Por. Saraí Aguilar
¿Será que los que tanto presumen de la nueva política tomaron en cuenta la ética profesional? ¿O esa no combina con el naranja? Esas preguntas salen a relucir ante el perfil de su nueva candidata Natalia Antonoff.
El nombre de la aspirante a diputada federal por Movimiento Ciudadano no dice nada en la arena política, pero sí resulta conocido para miles de estudiantes y seguidores del programa Shark Tank México.
Antonoff es fundadora de Homework Dealer. La supuesta empresa se promociona en internet como un sitio con “más de siete años apoyando a estudiantes”. El proyecto fue rechazado en el programa de apoyo financiero a emprendedores. Su giro no es otra cosa que hacer tareas por encargo a estudiantes que no quieren hacerlas: esto es, fraude académico.
Esto motivó a los “tiburones” empresariales a no invertir, al cuestionar su falta de ética y el promover la cultura del no esfuerzo en los estudiantes. Incluso la señalaron de fomentar la corrupción.
Pero, al parecer, este perfil no parece incomodarle al líder emecista Dante Delgado.
Y eso nos hace sin duda meditar hasta qué punto es válido que los aspirantes a legislar sean designados por un tema de posicionamiento en redes sociales, sin privilegiar sus credenciales o méritos profesionales, académicos o por aportaciones significativas a la comunidad.
Y si bien los partidos parecen más interesados en privilegiar los compadrazgos o los perfiles supuestamente “taquilleros”, también es responsabilidad de los ciudadanos evaluar los méritos de aquellos que quieren llegar al Congreso.
En épocas de campañas nos hemos acostumbrado a ver candidatos bailando y cantando como si la apuesta fuese por ganar un concurso de espectáculos y no gobernar o legislar.
Pero esto no es nuevo. Desde 2015 en España empezaba la preocupación por el show montado por los políticos. Guillermo López, profesor de Periodismo y Opinión Pública en la Universidad de Valencia, entrevistado en ese momento por El Mundo, sentenció: “En Estados Unidos, por ejemplo, la política está más asociada al marketing, al espectáculo, y no es extraño ver a políticos llamando la atención o montando un show para resultar simpáticos. Esto es lo mismo que los candidatos que se pasean por los mercados y besan a los bebés. En política es más importante parecer que ser y se trata de romper con la imagen de seriedad, con la idea de que son personas alejadas del mundo real”.
Pero el caso de Antonoff es aún peor, porque va más allá de privilegiar la frivolidad: lo que hace es normalizar la trampa, aun cuando se tratara sólo de una forma torcida de “posicionar” su marca. Su sola candidatura es el reflejo de la decadencia del sistema político. Y más aún por un partido que ha usado como marca el despojarse de la vieja política. Movimiento Ciudadano nos ha mostrado que el problema no es la edad, ni si la imagen en redes es viral o fresca. El problema de fondo es reproducir los mismos vicios y corruptelas… pero con tenis nuevos.