Por. Paloma Cuevas R.
No tuve Barbies, sino hasta quinto de primaria, y solamente fue una, que coincidió con el momento en que tuve mi primera amiga hermosa, Gilda. Ella venía de Veracruz y luego se nos unió otra más igualmente genial llamada Laura, de Tacoaleche, Zacatecas.
Todas mis muñecas, bebés, y monos de peluche, estaban en repisas perfectamente acomodadxs, nuevecitxs, casi intactxs porque mis juguetes favoritos eran un estetoscopio y un baumanómetro de mi papá, complementados por un termómetro y un maletín de mi mamá, que utilizaba para “curarlas y revisarlas” de vez en vez, cuando el “librerío” que abundaba por toda la casa, me daba tregua.
No está de más decir que crecí rodeada de hermanos, jugando con carritos, subiendo a los árboles, rescatando al mundo… ¡Ay Dios mío, esto parece ya una sesión de terapia!
Pues bien, pedí la dichosa Barbie, porque Gilda y Laura se morían por tener una – ellas habían sido educadas para ser algún día esas niñas/señoras/mamás que las familias esperaban – y gracias a sus pláticas sobre comiditas, chavos guapos y la telenovela del momento, era la primera vez que el resto de las niñas del salón “me invitaron” a jugar con ellas.
Yo era una niña rara, como ahora soy una mujer rara – y me encanta, – que hablaba de temas raros, que no se escondía para no incomodar, que preguntaba de todo lo que le provocara interés, que si la maestra no explicaba bien le decía: “no me queda claro, maestra, ¿me ayudas por favor?”, que se salía del salón a jugar a los columpios porque se aburría el tiempo que los otros tardaban en entender, – soy neurodivergente, hoy lo sé TDAH, ciclotimia y TPL, – entonces decidí que asistiríamos para” conocer” el mundo de las niñas. Haría mi investigación y trataría de comprender por qué era tan complicado para mí estar ahí…
Por la noche esperé a que mi mamá llegará de su trabajo, – era directora de la Escuela de Enfermería del Departamento del Distrito Federal, un trabajo importantísimo y pesadísimo a juzgar por el gentío que trabajaba con ella, – esperé a que terminara de cenar y le dije con mucha seriedad: “Ma’ las niñas del salón nos invitaron a jugar a Gilda, Lau y a mí, pero para poder entrar necesitamos unas barbies. ¿Crees que me puedas comprar tres sencillitas para que juguemos todas?”.
Yo hoy me hubiera mandado a la fregada con la petición y con la condición de aquellas morras gandallas para poder jugar, o nos hubiera comprado las Barbies y hubiera dicho “ey, son tres, son suficientes para jugar y armar su mini sociedad capitalista”, pero no, mi reina era, es y será siempre la mejor, mejor mamá de todas, me dijo: “Sííííííí, hijita, mañana las pasamos a comprar antes de irme a trabajar y de llevarte a la escuela” – han de saber que esta niña fue a la primaria de 2 a 6 de la tarde, a partir de 2° de grado, porque soy insomne y nocturna desde que tenía seis añitos, – así que ya estaba todo resuelto…
Al día siguiente allá fuimos con mi mamá, había una farmacia sobre la calle de Álvaro Obregón en mi hermosa Colonia Roma, con sus camellones llenitos de árboles donde vendían cientos de Barbies.
Compramos dos con imagen perfecta para mis amigas, pero luego vi una con traje de baño negro con flores hawaianas y cabello que llegaba hasta las rodillas, “la Barbie Malibú”, mi mamá dijo: “Si esa te gusta, esa te compro”, llegué a la escuela con las muñecas metidas en mi maletín de doctora, entregué la suya a Gilda y luego a Lau – Gilda era mi favorita, con sus ojitos verdes, su voz ronquita y su “flaquencia desnutrida”, como ella decía, vivía con sus tía y su tío, para poder venir a estudiar a “México”- los ojos de ambas se abrieron gigantescos, pensaron que no podríamos cumplir “el requisito” para jugar. Luego saqué “mi Barbie” – lo sé, había sido infectada, – hermosa, con su cabello larguísimo, hasta las rodillas.
