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RIZANDO EL RIZO Guardianes del legado: el patrimonio cultural de México

Por. Boris Berenzon Gorn

@bberenzon

 

La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva
de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir.
Milan Kundera

 

Si bien el concepto de nación refleja un constructo más o menos reciente, producto de la construcción de fronteras e ideas sobre la soberanía, el gobierno y el territorio; lo cierto es que nos ha permitido hacernos de otro concepto igualmente importante, el de patrimonio. Si la patria se fortalece como concepto a raíz de las teorías del Estado-nación decimonónico, desde tiempo atrás venía significando el lugar de origen, aquel espacio donde se hunden nuestras raíces, tradiciones, donde está el pasado cultural y familiar y a donde estamos vinculados por emociones y orgullo.

De esta patria tenemos además una herencia, el patrimonio compartido de todas las personas que cohabitamos en un espacio al que reconocemos como sitio de origen, al que hoy identificamos por medio de las nacionalidades; pero donde se superponen otros cortes espaciales, como las llamadas “matrias” o regiones, las comunidades o espacios a los que debemos las diversas identidades que componen el abanico de la presencia individual y colectiva. El patrimonio es el conjunto de esta herencia, del pasado histórico, de las luchas, de la cotidianidad que ha forjado tradiciones, un conjunto de valores, en suma, una herencia que persiste más allá del paso del tiempo y que resiste a pesar de los embates y encuentros con la otredad.

El patrimonio comprende diversos rubros. Se cuentan el cultural, el natural, el histórico, el inmaterial, el documental, el industrial y hasta el religioso. Desde una perspectiva amplia, cada uno de ellos conforma el espectro cultural, en la medida en que dan cuenta de cómo una comunidad o sociedad se relaciona con el entorno y construye a partir de esta relación aquello que le autodefine. Las culturas del mundo forman una relación dialéctica con el Tiempo-Espacio, pues a la vez que lo modifican se ven condicionadas y se adaptan a las posibilidades que les ofrece. Algunos ejemplos de esta relación son la indumentaria, la gastronomía y las tradiciones mediante las cuales se conecta a la comunidad con la naturaleza.

Para la UNESCO, el patrimonio cultural de la humanidad comprende tres rubros: el primero de ellos refiere las obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que cuentan con un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, del arte o de la ciencia; el segundo se refiere a los grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les proporciona un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; y en el tercero se encuentran las obras del ser humano u obras conjuntas del ser humano y la naturaleza, incluidos los lugares arqueológicos, que cuentan con valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

Nuestro país posee un extenso y variado patrimonio cultural arqueológico y artístico, que abarca zonas prehispánicas, catedrales novohispanas, museos, carnavales, pueblos mágicos, arquitectura contemporánea, parques y zonas naturales que dan cuenta de la configuración histórica, social y económica de México y su preservación y protección son fundamentales. Es representativo nuestro patrimonio cultural inmaterial, pues tenemos una larga tradición de reproducción de prácticas que definen tradiciones y costumbres, lenguas y hábitos.

Tenemos más de 30 elementos inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, entre los más representativos están el Centro Histórico de la Ciudad de México y Xochimilco, la Ciudad Prehispánica de Teotihuacán, el centro histórico de Oaxaca y la zona arqueológica de Monte Albán y la ciudad Prehispánica de Chichén Itzá, pero la lista es larga. Además, seis de ellos son áreas naturales protegidas: la reserva de la Biosfera Sian Ka’an, el santuario de Ballenas de El Vizcaíno, las islas y áreas protegidas del Golfo de California, la reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar y la Antigua Ciudad Maya y Bosques Tropicales Protegidos de Calakmul.

Pero nuestro patrimonio cultural, material e inmaterial, es mucho más amplio que la lista de la UNESCO. Es bien sabido que se tienen que desarrollar una serie de gestiones para incluirse en la lista, y no todos los elementos representativos y significativos se encuentran ahí. Sin embargo, el patrimonio está en la base de nuestra construcción como país multicultural, está en las lenguas, tradiciones, en las artes, en la gastronomía, en la educación, en la forma de relacionarnos a nivel familiar, en los festivales, tradiciones orales, procesiones, fiestas, en suma, en nuestras prácticas culturales.

A pesar de todo, nuestro patrimonio no siempre cuenta con la protección y cuidado que merece. Muchos de los bienes materiales y zonas arqueológicas tienden a ser dejados en el abandono, sobre todo cuando no son tan populares como para atraer al turismo. Algunos de ellos fueron intervenidos en el pasado con espectáculos de luces, sin importar demasiado los daños a las estructuras, y otros tantos no han recibido las gestiones necesarias para su protección legal por considerarse menos importantes bajo criterios subjetivos y poco creíbles.

Sin embargo, la preservación y protección de todo el patrimonio cultural, inscrito o no en la lista de la UNESCO, es fundamental para conservar nuestra memoria histórica y la consciencia temporal a través de la cual hemos forjado la existencia, es el mejor camino para que las generaciones presentes puedan aprender de nuestra herencia y, con base en las experiencias colectivas, tomar mejores decisiones. El patrimonio cultural es una construcción que fortalece las identidades comunitarias e incluso aporta en el constructo de lo que llamamos vagamente identidad nacional. 

La conservación y preservación de patrimonio es un acto de justicia, sobre todo con las comunidades indígenas que son las principales productoras y salvaguardas de las prácticas culturales y han sobrevivido y resistido en culturas milenarias que se han venido mezclando en sincretismos culturales, y que están en la base de lo que somos como nación. Reconocer nuestra herencia es explicarnos a nosotros mismos y comprender el camino recorrido para llegar hasta donde hemos llegado. Nuestro patrimonio es dinámico, se transforma, pero su preservación requiere un esfuerzo continuo y consciente y a pesar de los desafíos su preservación llama a la acción no solo de gobiernos y otras instituciones, sino de todas las personas de manera individual y colectiva. 

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

Un fragmento del poema de Octavio Paz, “Piedra de Sol”:

Un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado más danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:

un caminar tranquilo

de estrella o primavera sin premura,

agua que con los párpados cerrados

mana toda la noche profecías,

unánime presencia en oleaje,

ola tras ola hasta cubrirlo todo,

verde soberanía sin ocaso

como el deslumbramiento de las alas

cuando se abren en mitad del cielo,

 

un caminar entre las espesuras

de los días futuros y el aciago

fulgor de la desdicha como un ave

petrificando el bosque con su canto

y las felicidades inminentes

entre las ramas que se desvanecen,

horas de luz que pican ya los pájaros,

presagios que se escapan de la mano,

 

una presencia como un canto súbito,

como el viento cantando en el incendio,

una mirada que sostiene en vilo

al mundo con sus mares y sus montes,

cuerpo de luz filtrado por un ágata,

piernas de luz, vientre de luz, bahías,

roca solar, cuerpo color de nube,

color de día rápido que salta,

la hora centellea y tiene cuerpo,

el mundo ya es visible por tu cuerpo,

es transparente por tu transparencia,

Narciso el obsceno

Sí me gusta ir a los pueblos, pero sólo si el hotel tiene aire acondicionado. 

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