Por. Gerardo Galarza
La semana pasada, para quienes en México se dedican al periodismo tanto informativo como de opinión, fue muy buena, no así para la mayoría de los ciudadanos del país, quienes aparentemente no se han dado cuenta de lo que pudieran significar y que anuncian sino catástrofes, por lo menos desastres a corto y, sobre todo, a largo plazo. Estaban celebrando El Grito.
La iniciativa presidencial del presupuesto federal para el año 2024, que seguramente será aprobada sin que se le mueva una coma como el presidente le ordena al Congreso, augura una larga crisis económica, según lo expertos, y que los legos sabemos que el país contraerá la mayor deuda pública de su historia, que esencialmente su utilizará en la terminación de dos caprichos presidenciales de obras públicas, por cierto ya inauguradas aunque no funcionen: al Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, Tabasco.
Más aún nuevamente el presupuesto federal reduce, minimiza, dos de los tres gastos a los que está mayormente obligado siempre a gastar más: educación y salud de todos; el otro, es seguridad, que también es deficitario.No hablemos del INE, que tendrá que organizar una elección presidencial.
Durante la semana, el presidente viajó a Chile, donde junto con su esposa de vistió de luto para hacer un homenaje a Salvador Allende, en los 50 años del golpe de Estado que sufrió un presidente surgido de la voluntad popular. En México, el presidente y su esposa no han tenido ninguna muestra de empatía, y no digamos portar ropas luctuosas, para con los familiares de los miles de muertos por la violencia y la inseguridad, los también miles de desaparecidos, mucho menos para los niños muertos por la falta de tratamientos contra el cáncer y tampoco con los más de 600 mil muertos por covid, enfermedad para que en México no hay vacunas aprobadas por las instancias mundiales correspondientes.
Más: tuvieron que pasar casi cuatro días para que el gobierno mexicano, a través de su presidente, informara sobre la extradición de Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo, a Estados Unidos. Como si no hubiera ocurrido. ¿Significa algo? ¿Ni siquiera queda soberanía para informar?
También durante la semana, el presidente inauguró dos obras inconclusas, como se le ha vuelto costumbre. Una, el Tren Suburbano entre Toluca y la Ciudad de México, responsabilidad también del gobierno del “demócrata” -entre comillas por lo dicho por López Obrador– Enrique Peña Nieto; y una obra hidráulica para surtir de agua a la ciudad de Monterrey, Nuevo León, que de acuerdo con los expertos llevará su primer litro de agua a esa urbe, si les va bien, en unos seis meses… porque no hay tuberías. Es decir, no tiene para cuando más o menos como la refinería inaugurada hace algunos meses.
Más: en una acción más que provocadora, el gobierno mexicano invitó al Ejército de Rusia a participar en el desfile del 16 de septiembre, el invasor de Ucrania condenado a nivel internacional, y otros ejércitos de igual calaña, como los de Nicaragua, Cuba y Venezuela. Tal vez se quería dejar claro de lado, como se dice en México, de que lado masca la iguana.
Todos esos hechos, y otros más, no auguran un buen 2024 para los ciudadanos y menos en medio de una elección presidencial.
Y no, el escribidor no cree ser según López Obrador, digo, perdón, López Portillo, un agorero del desastre… que viene.