selfie con todos y cada uno de ellos, faltaba más. La entrada al Salón de Plenos y el trayecto hacia el presidium es demencial. Decenas de hombres y mujeres se arremolinan eufóricamente en torno suyo. La escena parece un fresco viviente, una ameba gigante que se mueve con torpeza y lleva cientos de celulares que suben y bajan en sus brazos amorfos. AMLO disfruta de sus últimos momentos de rock star, le planta un beso casi obsceno al senador Manuel Velasco y ya en el presídium, saluda a Noroña, que va sin corbata, besa reverencialmente en la frente a la legendaria y hoy fragilísima Ifigenia Martínez, presidenta del Congreso, y -genio y figura- ignora olímpicamente a la ministra Norma Piña, sentada a unos metros. De la oposición, ni sus luces. Nadie necesitará decirles Ni los veo ni los oigo porque ni se ven ni se oyen. CEPROPIE no necesitará bajarles el volumen en la transmisión oficial. Se borraron ellos solos de la crónica. Cedieron la plaza.

La llegada de la presidenta, media hora después, es un tanto anticlimática. La recibe una comitiva de legisladoras, todas de Morena y sus partidos aliados. La oposición tampoco existe para el oficialismo, ni para la mínima corrección política. Ya en el Salón de Plenos, la pasarela de selfies es más mesurada y ella no se detiene a saludar. Por si fuera poco en el trayecto hacia el presidium ocurrirá un inaudito “gritómetro” que se repetirá varias veces más durante la sesión: un grito flaco de “Presidenta, Presidenta” es opacado por un grosero “Es un honor estar con Obrador”. No son perros de Pavlov… Algunos de los presentes han querido dejar claro quién es el verdadero líder de la manada. Pero Claudia misma no tardará en sumarse a ese reconocimiento con largos minutos de su discurso dirigidos a engrandecerlo. Si alguien tenía dudas de que quizá querría marcar cierta distancia con su antecesor o establecer alguna diferencia, por mínima que fuera, con él, pues se quedó con las ganas. Acaso la máxima osadía fue acercarse a saludar a la Ministra Piña. Después, puro amor.

La Ley de Murphy se cumple puntualmente y el momento cumbre del acto se verá empañado por un imperdonable error de producción en la transmisión oficial. López Obrador se ha retirado la banda presidencial y se acerca a entregársela a Ifigenia para que en su calidad de Presidenta del Congreso se la ponga a la presidenta Sheinbaum, pero sus 94 años le pasan factura y no lo consigue. La recibe de Andrés y, sostenida de su brazo, asume que no podrá cumplir el protocolo y le dice a Claudia: “Te la paso a ti”. Gran momento, momento de enorme intensidad dramática. Entonces se oyen voces extrañas y la toma se abre absurdamente impidiéndonos ver el instante en que Claudia será simbólicamente ungida como la primera presidenta, con A, constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Perdonen ustedes millones de mexicanas y mexicanos que esperaban ver esa escena inolvidable, ese momento histórico, irrepetible, orgásmico. Perdón… Coitus interruptus cortesía de CEPROPIE o de quien corresponda. Cuando volvemos a ver a la presidenta Sheinbaum, ya tendrá la banda puesta y una integrante de la Fuerzas Armadas le ayudará a fijarla. Ifigenia, vestida de naranja, permanecerá dignamente sentada en su lugar y nadie sabe, nadie supo qué demonios pasó. Seguro al rato veremos de cerca en redes sociales, un video tomado del celular de alguien que estuvo en las primeras filas y que la cadena nacional nos negó, por ridícula corrección política o torpeza imperdonable. Claudia Sheinbaum autoungiéndose presidenta ante la imposibilidad física de la Presidenta del Congreso de hacerlo.

Después vendrá el discurso leído bien y de corrido, lo cual se agradece desde este su primer día como presidenta. No improvisa, no frivoliza y no se sale jamás del guión. AMLO es un gigante, ha sido el mejor presidente en la historia de México y el más querido. Ella vendrá a consolidar su enorme legado. “¡Que viva la Cuarta Transformación!”. Aplausos y en el gritómetro, “Es un honor estar con Obrador”, que debería ir de franca salida, vuelve a empequeñecer a la orgullosa bienvenida feminista que debió resonar a todo pulmón y sin mezquinas competencias: “Presidenta, presidenta, presidenta”. Pero poco importaba. La propia presidenta no guardó las formas que correspondían a su investidura y al terminar su discurso se lanzó a abrazar al ex, todavía sentado, hasta su lugar. Momentos antes, cuando hablaba recatadamente de energías limpias, se le olvidó quién era quién y dijo: “Como dice el presidente”, para de inmediato corregir, con la banda puesta, “Como dice Andrés Manuel”.

Híjoles… Ya sé que uno tarda en acostumbrarse y que todos nos equivocamos a principios de año las primeras veces que escribimos la fecha y ponemos la del año que acaba de terminar. Pero Claudia no es “todos”, y ese error no tendría que haberlo cometido, porque tiene un fuerte peso simbólico, escénico, psicológico que quizá le cobren caro sus detractores. Pero así quedó registrado, ni hablar. Después Ifigenia enmendará elegantemente el tropiezo al llamar a la comisión legislativa que acompañará al “ciudadano” AMLO a retirarse. El ciudadano se retirará con más discreción que la que tuvo a su llegada y el presídium se volverá un verdadero desmadre. Porque muerto el rey, que viva el rey… O la reina en este caso. Y ahora todo el mundo sube en busca de la selfie con la nueva presidenta, con A. Parecen adolescentes con su futbolista favorito, o pubertas con su integrante estrella de BTS. Fuera máscaras: Yo quiero mi selfie. Sentada y con su sonda de oxígeno aún puesta en medio del gentío, Ifigenia convoca a la comisión que acompañará a la presidenta a retirarse del recinto y a sus 94 años resiste el desenfreno cavernícola sin colapsar. Ifigenia, que lo ha visto todo como política y como mujer. Mataría por saber qué está pensando.

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