La líder del grupo, una tal Michelle me miró con consternación, de repente yo estaba de moda, todas querían ver y jugar con mi muñeca, nadie más la tenía y yo la prestaba, aún en su caja perfecta sin abrir, – ¿ya les dije que crecí con hermanos, cierto? Sin esos dramas de es mío, sino con todos jugamos con lo de todos, acostumbrados a armar una fiesta con una simple pelota, – pues bien “la Michelle esa”, no iba a permitir que me saliera con la mía, ya bastante tenía con soportarme sacando los dieces, siendo la consen de las maestras y jugando con “los niños” que además me cargaban la mochila y me sobreprotegían de su micro crueldad.
Pues bien, la mini malvadina esa emitió un decreto: dijo “pues para jugar tendrás que cortarle el cabello a tu muñeca, porque es di-fe-ren-te,” – por primera vez entendí muchas cosas, mi muñeca era di-fe-ren-te, yo soy di-fe-ren-te, hoy ya no me afecta, de hecho me fascina tener el valor de ser DIFERENTE, me encanta, – en ese momento dije, “ya estuvo bueno, a la fregada”, pareciera que la luz se esfumaba del rostro de mis amigas que morían por jugar con las recién regaladas Barbies, pero no le haría jamás algo así.
Les dije: “ustedes jueguen con las monas esas, no se preocupen, pero a la mía, nadie le va a tocar el cabello.” Se me hizo una afrenta tremenda, querer cortarle el cabello a esa Barbie, era como querer cortarme a mí las alas y eso no iba a suceder.
La mini líder decidió que jugarían bajo la portería del patio trasero de la escuela, inmenso, yo decidí que mis amigos y yo jugaríamos futbol esa tarde. Nunca como ese receso metimos tantos goles. Amor, con amor se paga.
De más está decir que nunca volví a ser invitada a jugar con esas niñas, ese año, y que mis amigas y yo aprendimos que podíamos formar otros grupos de juego, lejos de la maldad de quien no acepta lo DIFERENTE, a nuestro grupo se sumaron un par de niñas más y un par de niños que también tenían Barbies.
Laura solo se quedó un par de meses más, un día no regresó, fuimos a buscar a su madrina que era con quien vivía y nos dijo que hacía una semana había desaparecido, simplemente no regresó un día de la primaria, lo dijo con despreocupación, como si se le hubiera perdido nada…
El salón se llenó de sombras y de miedo, habíamos descubierto la vulnerabilidad, la crueldad y la posibilidad de no volver un día, ni todas las Barbies del mundo, ni toda la maldad de una micro Michelle, alcanzarían para borrar ese recuerdo…
Paloma Cuevas R.: Mujer y madre. Femenina cuando le da la gana. Amante declarada de México, el mezcal, el buen café y la verdad sin anestesia. Humanista, sapiosexual, docente durante más de 22 años, filósofa, columnista, escritora y locutora en temas de Cultura, Política y Erotismo. Fundadora de #ProyectoÍtaca plataforma política y cultural. Locutora titular de #ProyectoÍtaca en Cadena Radio Mx. Promotora y gestora cultural incansable. Presidenta de la Academia para el estudio y difusión de la obra de Dolores Castro, por la Ilustre y Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de México. Asesora del Consejo Ciudadano de Historia, Cultura e Identidad Mexiquense SOMEGEM. Antologada en más de 50 títulos a nivel internacional. Ha publicado la plaquette de poesía “De amputaciones necesarias” y el poemario “Mujer en voz alta”. Condecorada en 2020 con la Medalla y el Pergamino Leona Vicario. Secretaria Nacional de Cultura México para la Red Internacional de Mujeres Líderes en Acción (RIMLA Internacional). Integrante del Mapa Nacional de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Directora Mundial de Comunicación y Relaciones Públicas del World Poetry Fest, hasta 2020. Embajadora Estado de México de Fridas de Barcelona. Embajadora de la Red Naranja del Estado de México. Escudo de Plata 2021, para la UHE-PORTUGAL /Unión Hispano Mundial de Escritores, por México.