Por. Adriana Luna
Guadalajara cometió un grave error y está pagando las consecuencias, le apostó a una modernidad miope y entubó uno de sus ríos principales: el San Juan de Dios. Ahí está el pecado original, en pleno corazón citadino. Estas palabras me las comentó hace años, Luis Valdivia Ornelas, especialista (de la UdeG) que ha investigado la historia hídrica de la ciudad y que ha documentado los 570 puntos de inundaciones que tiene la Zona Metropolitana tapatía.
Valdivia sostiene que si los gobernantes hubieran respetado las cuencas, los ríos y arroyos, Guadalajara sería ‘la Venecia’ de Latinoamérica. Irónicamente fue, el agua, lo que convenció a los fundadores, establecer a la ‘Nueva Galicia’ en el Valle de Atemajac en febrero de 1542. Ya habían hecho tres intentos fallidos.
Aquella urbe repleta de espejos de agua prosperó. Después ‘se modernizó’ y creció de forma desordenada y sin planeación. Se entubaron los ríos, se llenaron de concreto las calles. Hoy Guadalajara padece en temporada de estiaje, insoportables planchas de calor. Kilómetros y kilómetros de piso que no permiten la filtración de agua de lluvia y que generan múltiples ríos rápidos y furiosos.
En Guadalajara las precipitaciones pluviales traen en promedio 800 a mil milímetros de agua cada año. Esto significaría llenar unas 454 veces el Estadio Jalisco, el 60 por ciento de esa agua se va directo al drenaje. Digámoslo claramente, se desperdician alrededor de 565 millones de metros cúbicos al año de agua, una equivalencia de 272 veces el Estadio Jalisco, detalla el investigador Arturo Gleason. De ese tamaño son los ríos de agua que corren por la ciudad cada temporal de lluvias y que a su paso cobran decenas de vidas, personas que quedan atrapadas en pasos a desnivel inundados, arroyos y zonas de captación de agua desbordados, mientras a la par se enfrenta la crisis de agua en el Lago de Chapala.
Hoy, cada temporal de lluvias, la naturaleza reconoce sus cuencas de los otrora tres ríos principales: Atemajac, San Juan de Dios y Osorio. El agua sigue su ruta, esa que no se respetó al dar paso a una malentendida modernidad. Hoy, investigadores de la Universidad de Guadalajara están proponiendo recuperar el río San Juan de Dios, pareciera imposible, pero con ‘voluntad política’ todo se puede. Curiosamente, sería la misma receta para salvar el Lago de Chapala, que durante las últimas décadas mientras se seca, se llena de promesas y saliva de políticos ávidos de discursos.
Para armonizar el crecimiento de la Zona Metropolitana de Guadalajara y su infraestructura respetando el territorio geográfico e hídrico-meteorológico de la región, los investigadores universitarios proponen crear un sistema de alerta temprana y corredores verdes contra inundaciones. Tendrían que estar unidos especialistas de distintas ramas: meteorólogos, geólogos, ingenieros hidráulicos, expertos en gestión de agua, biólogos, etc.
De entrada, se necesitarían unas 60 estaciones de monitoreo en el sistema de cuencas para medir cuánta agua cae en cada tormenta, hacer el cálculo potencial de captación de agua de lluvia, almacenamiento, filtración y escurrimiento. Tener semáforos de emergencia para alertar a la ciudadanía, que idealmente estaría capacitada para entender y actuar conforme se presentara las emergencias.
También se propone la creación de un Centro Nacional de Innovación para la Vivienda Adecuada y Atención a Situaciones Emergentes del Hábitat que permita un crecimiento ordenado de la urbe. Sólo así Guadalajara dejaría de solo estar sumando los puntos de riesgo de inundación, que son imparables anualmente y que proliferan al igual que los baches en las calles.
Todo esto no sería necesario si desde el origen se respetara la naturaleza. Imagínese a la Guadalajara de hoy, con tres ríos principales corriendo al aire libre, con agua limpia. Con un Lago de Chapala repleto y sano. Un atractivo turístico, riqueza de todo tipo, equilibrio ecológico, armonización e integración ecológico-territorial-urbano. ¡Guadalajara ‘la Venecia’ de Latinoamérica!