Por. José Luis Hernández
Este viaje empieza en Los Pinos, antigua residencia presidencial. Ahí el punto de partida para explorar, desde las alturas, parte de la Ciudad de México, cruzando por el Bosque de Chapultepec. Es la Línea 3 del Cableblús, que fue inaugurada recientemente por el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
La cordialidad, pulcritud, orden y comodidad de cada cabina o góndola y no se diga la vista en este recorrido de tan solo seis estaciones, lo hacen memorable en esta orbe tan complicada en su movilidad. Así arrancamos con una subida de jalón, no apta para fobia al vértigo, ya que la sensación es fuerte.
La vista es espectacular. Dominas parte de la CDMX desde otra perspectiva: cruza la parte lateral del Bosque de Chapultepec empezando por el Museo del Papalote; después tenemos la vista del Lago Menor, en todo su esplendor, que no se aprecia igual que cuando estamos a nivel de suelo. De ahí pasamos por el Panteón de Dolores. Jamás nos habríamos imaginado la inmensidad de este camposanto. Es infinita la cantidad de tumbas que se ven en este recorrido. No faltó el comentario de un pasajero que dijo que si nos caemos ya nos ahorramos el viaje al más allá. ¡Vaya comentario! Pero es parte del viaje.
La siguiente vista es el Lienzo Charro donde los jinetes hacen sus suertes con maestría ante el público que no estaba contemplado en la taquilla. Me refiero a los que andamos por las alturas -que nos resultó gratis- bueno, 7 pesitos el costo de este viaje.
Los contrastes son fuertes al ver de un lado a otro casas sumamente humildes y otras lujosas. Si, son los contrastes sociales que se palpan desde las alturas en Santa Fe.
Ahí está la última estación. Es el pueblo y ahí hay que tomar un camión, si se quiere llegar al otro Santa Fe, el de los grandes edificios, plazas y centros de negocios.
Sin lugar a dudas es un viaje en donde se juntan -en una góndola para ocho personas- el ama de casa, el albañil, la secretaria, el chofer, un ejecutivo, el turista o el que únicamente quiere ver la ciudad desde las alturas.
Regreso por la misma ruta hacia la estación Los Pinos. Y nuevamente deslumbra la inmensidad de nuestra capital pero también la amabilidad del personal en cada estación del Cablebús. Cuando se abre la puerta de la góndola te preguntan que si todo bien en el recorrido y cuando la cierran te dicen buen viaje. Mi experiencia: me sentí de viajando como un turista y no en un recorrido de transporte público. Ver para creer y disfrutar.